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« Previous Page Table of Contents Next Page »veces más que su colega de Sajonia, en tanto que un trabajador del campo en México tenía un salario sólo un 17 % menor que el de un gañán en Francia, la na– ción' más rica de Europa, y 500% mayor que el de un obrero de Bengala bajo la dominación inglesa
Según un historiador mexicano moderno, Toribio Esquivel Obregón, "el jornalera de la época virreina/, con el producto de 250 días de trabajo podía comprar 37,71 hectolitros de maíz, en 1891 podía comprar 42,50 hectolitros y en 1908 solamente 23,51 hectoli– tros En 1792 podía comprar 23 medidas de 100 kgs de harina, en 1891, sólo podía comprar 9,71 medidas,
y en 1908 ya nada más que 5,25 Nuestro jornalero de la época colonial podía comprar tanto trigo como el francés de hoy (circo 1915), pero nuestro jornalero de 1908 apenas podía comprar algo más que el francés de los luctuosos tiempos de Carlos IX"
Pero, por otro lado, esta situación favorable lograda sin gran despliegue de inventiva y esfuerzo
técnicos, sin introducir cambios dinámicos en las estruc–
turas creadas al iniciarse la Colonia y luego solidifica– das, coadyuvó al mantenimiento de un capitalismo larval y de un espíritu despreciativo de la actividad económica en la clase dirigente Las grandes rentas o las ganancias fabulosas obtenidas, por ejemplo, en
algunas explotaciones mineras, como Ja de Potosí i, no se
invirtieron en nuevas empresas o inversiones reproducti–
Vas sino que se gastaron en la fruición sensual o esté– tica de la vida o con un objetivo religioso en el que se aliaban característicamente el culto a Dios y el anhelo de perpetuar el propio nombre en una obra duradera y bella y, por tanto, socialmente útil. La verdadera pa– sión creadora de riqueza con que el calvinismo dina– mizó la economía de las trece colonias inglesas del Atlántico norte fue por completo desconocida en los
reinos americanos de más al sur. Jncapaz de renun–
ciar a la riqueza y sus posibilidades de goce, el hispa–
noamericano era aun más incapaz¡ tal vez, de organizar
su vida individual y la social para su posesión y acre– centamiento Tampoco supo o quiso encontrar la fór– mula para superar los dos extremos y que hubiera significado la integración de la sociedad colonial feu– dalmente estratificada.
Demasiado grande y variado
En un aspecto de la desintegración hispanoame– ricana las fuerzas de la historia y de la geografía pesaron con una fuerza que, tal vez, ningún designio político hubiera podido superar Ese es el de la dis– persión del esfuerzo colonizador español, que llevó a la constitución de núcleos muy dispares y lejanos y, finalmente, o la fragmentación de la que fue una po– derosa unidad política, en formo de que no todos los fragmentos resultantes de esa ruptura lIe,goron a ser viables
La verdad es que los "reinos" de Indias se diferen– ciaron muy tempranamente para llegar con bastante rapidez a constituir comunidades variadas, ricas de elementos característicos bien acusados En núcleos indígenas ya muy diferenciados o de muy diversa den– sidad cultural y en medios geográficos no sólo aislados sino aislantes se vinieron a injertar
Q insertar el indivi–
dualismo y el localismo hispánicos, fuerzas de un poder
casi explosivo Por afán de fama o espíritu aventurero más o menos interesado, "comme un vol de gerfauts hors du charnier natal", según el famoso verso de He– redia, los conquistadores y sus mesnadas hicieron presa del continente en el lapso de una generación. El pro– ceso de asentamiento se llevó a cabo con extraordiriaria celeridad, tanto que, prácticamente, na hay ciudad importante de la actual América Latina fundada coh posterioridad a 1600.
Esta expansión contrasta, como se ha dicho, con la mucho más lenta que llevaron a cabo los colonos in– gleses en un territorio harto más reducido. Los roma– nos demoraron siglos en formar un imperio cuyos puntos extremos en la época de mayor expansión (Bre– taña y Mesopotamia) se hallan a una distancia dos veces y media menor que la que hay entre San Fran– cisco y Buenos Aires Las técnicas de comunicación y transporte en el siglo XVII no eran substanciálmente distintas a las que podían usar los romanos en un medio geográfico unificado por el Mediterráneo y mucho más transitable que las cordilleras y selvas tropicales de Nuevo Mundo Con más de 14 millones de kilómetros cuadrados, el imperio formado por los reinos de Indias (sin incluir Brasil que, por un tiempo, también estuvo gobernado por el rey de España) fue más extenso in– cluso que el que Genghis Khan conquistó desde la silla de su caballo y que tan rápidamente se deshizo El de España duró tres siglos y fue construído por una nación de sólo 5 a 6 millones de habitantes. Lo notable no es que, finalmente, se haya fragmentado sino que ha– ya durado, y durado unido, tanto tiempo Pero es también fácilmente comprensible que, agotado el im– pulso inicial de la cruzada y la aventura, y desangrada y arruinada España en sus guerras europeas, quedase su obra en América a medio acabar, proseguida a ritmo lento y dificultoso, hasta que se produjo el colapso. "Sucede que la anarquía es el estado natural del español" escribe Madariaga. "No hay cosa, pues, que más les convenga que vivir a distancia de la auto– ridad En las Indias vivían los españoles como peces en el agua" Para Madariaga, el poder central de la Corona era la índispensable autoridad reguladora, la ley, el orden, la disciplina, frente a la tendencia a la anarquía, a la indisciplina, a los íntereses personales y al libre ejercio del poder individual que representaban los españoles americanos.
Españolísimamente, estos criollos se volvieron con· tra España y se avergonzaron de su ancestro, con un
sentimiento más y más vivo a medída que advertían cuán retrasada se hallaba España con respecta al resta de Europa. Los criollos cultos se formaron una ima– gen del mundo, no sólo de Europa sino de su propio continente, a través de los libros de la Ilustración y el Enciclopedismo que les presentaban a España como el
hombre enfermo de Europa y de los cuales resultaba' que su propia situación podía resumirse en las pala– bras de Ingratitud, Injusticia, Servidumbre y Desola–
ción
Quizá no se ha prestado suficiente atención a qúe la cultura hispahoamericana era clásica y universal, no específicamente española, de modo que muy poca podía contribuir a la formaCión de una fuerte tradi– cíón histórica como base para una conciehcia colectiva.
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