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s el que suministra hlformaci6n, .de una exactitud increíble, a las actividades incons-

e "

dentes. ., , ,. d T - S 1 La intulclon arhstica e ono a azar ca-l hasta la raíz de la personalidad de cada ano de los sujetos de su caricatura! a don Chico Gavidia, y,:,rdadero contemplativo ~n ~l

sentido aristotehc? de la palabra, 10 ~lbuJa

siempre con los OJos c,:,rrados, vale d~Clr ,?on la mirada vuelta hacm su mundo >.ntenor. Así vemos al maestro de los dos dibujos ori-inales con que Toño noS ha obsequiado pa–

~a ilustrar esta página: uno es la visión ro– mántica del Gavidia en plenitud, el otro es la figura venerab~e .del maestro ~n su seren~

ancianidad. Gavldm aparece slempre enSl– mismado porque e¡;a fue su actitud sicológica fundamental Y a Toño no le falla el ojo. Sin embargo, el maestro no está de acuerdo y re– procha al caricaturista: tú que sabes mirar y que comprendes que ver 10 Qrande es todo, .ipor qué pintas mi pupila cerrada? Este es el terna del primer terceto.

Taño Salazar pudo contestar: la contem– placi6n interior es otra manera de ver el uni~

verso y, en resumidas cuentas, no se sabe si la visión exterior es más cedera que la visi6n

del mundo reflejado en nosotros. Por tina curiosa inversión de papeles, frecuentes en la tragedia griega, el filósofo se ha tornado in– genuo y el caricaturista espontáneo se ha vuelto filósofo; así, en el segundo terceto da esta profunda y un tanto sibilina respuesta: "no hay sino la pupila que se expande sobre el universo, el Ande, con tal que los compare

con la nada".

Aquí está el escondido meollo del soneto: no se puede comprender cosa alguna ni si– quiera percibir los objetos, si no es a base de contrastes. Esto 10 sabía lUUY bien el viejo Heráclito. La grandeza del universo sólo se puede percibir en su total plenitud si se la proyecta sobre el telón de fondo de la nada. La vida misma, nuestra pobre vida vulgar y cotidiana de modales comunes y corrientes, no puede ser comprendida (como 10 ha pues– to de manifiesto Heidegger) si no se la rela– ciona con una situación límite: la tremenda sOlubra de la nada que nos acecha al princi– pio y al final de la lUÍsma. Esto es 10 que la voz sibilina de la poesía dice por boca de Toño Salazar en el soneto de don Chico Ga– vidia, o por 10 menos esa es mi personal in– terpretación del lUÍsmo.

-Tenga paciencia hombre. Lo último que el hombre debe perder es la esperanza.

La cosa tardaba. Toño estaba nervioso, impaciente. Desalentado, un día le dije:

-Hay que irse. -aY cómo?

-Pues, hombre: como haya lugar. lA nado, si es posible!

Recordé que fue ese el supremo consejo que don Juan Cañas dio a Rubén Darío cuan– do 10 empujaba a que se fuese a Chile, y el

futuro autor de "Prosas Profanas" encontra–

ba, para efectuar el viaje, las mismas dificul– tades que entonces encontraba Toño Sala-

zar .. .

Son caricaturas de Toño Salazar. Actua– lidades políticas estilizadas de una manera magisteral. Una "suite" que me ha hecho escalofriarme de gusto.

Y por algo tiene que sucederrne esto. Yo tengo mi partecita en los triunfos de Toño Sa– lazar. Yo le empujé, cachazudo. Yo le eché fuera, y ahora, después de haber triunfado en

París, Toño Salazar es arfista en "vedeUe"

nada menos que en esa inmensa Cosmópolis gaucho latina, en ese grandioso y babilónico

Buenos Aires",

ARTURO AMBROGI

"Una tarde llegó a lUÍ casa un mucha– chito. Pachito. Endeble. Paliducho. Ape– nas si era una raya de lápiz vestida de dril relavado y tocada la cabeza con un deterio– rado sombrerito en que la paja amarilleaba. En su fisonomía (una carita jalada, enjuta, de grandes ojos vivaces y pestañas colochas) se reflejaba un prematuro cansancio.

-.iDon Arturo Ambrogi?-, preguntó, así que hubo abierto la persiana de calle, en cu– ya rejilla había llamado con unos golpecitos tímidos de los nudillos.

-Sí, señor. Pase usted adelante. Pasó adelante. El muchachito traía bajo el brazo un gran cadapacio de percalina ver– de atado con cintas grises. -Soy Toño Salazar.

Bueno -pensé- .iY a mí qué? Ese nom– bre, hasta el momento, no significaba nada para mí.

-.iToño Salazar?

-Sí, don Arturo. Soy dibujante, y ven-go a mostrarle mis dibujos.

Eso ya era cosa distinta. .. .. Pasaron los días. d

Encontraba a Salaz¡3-r en la librería, sumi– o. en las revistas ilustradas, y leyendo, tra– raJosamente alguna novedad bibliográfica, a a. que no se podía cortar los folios. En la l!rada. que al saludarme me dirigía Toño, ela yo la interrogación.

"

legítimo mayor

GABRIELA MISTRAL

. Toño Salazar, el "carbonízador"

del ~iempo en que vivimos, reidor

-55-

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