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nospreoio qua implicaba; pero de acuerdo con algunos miembros del partido, envi6 El la junta al General Fernando Chamarra, a don Ignacio

Padilla y a don Jerónimo Pérez, el historiador que, recuerda esfos episodios . Barrios tapía fá–

cil palabra, y expuso con clandad el obleto de la reunión Después de discus~ones más o me– nos oportunas, se llegó a convenir, corno lo más conveniente, en la candidatura de don Juan Sa– casa, designación saludada con vítores en su ho– nor y del General Barrios El General Chamarra vofó a favor de Sacasa, pero con carácter perso– nal :tan sólo, diciendo que lo hacía sin compro– miso de su partido sobre el que no ejercía in– fluencia deOlsiva A pesar de esa advertencia, los occidentales creyeron festinadamente en la presidencia segura del señor Saca.sa, Poero debi– do a los sucesos inesperados con relaCIón al pro– pio Barrios, ya memados arriba, no tuvo ma– yor trascendencia esa reunión para los desJinos de Nicaragua, que corno se sabe, resolvió, poco después, ese capiial problema, con el patriótico arreglo de la Junfa de Gobierno y el Gobienlo binario de Marlínez y J~ez, hasia la convocaio· ria de elecciones a la COnstituyenie.

Con ~odo y el ningún resuUado práctico de

la Reunión de Nofables provocada por Barrios, no dejó de iener influencia en la polillea nica· ragüense. La negativa de Marfínez de concurrir a la Junta ha de haber producido, como lo insi~

nuamos, mala impresión en Barrios, dejándole en el pecho algún resquem.or, la primera semiw 11a de su antipatía posterior, que creció como ár

w bol de mostaza hasta convertirse en el crudo an

w tagonismo de 1863 con su frágico final de 1865. Barrios, a pesar de haber estado en ~ioaragua,

no tuvo ocasión de conocer al General Martínez, como lo reconoce en una de sus carias, en párra~

to ya ciiado: "Puedo equivocanne, dice, porque

no conozco personalmente al General Tomas Mar– tínez, pero a juzgar por fodos los dafos q,ue fen_ go, pienso que o es un hombre sin energla o in– capaz para la ejecución de un gran proyecto, o procura adormecer a UU.".

En cambio tuvo ocasión de conocer y_ apre–

ciar JJersonalmente al General Fernando Chan1.o– rro, Iniciando al calor de aquella Junta de No–

tables la amisiad que consolidó con el tiempo, como se palpa en las carlas que se publican hoy por primera ve2, amistad que no deja de produ– cir extrañeza en quienes por primera vez se dan cuenfa de ella, dado el aparente antagonismo en que históricamente aparecen colocados los dos ilusfres personajes, el salvadoreño como des~

tacado corifeo del liberalismo y el nicaragüense, como ultramontano recalcifranie, por lo que en anterior capí±ulo procurarnos desvanecer la ra– zón infundada de fal extrañeza.

Pero hay que reconocer, sin embargo, en obediencia a los hechos innegables, que Barrios era indudablemente, cualquiera que hayan sido sus errores, un hombre amplio, sagaz, conoce–

dor y apreciador de los hotnbres, como valores

politicos, y así, no es extraño que en su penna~

nencia en Nicaragua haya sabido comprender y apreciar al General Fernando Chamorro, uno de los valores aufénficos de Nicaragua, por su valor

y heroísmo reconocidos en la Guerra Nacional,

por su ampliiud abnegada en el sacrificio y por

su desprendimienio en política, m.érifos elevados por su Ideal de Nacionalidad, que era en él sin– cero y decidido, como lo había sido en su her~

mano Fruto Chamorra De allí esia especie de antinomia politica aparenfe de la amistad de

Barrios y Chamorra.

No podemos deoir olro lanlo de la amislad

enire Jerez y Barrios, que más bien sufri6 morial herida en esia Junta de Notables, porque Barrios por infonnes verídicos o falsos, creyó que Jerez lo había traicionado, denunciando al General salvadoreño BelloBa, las imenciones que le airi~

huían, con fundamento en su carácter ambicioso y dominanie El enfriamiento de esa amistad fue un hecho notorio, que reconoce el mismo Gámez en su Biografía de Barrios, y si se volvió a reanudar fue debido sin duda a las circuns~

tancias políficas que indujeron a Barrios a pan· sar de nuevo en la Unión Ceniroamericana, co– mo un medio de consolidar su poder, amenaza– do por Gumemala con la satisfaccíón sUnuliánea de satisfacer su gran ideal Barrios necesüaba alianzas y naturalmente pensó en Nicaragua, y

para ello se valió de Jere~, cuyo idealismo le era conocido. Lo llamó para realizar el proyecto que hizo fracasar Marlínez, por el fúJil pretexto de que designaba por capilal San Miguel en vez de León o Chinandega, que propusiera como con~

dición indispensable. Ya dijUllos que Mariínez vió con mala cara esta reanudación de la anlis~

iad de Barrios con Jerez Por qué Barrios se plantó taznhién en este capitulo de la capital provisoria de la Unión? Qué no comprendió que

al no ceder la. ca.püal, comproInetía el pacio? No se mostró Barrios esia vez con la. amplifud qua exigía el éxito mismo del proyeclo. Cedien~

do le habría ganado la partida a Marlínez, que se habría visto compromefido en lo que quería evifar.

Barrios a todo france deseaba la alianza con Nicaragua, y por eso, aun naturalmente contra~

riado, aceptó también, reconociéndolo como un derecho de N iaaragua, rechazado su plan prime.. ro, sustituirlo por el más amplio que propusie· ron en vano a Carrera los comisionados Jerez y Chamorro, a pesar da que coniemplaba la Unión por las vías de hecho y se ofrecía a Carrera la Presidencia. provisoria y la capüal a Guatemala, según el protocolo que llevaron a Guatemala de parle del Gobierno de Martínez, cuyo proceso siguió Barrios con gran interés, según se des– prende de sus reveladoras cartas

No andaba descaminado Barrios al pensar que un tratado de Unión Centroamericana lo con– solidaría en el poder, porque amainaba la unión la fuerza que 10 podía derrocar: la de Carrera Si el Presiclenie de Guatemala acep1aba el plan, siquiera fuese para desarrollarlo con tiempo, ya no tenía nada que femer por eSe lado, y la amis–

tad de Carrera le significaba JJElZ exterior y tran– quilidad interna, como signiflcó guerra y desas–

tre su hostilidad y ruptura Así Se explica que no viese con malos ojos la misión de Chamorro y Jerez a Guaiemala, a pesar de la. contrariedad sufrida en el fracaso de su primer plan, extraño a Guatemala. No lo entusiasmaba la misión na– turalmente, pero si tenía éxito le veía ventajas para su propia posición en Cenira América. In~

discuiiblemente, del éxito de la misión unionista de Chamorro y Jerez dependía, como de un hilo, la suerie futura de Barrios.

En cambio, Carrera, que no necesifaba de la

Unión para asegurar su predominio político abso– lulo en Guatemala, de que gozaba sin protesia visible alguna, ni temía a Barrios 1a110 de fuer– zas para hacerle daño, rechazó de plano la pro~

puesta de Nicaragua, sin que hallara el menor halago en su corazón la cfana de la Presidencia de Ceniro América ni la influencia qua signifi– caba tener a Guatemala :por capital de la nueva República. Podrá conslderarse honrosa para Carrera esa negafivar Hennoso hubiera sido su

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