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« Previous Page Table of Contents Next Page »aguacéto duplicaba su es:l:réI?ito al rebo±~r én solos, solos corno en el nacimien:l:o, solos CCl–
el zinc. Sen:l:ado en el camon, Pedro Vlndas mo en la muerte. Pedro Vindas no in:l:emtó coItÚa silenciosa, lentamente, en un como ¡;lormir: cavilaba.
desganado rumiar. De pronto apartó el pla- ¡El agua! ¡El agua! ¡Cómo le g\lstaba to y se levantó. Se caló el sombrero de pal- el agua cuando niño! ¡Cuántas veces se es– ma, :l:omó un gangache de encima del camón, capó de la escuela para ir a chapotear al ríol se cubrió con él y se dispuso a salir. Las risas de los compañeros teníé\U un frágil -¿Para dónde vas, Pedro? hervor de espuma y él, desnudo, se compla- -A traerme los bueyes para asá. cía en rescatar del fondo claro pequeños al;>- -Llueve mucho y está bien oscuro . je±os: piedrecillas diminutas, bolitas de cris- -Mañana también lloverá y estará os- tal, herrumbrosos :l:ornillos, que lanzados a curo desde temprano. Es mejor ponerlos a lo alto, caían al agua transparente y se su– salvo desde l'lhora. Por lo que parece, esta mergían cabeceando en espiralado ritmo has– vaina no v'; a terminar nunca. El potrero ta descansar en la blanda arena. Le agra– del bajo debe de estar anegado y aquí toda- daba también esa fauna encantada que pue-vía quedan algunas cañas . bla las riberas medrando entre las piedras y
-Tal vez amanezca claro . los musgos: las ranitas de colores, los ga. -Desde hace días que esperamos lo mis- llitos iridiscentes, los contrahechos sapillos. mo -repuso Pedro Vindas ciñéndose el ma- Trabó amistad con una araña panzuda, y to– chete-. aPara qué vamos a esperar más? das las mañanas, de paso para la escuela, la A lo mejor ya se han ahogado visitaba en su tenue vivienda de seda colo-
Salió decidido. A poco se perdió por en- cando entre el temblor voraz de sus hilillos tre la cortina de lluvia. María se quedó tem- moscas y hormigas. Pero . apor qué recor– blando en la puerta. daba esas cosas ahora? Quizás porque el río
Bostezando largamente, una perrilla sa- bramaba allá abajo. Quizás porque el lió de debajo del moledero. Se sacudió con agua arrastraba ahí mismo junto a su puerta, estrépito, se ±ambaleó y se dirigió al corredor la hinchada piel de monstruo embravecido y
tras la huella del amo en ridículo trotecillo. destructor. Era el mismo no manso de ape– Se detuvo en el linde del alero, y se puso a nas hacía unos cuantos días, pero ahora el ladrar. El aguacero amainó por un momen- mundo todo era diferente, el agua traía pOn– to su furioso redoblar agrandando de súbito zoña en cada go:l:a, pudrición, hastío, deses– los otros ruidos, ruidos nuevos que emergían peración.
vivaces de todos los rincones. María elevó Hacía tiempo que había ya amanecido, los ojos con un leve temblor de esperanza en pero el sol no lograba abrirse paso por entre las pupilas. Fue un momento nada más. el tupido velo de lluvia. Una turbia oscuri– Tras un ronco trueno, la lluvia tomó de nue- dad se extendía azulenca y nerviosa por to– va su ritmo habitual. La perrita se quedó das partes. Hosca tristeza de lejanías y aban. muda, gesticulante, opaca. dono pesaba sobre las cosas. Geomemas fan-
Todavía estaba María en la puerta del tasmales agitaban en agónicos temblores sus rancho, cuando dos siluetas borrosas comen- banderas de duelo. El tiempo, pétrificado, zaron a esbozarse en dirección a la tranque- colgaba sus congojas en la ponzoña del agua. ra. Lenta y difícilmente se fueron acercan- cero. La aceitosa humedad manaba pes:li– do, precisando cada vez más sus contornos. lente en los élitros ocultos de los insectos y
Un buey grande y panzudo surgió de entre la en la costrosa osamenta de los troncos. El lluvia, tras él venía Pedro Vindas. María no mundo todo se estaba pudriendo aterido e se movió. impotente.
-.-¿Idiay? ¿Y el Moro? Pedro Vindas se incorporó, se tiró a la Pedro Vindas jadeante, rezumando agua espalda un grueso coleto y salió hasta la por todos los poros, sacudió el sombrero con- puerta del rancho. Atado al horcón de la de– tra el suelo. recha el Barcino rumiaba lentamente mien- -No estaba. Debe de habérselo lleva- tras sus grandes ojos ponían una nota de ter– do la correntada. A este me lo encontré jun- nura en el infierno de agua. Después de pi– to a la cerca con el agua más arriba de la carIe las últimas cañas, Pedro Vindas se sen-panza. . tó junto a él en la canoa.
-¡Todo sea por Dios, Pedro I ¡Agua I ¡Siempre agua! ¡Agua por to-Ataron el buey junto a la puerta. Te_das partes, por las rendijas, por los rincones' nues hilillos de vapor se elevaban de su hir- ¡Agua! ¡Siempre agua! aQué hacer? Por mi
suto lomo. Pedro Vindas le picó dos cañas no importa, pero, ¿la mujer.. y el güila? . en el pesebre. El animal hundió su azulado La perrilla Se le acercó restregándole el
hocico en el pasto y comenzó a comer ávida- ~om? c:ontra las piernas.. Pedro Vindas bajó mente.
I lnshntivamente la mano para acariciarla. Un Ya debía de estar entrada la noche por- mon:ento se quedó ensimismado con los ojos que estaba muy oscuro. La madre adivinó perdIdos entre la lluvia. Algo se desgajó el llanto del niño entre la lluvia. El ruido arriba en~re las peñas abrumado con su car– del agua ocupó el sitio de los grillos. . • ga. DebIÓ ele ser un árbol enloq\lecido fán
Al apagar la vela la oscuridad los deJO trance de fuga. Pedro Vindas se levantó con
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