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MONSEI'iíOR MARCOS Mc:GRATH, esc,

Obispo de Santiago de Veragu8s, Panamá .

Hubo épocas en que una excesiva espiritualización de la Iglesia podía hacer perder de vista la necesidad del progreso material. Ocasiones cuando la Iglesia debía oponerse contundentemente a doctrinas del progreso. Una sociedad aristocrática, rural y estática se está convirtiendo en otra democrática, urbana y dinámica. Una masa iletrada, pobre, ni puede contribuir técnicamente al desarrollo industrial y co– mercial de nuestros países ni ofrece un mercado capaz de consumir los productos que se les quisieran vender. La época de la política de grupitos de intereses crea– dos, que llega al gobierno mediante promesas insinceras y la compra más o menos solapada del poder, está llegando a su fin. O se incorpora positivamente al pueblo en la verdadera democracia, tanto económica como social y política, o la masa frus– trada irrumpirá en violencias, azuzada por las promesas fáciles de falsos profetas.

No pretendo hablar de estas materias co– mo si fuera economista o empresario, pues no lo soy. Hablaré como lo que soy, obispo

y teólogo. Si ustedes se concentran sobre los aspectos económicos del progreso q,e nues– tros países, nosotros los obispos también q,e– dicamos largas horas de estuq,io y de discu– sión al tema del rrogreso. Dentro d.e un mes más de elos mi obispos de todo el mun' do Se reunirán por la tercera vez en el Vati– cano para discutir no sólo la Iglesia sino la Iglesia y el mundo actual, la Iglesia y el ideal de progreso que embarga todo nuestro mun– do actual. Es preciso que nos escuchemos mutuamente. Los obispos en concilio se be– nefician de la presencia y de los consejos de expertos en materias económicas y sociales, porque la doctrina cristiana que enseñan ha de iocar las realidades de la vida diaria de los hombres. Ustedes, hoy y frecuentemente, experimentan la necesidad de orientaciones amplias, humanas y espirituales, sobre las ra– zones mismas que han de justificar y mode– rar el progreso económico. Hay veces cuan– do una doctrina cristiana por verdadera que sea puede resultar altamente perjudicial" si se la predica sin referencia a las circunstan– cias concretas en que viven los hombres. Dé

igual manera, la concentración exclusiva en los factores económicos del progreso podría conducirnos a la destrucción de los valoreE más altos de nuestra cultura, de nuestra civi lización y de nuestra fe en Dios yen el hom breo

El Papa Paulo VI, hablando del desarro 110 de nuestros países de América Latina, dije claramente, "Que no Se repita lo de Euro pa. .. Una mirada sobre el pasado recientE

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