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« Previous Page Table of Contents Next Page »separaiis±a, Y obtuvo en recompensa de su ideal
frustrado, una guerra desoladora, en que fueron arie beligeranfe El Salvador y Honduras a un fado y Guatemala Y Nicaragua por el otro Este hecho que debiera sumir ~n honda tristeza a los unionistas de iodos los hempos, corno un mal síntoma. no dej~ sin embargo de ofrecer, aunque arezcs paradoJa, argumentos favorables a la ne–
~esidad vifalmen±e sentida por nuestros pueblos disgregados, de unirse en una sola Nacio~alidad.
que corno la Cruz en el mundo de la Fe, es un eig¡{o de confradicción en la Historia de Centro
América.
Muchas veces el amor mal dirigido y orien– tado, produce reyerlas aun enire los ~ás uni.dos hermanos, sin que se traduzcan en lrreduchble distanciamiento ¿Por qué no han de haber sido de esa clasa las guerras que, en los momentos mismos de buscarse para la Unión, se hacían 19S
pueblos centroamericanos, sin que de ellas resul– tasen más distanciados? La guerra, que por tan– tos motivos fundaznentales, es uno de los más graves ma~es que .aquejan a las naci<:>nes ~n el Universo, tienen, SIn embargo, en la filosof1a de la historia, su razón de ser profunda, que la hace uno de los ins±n1rnentos mas eficaces de unifica– ción bajo ellábsro santo de la Civilización. Los pueblos que, in!eresadb en un mismo ideal, cho– can enfre si, acaban siempre por conprenderse, logrando o consolidando una más perfecta uni6n
Ejemplos irae la historia a porrillo. España, en sus siete siglos de Reconquista, logró la Uni– dad imperial, peleando espada en mano, y nues– tra América no se hizo una en civilización y cul– tura, sino por medio de la Conquista, que no fue :más que una continuada guerra contra los obsti– nados elementos aborígenes, reacios a la unifi– cación y compenetración con España, bajo la do– minación colonial, ahol a llamada con mejor nombre, unificación imperial En la gran Repú~
blica de Norle América, cuya influencia política ha sido decisiva en la formación democráfiao– republicana de Hispano América, no se consoli– do la Unión, sino con el contundente medio de
la guerra, cuyo fin parece ser siempre: dividir
para unir. Llamóse la del 60, guerra de Sece–
sióll, porque eso quería el Sur rebelde; pero en realidad fue guerra de Unión, porque de su con– flagraci6n, vencedor el Norie con el Presidente Lincoln, que encauzara a más alias fines civili– zadores su resuliado con el expediente de la li–
bertad de los esclavos, resutió una Unión litás
perfecta, establecida para siempre con el carácter de indisoluble y obligaforia, cumpliéndose el e3~
pírüu profético del preámbulo constitucional
y ante esos p;-incipios que la reflexi6n dedu– ce da las enseñanzas de la historia sobre el ca– rácter trascendente de las guerras, promotoras al fin de los mÉls altos propósitos de la Civilización, c':tbe preguntarl ¿No habrían fenido por fin 16–
g:l.co la Unión de Centro América esas guerras en– tre nuestros países, a haber seguido el curso que llevaban? La guerra del 63, con sus preparafi– vos y preliminares de emigraciones políticas, pro– vocó un ir y venir de personajes de unos países a otros, corno diplomáticos o emigrados polífí~
cos, que iban dejando a su paso surcos profun· dos en que corrían después mejor las corrientes de rnúfu6S Bimpatías que significaban al cabo un verdadero acercamiento de nuestras pequeñas nacionalidades.
. En el Gobienlo de Barrios figura como Mi– nlsfro el Dr Tomás Ay6n, nicaragüense, y su presencia, si nos garantiza las sanaD intenciones de aquel gobernante, es prueba manifiesta al
mismo ti~m"po de que los centroamericanos por entonces tenían por patria todas y cada una de las secciones en que se había fraccionado la Fe. deración También vemos que el Presidenfe Ba. rrios sentía como propio el problema elecioral nicaragüense, y con sobra de raz6n, pues ligado a su resu1±ado avisoraba en cierla manera con prelación profética, la guerra del 63, en que se– rían beligerantes opuestos El Salvador y Nicara– gua. ~Cuándo han eslado n1.ás afines los senti. mientos nacionalistas enfre ambas repúblicas, sino en víspera de esa desgraciada guerra? Se rompen las hostilidades entre sus dos gobiernos,
y el Presidente de El Salvador entrega la suerie de sus armas a Jerez, nicaragüense que en Coate– peque había adquirido, por valiente, el cogno. menio del León del Istmo, para ir conflra Nicara. gua, decimos mal, contra el Gobierno de Martí. nez, que para Barrios era ir a su favor Carrera le declara la guerra a Barrios, no como enemigo de ~l Salvador, sino para salvar al país del mal camIno en que Barrios lo precipita, e invadido el teniforio, organiza en Santa Ana un Gobierno salvadoreño con Dueñas de Presidente, y unidos salvadoreños y guafelTlaliecos, combaten al sal~
vadoreño Barrios, vitando por sus ideas libera~
les, al parecer gua±emalieco.
Las guerras ceniroamericanas no son ni han sido nunca para sa±isfacer antagonismos culiu– rales o etnográficos, como han sido las de Euro– p.a. Han tenido el ~arácter de simples gllelTas
CIVtlCS, de unos partidos contra otros, de Gobier– nos contra gobieInos; jamás de países contra paí– ses, que en medio del fragor cle las batallas se han reconocido hermanos, con vivos anhelos de Nacionalidad común, más sentida con el corazón que comprendida con el entendimiento, por lo que nunca salieron de su ardiente fragua más distanciados, efecto que al cabo resutió, cuando se pusieron en paz esfos pueblos a culiivar sus propias entidades políticas, perfeccionándose co~
mo ruedas aisladas, que nunca Se iban a colocar en el engranaje de la Nacionalidad de que eran parles, y ruedas se han quedado hasia la fecha.
De lo expuesto puede deducirse que las gue. nas no eran síntomas de desunión, sino sólo de
incomprensión de los gobiernos que regían SUB
destinos, más atentos a sus propios prevaleci– mieníos que al bienestar general de la gran pa–
tria. Más aún, llegamos a pensar, hasta podnan haber servido con el tiempo de aglutinante his– tórico para la Unión, si no las hubiera mancha– do el personalismo profundo que minaba a sus parles integrantes, desviándolas de su destino Inanifiesto, pero aún así, la misma guerra latente en que pennanecían, recelosos unos de airas por el predominio de la gran idea en cada cual, era la prueba más fehaciente de que estos pueblos estaban unidos en realidad por unos mismos in– tereses e ideales, en cuya persecusi6n chocaban, por la faUa de buena dirección moral, despro–
viaios como estaban de justicia en sus medios de cooperación al fin columbrado en lomananzl9.. ¿Por qué le hizo Carrera la guerra a Barriose' Por BU radicalismo manifiesto? En ese caso po. dría hasta citarse esta guerra, como una pequeña cruzada centroamericana, y el solo decirlo re.. Bulla ridículol No, los m6viles eran puramente políticos, más bien personalistas, necesidad de Carrera de tener en El Salvador un gobierno anti..
go, y sumiso a sus mejores deseos, seguro de BUS
fronteras, cosas que con Barrios le fallaban, por su carácter indepenclien!e y firme. Don J. Anio~
nio Villacorla, en su "Historia de la Axnérica Central", explica así el rompimiento de las Hos– tilidades entre ambos paísesl "El Presidente Ba..
rrios nombró Minis!ro de la Guerra aManuel
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