Page 68 - lista_historica_magistrados

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donde dormir para buscar el camino en la mañana. Pol.a le dió en donde dormir, allí cerca del fogón para que Se calentara el cuer– po, porque estaba todo mojado. El hombre no se fué al día siguiente. Lo cierlo es que él dispuso quedarse; pero no fue él quien lo determinó, sino las circunstancias. Ouién sa– be qué arreglo tuvieron en la noche con Pala, la verdad es que no se fué. Una semana des– pués allí esiaba en el rancho de Pola. Por fin se encariñó con el lugar. Salió a maiar venados con la escopeia del finado Teófílo, pero no mató. nada. La mayor parle del día se quedaba seniado en la pueria mirando pa– ra el llano ..

Pola -le dijo Remigio-, quíero que te vayas a la hacienda a vivir conmigo. Con ese forasiero no sales del apuro. . ¿,A la ha– cienda? . .. ¡Huml y después me das viaje! Te juro que no, Pola. Te lo juro por es– ias cruciias ..

Yo quisiera, pero ...

Te voy a iratar decente. Además, vos no querés a ese forastero ...

¿,Ouererlo? ¡Yo no lo quiero, Dios sabel Es meru haragán. Cuando por chiripazo maia un venao con la escopeia del finao Teó– filo, lo que hace es irse a vender el cuero a Santa Clara y beberse el dinero. Después viene pasao e guaro con una juma que no puede ni andar. .. ¿,Trabajo? Dice que nunc ca ha irabajado en su vida. Y por eso yo le digo que se vaya, pero no quier'irse "

Te vaya hacer una propuesia y si no aceptás sos una tonia. Yo voy para Sania Clara a ver al patrón. Aquí ando llevando una botella e guaro de la sacadera de ñor Isi– dro. Cuando venga el forastero se la das pa– ra que caiga. Cuando yo pase de regreso en la noche, él va a estar bien borracho y en– tonces te llevo por delante en el caballo para la hacienda. Después, cuando él se vea solo en el rancho, se va a ir para su tierra. .

¿,Y si me va a buscar a la hacienda? Si llega allá, lo guindo en un palo de acote y lo dejo colgado para que se lo coman los coyotes.

Bueno, 10 vaya hacer, déjame la boiella. Remigio le pasa la boiella. Después le díó dOlil apasionados besos en las mejillas, se manió en el caballo y Be fué corriendo, di– ciéndole adiós con la mano .

El gaio había aparecido sin saber de dón– de había venido, lo mismo que el hombre, los dos se habían aquerenciado en el rancho de Pola, y ni ella sabía de dónde habían ve– nido. Era un gato negro, grandísimo, pero tan flaco que hasia las formas de los huesos se le miraban. Habían días y hasia semanas que desaparecía. Pala no lo quería, le tira– ba piedras, pero él volvía a aparecer. Era un gato probablemenie de los González, que llegaba alli porque los dueños no le daban de comer. Era tan confianzudo que cuando Pala Se iba alojo de agua a llenar el cán– taro, el gaio se echaba sobre el mullido cue-

ro de vaca en donde dormia ella con el fo– rasiero. Habia veces que estando ellos all!. el gaio se ponia a roncar en una esquin~

del cuero. .

¡Gato condenao, hijo de puerca!. . ¡An.– dáie pa' tu casa!

Pala le tiraba un pedazo de ladrillo con tanta fuerza que si hubiera pegado en el blanco, la cabeza y las patas del animal Se habrían sep<>rado como por encanto.

Regresaba ella del ojo de agua cuando se dio cuenia de que ya el hombre había vuelio del pueblo. Ella lo noió por la ios, era una tos gangosa y constante.

¿,Oué tal, cómo ie jué? (Ni la misma Pala sabía cómo se llamaba, porque si le préc guntaba q\J.e de dónde era y cómo se llamac ba, él quedaba callado). Pala no le quería seguir preguntando. ¿,Vendisie los huevos?

El hombre no contesió.

Pala creyó que se había bebido el real de los huevos. Pero no se disgustó, porqu~

ya lo iba a dejar, aquel era el último riai que se bebía ...

Ouerás un bocao de ioriilla con sal? El hombre la miró como diciéndole "sí" con los ojos.

--Sabés -le volvió a decir ella-, ñor Isidro esiuvo aquí y me trajo una botella de· guaro .

-Dám,ela. Aquí esiá iu ria!. IY le pu– so lEl. moneda en la mano). Tenía ganas de echarme un trago de a rial. .. Hace tiempo que no bebo, dame un trago, no me aguanto las g<>IlaS ...

Pala le dió la botella ial como la había recibido de las manos de Remigio. El se em– pinó la boiella.

Maié la culebra. Te acordás de la cu, lebra que me dijistes que habías visto detrás del rancho? La culebra que se queria comer los pollos?

¡Sí, me acuerdol ¡Sí Ine acuerdol -dijo él, eInpinándose por quinta vez la botella de aguarq.ienie.

Pero no la Inaié del iodo. Sólo le alcan– cé la cola y airo golpe en la cabeza. Se Va

a morir. La hubiera matao, pero se Ineiió en el pajona!.

El hombre, can los ojos vidriosos y la mirada indecisa, no ponía aiención al inci– denie de la culebra.

Mieniras tanio, Pola se armó de un palo y dos piedras grandes y se encaminó al pa– jona!. Ouería ver la culebra para acabarla de Inaiar. Buscó alrededor del lugar y eS– iuvo iirando piedras a lo Inás espeso plj.ra ver si oía ruido. Por fin se cansó y se volvió al rancho.

El hombre mieniras ianto, se había tira– do sobre el cuero. Ya casi no tenía fuerzas y empezaba a quedarse dormido. Se había bebido casi la mitad de la botella. .

La noche cayó sobre la sabana. Era un lugar trisie, desolado, lúgubre. Había días que no Se veía un alma pasar por allí.

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