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1er tor±illas, se la abre y le pregunta, cuál es, el deseo de su llamado; a lo que el Pre– si<ienfe le confesfa, que busca a su espo– so don Sirneón; mas éste no está en la casa. Don Pedro Joaquín obedeciendo a su natural impulso de resolver allí nUs– mo

la. situación, manifiesta. el deseo de es– perarlo; entra, se sienta en un taburete de cuero y enfabla conversación con la se– ñora, sin decirle quién es él.

De la conversación conoce el Presi– denfe Chamorro, que don Simeón, no es malo, sino un fanático caudillis±a por quien podría sacrificar su propia vida; que es, uno de esos sencillos que ,creen, en las palabras de los líderes políticos, que envenenan sus corazones, para sacar de ellos el sacrificio de su sangre, y, olvi– darlos miserablemente después.

Conoce fambién que don Sirneón tie– ne varios hijos con su esposa y que viven en la mayor pobreza, circunstancias que aprovecha para presentar a la señora de Delgado, que se espanta de admiración, pues, no llegaba a comprender, que ese incógnito visitante fuerr:i en realidad el Presidente de la Répúb~ica, odiado por su marido. Mas, don Pedrt;l "Joaquín le ha– bla con palabras de confianza y de amis– tad, y su ánimo se aquieta y tranquiliza; 'Y ,llena de gratitud y regocijo, r~ú:::ibe del Presidén±e dinero y promesas de mejores condiciones de vida. Con estos nobles actos, la esposa de dori' Sirneón ve, en el Presidente Chamorro, un ,protector verda– dero y no un feroz gob~rnah±e Cortto les habían hecho creer, y sale a la calle en busca de ~u marido. 4 poco regresa con

d~n Simeón¡ y éste alelado, confuso, ner-

vioso, con el sombrero de palma en la mano y la cutacha al cinto, da las buenas fardes a su ilustre visitante. El General Chamorro de pies, tiende la m.ano a don Simeón, y con acento suave en sus pala– bras, después del saludo, le pide que le diga con toda franqueza, qué motivos ne– ne para odiarlo, si alguna vez le .ha hecho algún mal en su persona, si ha derraznado sangre de su familia, o si le conoce algu– na accicf>n de ve:rgüen~~ para la Patria, don Simeón no responde y solamente da vue1±as en sus manos al sombrero y baja: la mirada. El Presidente continúa en sus interrogaciones, le pone la mano en el hombro y lo invita a ir a cenar con él. Don Sirneón acepta, y los tres salen de aquella' humilde casa como ires buenos amigos, en una tarde de fiesta. Demás está deGir, que al día siguiente don Si– meón Delgado (a) "Pulga", coniaba co– rno a u~o de sus buenos amigos al Presi– dente d~ la República, don Pedro Joaquín Chamarro, y desde entonces fué para él, su fiel V. leal soldado, y murió venerando al Genefal Chamorro. .

Es :una, anécdota real y cierta, que entraña una lección bella, para los gober-:– nantes que se llenan de vanidades en sus puestos, efímeros, que no dejan más re–

cuerdo"que ~l de sus ~9±OS buenos ~

~aloS. "

(De mi ~ibro, "Anecdota#o criollo").

,

.

La presencia d~l Gral~ don Pech"o Joa– quín Chamorro énLeÓn.,: dejó so19 agra– dables y buenos recu~rdo$; COInf¡> la. cr~a­

ción de la em.prés~ del ?igua. pa;ra. el su.: terito de la ciudad, elé la que ya hemos hablado, en Capítulos anteriores. "

1881

9ltdtituto '11acioltaL de <9ccideltte

Nuestra cultura educacional, en la suponerse jamás el Aula, en donde existan

d d I d I las barricadas y los campos d,e lucha y de segun a parte e pasa o Sig o XIX. exferminio. Esta desgrac~adasi±u~ción ha La enseñanza, o vida docente de Ni- hecho que, en Nicaragua., su elemento hu– caragua, ha venido surgiendo lentamen- Ill.ano haya recibido a pa.so lento y cansi– te, por no decir atrasada, en un Ill.ovi- no, la munífica obra de la instrucción. miento armonizado con su vida políi~ca, Es±e lento andar de nuestra cul±ura encaminada ésta, en los años siguientes intelectual, nos lo deInuesfra con sus fran– a la independencia, casi únicamente, a la cos hechos, la historia de nuestra patria, destrucción y a la Ill.Uer±e. en las épocas que podernos dividir: antes

La ctl1±ura intelectual de los pueblos, y después de la independencia. . supone siempre un ambiente clC3 paz y de En la priInera, ha y un :tranquilo y

órden, en un respeto mutuo entre los Go- acomodc:lÍicio Ill.odo de ,vivir; "época clá– hiernos y gobernados, ya qu~, no' pt;1ede sica dE;) ir~bajo metc?di<ió, .y pacíf~co que

,-, ,,~73-,'

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