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« Previous Page Table of Contents Next Page »desplegadas, la aventura de reconquistar el legado in– dígena
Sin embargo, en la IitelOtura popular, en la lilera–
tU/a anónima oral y folklórico sí se produce, desde el primer momento, la fusión y mestizaje de culturas cuentos, leyendas, teatro popular (como la famosa obra bilingüe "El Güegüence o Macho-ratón" que se repre–
senta en Nicaragua, las "Loas"! etc), danzas¡ tradicio–
nes, oraciones" canciones, artesanías, etc / demuestran
el apretado y secular tejido de lo indio y de lo español realizado en los sótanos de nuestra cultura mestiza a despecho de las corrientes y tendencias de las capas
superiores.
La Conquista
"La Verdade,a Relación" de Bernal Diaz es y si– gue siendo el descubrimiento de América el registro y
el relato de su novedad. Pero Bernal Di'az, que ha sido comparado a Joinville y a Froissart, no es solamente el ameno relator de una etapa histórica heroica y apasio– nante, sino el autor de una epopeya en prosa popular donde el relato y aún la novela americanas pueden en– contrOl fuentes de renovación todavío valiosas.
Por otra parte, la obra de Bernal Díaz es también el origen de una de las tradiciones de más abolengo y continuidad en la literatura centroamericana la de la Crónica. Cenlroamérica cuenta con un linaje de
grandes cronistas¡ que se inicia con Berna'! sigue con Remesal, con Vázquez
r
con Ximénez, con la flRecorda–
ción Florida", "El Isagoge", Juarros, etc y llega hasta Antonio José de Irrisarri, Enrique Gómez Carrillo y Ru– bén Daría, ramificándose en todos los derivados de la
crónica, e incluso produciendo¡ ya en nuestros días, el
"poema-crónica" como en el casa de Salomón de la Sel– va y de Ernesto Cardenal
La Epoca Colonial
Aparte de ese linaje de Cronistas que siguieron descubriendo y registrando la naturaleza y la vida, la historia natural y la historia humana de Centro Améri– ca, la literatura de la época Colonial o Virreinal -atraída, o mejor dicho encandilada por el Renaci– miento- dio las espaldas a su propio mundo centro–
americano Hacer literatura era entonces imitar lo
español peninsular Al surgir el Gongorismo y el Cul–
terani¡mos, el reto del Barroco exacerbó los ánimos tro–
picales y se llegó a exageraciones y recargamiento de la forma y del lenguaje de una exhuberancia selvática
j Se diría que Góngora y el Culteranismo son imitados por los autores de las barrocas estelas de Copán, pero que han olvidado a Copán!
En el Siglo XVIII aparece un brote de fabulistas de calidad -Fray Matías de Córdoba, Simón Bergaño y Villegas, José Domingo Hidalgo y, sobre todo, Rafael Goyena-, pero el valor más alto de este siglo es Rafael Landivar, "de la estirpe de Virgilio y como él formado
en los griegos" Es la musa de las Geórgicas rejuveneci_ da y transportada a la naturaleza americana El exilio hizo que este gran poeta rompiera en cierta manera lo tradición culta de mirar hacia Europa y redescub, iero
su tiena. En la /IRusticatio Mexicana lJ aparece Por
primera vez en la poesía el paisaje y la vida campestre de México y Centroamérica Pero Landivar escribió su
extraordinaria obra en latín, incomunicándose así', en
gran medida, con el propio medio que tan hermoso. mente cantaba y reduciendo los límites de su influencio.
La Independencia
El movimiento de la Independencia produjo un pensamiento político independentista, pero el arte y la literatura se mantuvieron fieles a la tradición formal y
temática europeas El viraje de Landívar no tuvo con. tinuadores inmediatos El Bolívar literario de América se producirá hasta un siglo después y se llamará Rubén Daría
Volares intele~tuales destacados del movimiento que hizo posible nuestra Independencia son Fray Jasé Antonio Liendo y Goicoechea --a quien José Coronel llama "el Feijoo de Centro América"- Antonio José Irisarri -gran prosista-, Fray Matías de Córdoba, Manuel Montufar y José Cecilia del Valle, entre otros.
El Romanticismo
La vorágine de la Independencia y de sus guerras civiles no dejó desarrollar el movimiento romántico. Puede destacarse el esfuerzo casi solitario de José Millo en la novela, mientras la poesía de José Batres Montú· far, de Francisco Zamora, Enrique Hoyos, Juan José Be, nal, Ruiz Arauja, Juan J Cañas, etc, oscila entre
un sentimentalismo convencional, carente de origina·
Iidad, y una ampulosidad retórica que suena a hueco. Ningún exponente de la literatl/la romántica centro·
americana fue capaz de captar ni las esencias, ni las
posibilidades americanas del movimiento romántico
El Modernismo
La obra de Rubén Dorio y la de los grandes escri
tores de la generación "Modernista" devolvieron a
América la conciencia de sus propias posibilidades
La obra sola de Rubén Daría tiene toda la riqueza y pujanza de un Siglo de Oro Recibe la tradición "re' nacentista" en decadencia y le da un último inesperado esplendor Abre al Romantismo, por un momento, sUS
puertas obstruidas Da una circulación noví:sima a
Iradiciones perdidas de la lírica hispana y amplío el cauce del castellano para que una corriente poderosa Y renovadora sea su herencia No efectúa una ruptura con la ti adición literaria que recibe -por el contrario es su más 0110 logro- pero deposita los gérmenes de una nueva voluntad de arte en las propias fuentes de esa tradición. La visión que Daría nos ofrece de Fran·
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