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UN FANTASMA RECORRE AMERICA LATINA

ORIGENES DE LA INQUIETUD DE NUESTRAS MASAS

ALEJANDRO MAGNET

Analista poUUco chileno

El compromiso y su corrupción

Según cálculos en todo el territorio comprendido entre el Atlántico y el Mississippi, a la fecha de la lle– gada de las primeros colonos ingleses, no vivían más de unas 1 !?O.OOO indígenas En cambio, en lo que seria la América Española y Portuguesa habitaban unos doce miliones y, tal vez, más

Los ingleses ni pensaron en mezclarse con los in– dígenas y no pudieron o no quisieron utilizarlos como mano de obra Más bien "trataron de pasar inadver. tidps, o,

Q lo sumo, consideror al indio como una porte del elemento físico selvático que tenian que vencer y hacer desaparecer". (Waldo Frank Primer Mensaje a la América Hispana)

Los españoles no podían hacer desaparecer, como a un obstáculo natural más, a doce millones de indí. génas Hubiera sida, obviamente, un crim~n y, además, una estupidez desde el punto de vista estricta– I)'lente utilitario Las españoles eran incapaces de ambos y trataron de conciliar las exigencias de la mo· rol cristiana y los intereses de la conquista y la coloni– zación Así nació la encomienda y con ella una estructura social básica de la sociedad latinoamericana, que ha condicionado la historia del continente hasta nuestros dios

En su testamento, abierto en 1505, Isabel la Cató– lica había de jodo dispuesto como norma para sus sucesores que "no consientan ni den lugar a que los indios vecinos y moradores de las dichas Islas y Tierra Firme ganadas y por ganar (en América), reciban agra– vio alguno en sus personas y bienes mas, manden que sean bien y justamente tratados". Treinta y dos años más tarde, cuando la conquista estaba ya mucho mós avanzada, si bien no completada todavílJ, el Papa Paulo 111 emitió su bula Veritas Ipsa para advertir a los fieles que "los dichos indios y todas las demás gentes que de aquí adelante vinieren a noticia de los cristia– nos, aunque estén fuera de Jo fe de Cristo, no están privados, ni deben serlo, de su libertad, ní del dominio de sus bienes, y que no deben ser reducidos a servidum– bre"

Los católicos contemporáneos de otras instruccio– nes de los papas, como las encíclicas Rerum novarum, Quadragesimo anno y otras posteriores ya saben por experiencia que las enseñanzas pontificias n6 siempre san seguiclas por fas que se declaran hijos de la Iglesia En el hecho, ésta terminó por aceptar las institu– ción de la encomienda como una especie de transacción entre la norma de respeto a la .Iibertad de los indios y lo necesidad de civilizarlos mediante la predicación del

Evangelio y la práctica del trabajo regular. En virtud de la encomienda, el Rey entregó a fas conquistadores, a I~ vez coma premia y responsabilidad, primero por el tiempo de su vidci y luego en forma hereditaria, un

número de indios que quedaban a su cuidado Los indios d;bíon trabajar para el español, pero éste, a su vez, tenJa el deber de hacerlos adoctrinar en la fe cris– tiana y pagarles debidamente su trabajo en alimentos rapa e incluso dinero efectívo Ordinariamente l~

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~ 1/ I ncomlen a acampana a un repartimiento ll

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esto es, a la merced de una extensión de tierra, a menudo muy extensa, otorgada por el Rey can el título del dominio eminente que la corona española se atribuyó sobre los países amet iconos

Por otro lado, se creó la Mita, reclutamiento de indios para trabajos estimados de interés público, por periodos de tiempo variables (hasta de un año) que podían repetirse (y de hecho se repetían) en la vida de un indio. Con la Mita se explotaron las minas y se hicieron no sólo las obras públicas sino también las casas de los particulares.

Estas instituciones estaban demasiado expuesta's a la corrupción de la naturaleza humana, facilitada en. este caso por dos factores los extremos desniveles de todos los elementos de poder existentes entre los con– quistadores provenientes del país más fuerte, quiz6, de Europa en ese momento, y los indios pertenecientes a culturas de Jo piedra y el bronce, y Jos dificultades que la autoridac! central española enContraba inevitable– mente para controlar el cumplimiento de sus leyes en países tan lejanos y por súbditos con personalidades tan poderosas e individualistas como eran los conquistado– res y primeros colonos Ambos factores como que se multiplicaban y los dos determinaron un fercer hecho cuyo influencia ha sido perdurable también en otro aspecto de lo evolución latinoamericana el de la ex– pansión prodigiosamente rápida del poder español por todo el continente americano Las colonias iriglesas

del At/6ntico se formaron mediante un largo proceso de crecimiento y organización territorial (Virginia 1607– Georgia 1732) hasta llegar a cubrir una superficie total no mayor que la de la actual Venezuela Resulto casi increíble, en cambio, que un hombre que podía haber estado con Cortés en la conquista de México (1519) podía también figurar entre los fundadores de Santia– go de Chile, veintidós años más tarde, en territorios situados a casi 7 000 kilómetros más al sur En el espacio de una generación, andando a pie o, en el mejor de los caSos, a caballo, los conquistadores se apoderaron prácticamente de un imperio que alcanzobci desde California inclusive hasta el extremo sur de Ainé–

rica

Se acata, pero no se cumple

En esa empresa gigantesca, por su misma desme– suro, se dio quizá más que en otras Jo

mejor y lo peor, y resultó imposible que una autoridad ~qral y política ordenadora pudiese hacer cumplir estrictamente sus

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