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• os Y PROTECTORADO DE LA RELIGION DE JE. SUCRISTO, DEL CULTO CATOLICO y DE SUS DIG· NOS MINISTROS?" El eclesiáslico responderá,

"Si juro", Luego añadirá el Presidenie de la

Repúblical "Si así lo hiciereis, Dios Omnipo~

tente os premie, y si no EL os lo demande"

Leyendo uno, a la alfura de los :tiempos mo· darnos. esa fónnula en que se reconoce la Omni– potencia de Dios, se invoca su nombre y los San. tos Evangelios y se establece por fin de la ley el bienestar del pueblo, la protección de la religión de Jesucristo. del cullo cafólico y de sus dignos ministros, no sale uno de la sorpresa que le pro– duce, cómo ha podido el clero salvadoreño ne– garse a tal juramento, en que se cun1.plían los requisitos más eyJgenfes de la religión Hasia llega uno realmente a sospechar que tal neganva obedecía corno temía el General Barrios, a que el clero estaba supedifado a extraña y hostil in– fh.tencia, a maniobra política del orden, si es que no eran inexplicables escrúpulos de conciencia, incomprensión cerrada, nacida del prejuicio his· lárico existente contra todo juramento constitu– cional, como el impuesto por los corifeos de la Revolución Francesa

OuerenlOS pensar e"'~;fo úllirno. en honor del clero salvadoreño de entonces y del Obispo Zal– daña, a quienes, temerosos sin duda de un re– medo de aquella Revolución en su Patria, les fal– tó el discernimiento necesario para distinguir la diferencia enire el juramento .exigido al clero francés de fidelidad a una ley notoriamente im– pía, y el que se pedía al clero salvadoreño. tal vez por imprudencia excesiva del receloso man· datario, pero no a una constitución anticatólica, sino a una netamente católica que declaraba la unión de la 19lesia y del Estado y atribuía el patronato eclesiástico al Jefe de la Nación

Esta verdad hizo sin duda que el Papa Pio IX, anie cuyo conocimíenfo se present6 el caso, lo fallase a favor de Barrios. ordenando al clero que prestase el juramento exigido por la ley, en afenci6n, como dice la nota del Cardenal Anto· nelli, Secretario de Estado de Pío IX, a que el Gobierno "con la mira de arreglar de algún mo– do este negocio, ha declarado expresamente por medio de su Ministro Plenipotenciario cérea de la Santa Sede que no es su animo obl1g8l' llor el meneic:anado juramento a los clérigos y los legos

a cosa alguna que ItO sea confontlc con las leyes

ele Dlas y de la. Iglesia, según se deja. ver en la adjunta copia Y como memanfe esta dedal'a.. ción ha desapa:rec::ido aquel vicio, po: el cual an"

tes se llegaba el j\ltiunen1o, Su Santidad permite en lo de adelante lo puedan prestar absoluta· mente los ciudadanos de la misma República, tamo legos como clérigos". 1 Cuán admirable es la prudencia de la Sanie Sede! ¡Con qué deli_ cadeza salva siempre el principio de auJoridadl En l?U nota conirariando al Obispo Zaldaña. se palpa esa admirable prudencia, pues COll\O dán· dole la razón en su conducta previa, fundada en

temores al pe:recer racionales, corrige su actitud

haciéndole ver que han desapareCIdo las razo– nes en que las fundaba I

En nuestra opinión, form.ada después de una atenta lectura de los documentos de la fecha., el General Gerardo Barrios no fue más, en materia de ideología. que un Presidente que se adelantó a su época, rompiendo la crisálida de prejuicios reinantes sobre las anquilosadas relaciones de la Iglesia con el Esiado, no lUnpío naiuralmeme de errores fundamenJales sobre la categoría del Po– der Civil, al que le daba demasiada preponde– rancia, pero sin llegar a tocar la frontera revolu~

cionaria, que traspasó posferionnente en Guate– mala la reacción contra el sistema de Carrera. en una exiensión e intensidad fal, que sólo expli– ca la presión ejercida por el absolutismo del adversario y vencedor del General Barrios ante– cedentes sin los cuales no habria podido llegar a los extremos a que llegó la Revolución Guafe-mal1eca del 71 .

En el prólogo que escribí para el Diario In.. tbno de don Enrique Guzmán, en 1912, explico la fuerza del antecedente histórico en el caso concreio de Guatemala de esta manera, que .me parece oporluno filial a este capítulo:

"En presencia del recuerdo de estas trisfes realidades lla tiranía de Rufino Barrios), oCú– rresenos Ulla pregunÍa: ¿,Cómo soporló Guaie– mala la firanía de Barrios? ¿Cómo no hubo reac– ción, después de caído? La explicación la ha· lIamos en los errores políticos que cometieron los conservadores en el gobierno de aquel pue~

hl0 Carrera. rodeado de los liberales, habría he– cho una adminisiración defesfable, mas como a pesar de sus defedos podía aprovecharse en sen– !ido del bien por sus cualidades, pensaron los conservadores guatemaHecos redUCIrlos a mejo–

l es términos, no escatimándole su apoyo, pues no vieron otro modo de acabar con su poderío que dirigir su fuel za, sopoll1:ándola, hacia el bien Ciario qua amansaron su fiereza y domaron los' impefus salvajes del indio de MUa, cierto que el gobierno conservador de Carrera tuvo mucho de bueno y promovió el progreso de Guatemala; pe– lona es menos cierto que, como no daban un ejemplo republicano, estaban mal enseñando al pueblo a no preocuparse de la políiica, con lo que destruían su conciencia ciudadana; de esla

5Uerte crearon un pueblo apJo pua soportar re–

signado loda manía, por oJlrobiosa que fuese"..

Han pasado algunos años de esa explicación y no he enconJrado en la filosofía de la historia motivo para rectificarla, y ahora que la traigo a colación en cotejo de la ideología de Barrios, no puedo menos de sentir que no haya encontrado apoyo en el clero la política de este preclaro va– ran que se ama, enfre sus friunfos morales, con el fallo de ian gran Papa como Pío IX. que le dio la razón en su lucha con el clero

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JEREZ Y BARRIOS

_ La historia de Nicaragua esiá llena de ense– nanzas. Tiene peculiaridades que no se encuen· tran semejantes en el resto de Ceniro América, y

una de ellas es sin duda su inquiefud legendaria cuando Se desconoce en la práctica el principio

de la aUernabilidad en el poder. que es vifal para una vida verdaderamente republicana y democrwica.

En el primer período del General TOIUás

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