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(Memoria de Hacienda de don Emilio Benard, en 1877, Pág. 35).

Cómo eran los aparatos telegráficos.

"Los aparatos telegráficos e!an los llamados de fira y en las poblacIones el alambre iba en los aleros de las casas. Se cobraban 20 centavos por diez pala– bras. En 1878 se construyó la línea ±ele– gráfica de Masaya a Jino±epe.

"Por convenio celebrado el 7 de ene– ro de 1878 eníre don Ramón Rosa por parte de Honduras y don Gilberío Larios por paríe de Nicaragua, se convino en lle– var la línea hasía Honduras, extensiva pa– ra Nicaragua hasía. El Salvador y Guate– mala; y para Honduras extensiva hasía Cosía Rica. Sin embargo, con esta última República no se unió el telégrafo de Ni– caragua hasta el 23 de enero de 1879, fe– cha de la convención eníre don Jesús Monterrey en nombre de Costa Rica y don Mé,\riano Montealegre en el de Nicaragua. Para. llevar la línea a Honduras se cons– truyó una de Chichigalpa a Somt:>fillo, que también fué concluída durante la admi– nistración del señor Chamarra, en enero de 1879. De manera que la administra– ción de don Pedro Joaquín Ch~rnorro de– jó a Nicaragua comunicado por telégrafo con el resío de Cent:ro América".

(Todos estos datos fueron tomados. de la im.por±an±e Obra, "Biograf¡a de don Pe– dro Joaquín Chamorro; de don Estéban Escobar) .

El G~neral don Pedro Joaquín Chamarro,

en León.

Fué en el mes de Mayo de 1875 –

La Han. Municipalidad de León, con el deseo de dar mayor suntuosidad a la so– lemne fiesta del Corpus Crisfi, que anual– mente celebraba, invitó al Señor Presi– dente de la República Gral. don Pedro Joaquín Chamarra, a que asistiera a ella.

León guardaba todavía en su pecho de ciudad rebelde, el más intenso encono para el Presidente Chamarra; porque creía que le había quitado de las manos con el voto de una mayoría impuesta, el gobier– no de la República, en las elecciones del

4 de Octubre del año anterior de 1874. En León se tenía, pues, por seguro, que el triunfo del General Chamarra, era debido

a ilegales maniobras del Poder Ejecutivo que presidía don Vicente Quadra; y, no se conformaban los leoneses con la derrota de su candidato liberal Dr. don Buenaven-fura Selva. .

Esto hacía mantener en el ánimo de

la ciudad, un espíritu de guerra que, es-

±Uva a punfo de estallar con la intentona del "Chilamate", en el mes de febrero; en la que, según versiones oficiales, salieron comprometidos varios Representantes al Congreso Nacional, sobre todo occidenta– les, y, a quienes se les hizo sufrir justa o injus±am.ente, el doloroso castigo del des– fierro.

Por íodas estas circunstancias había en la ciudad una antipatía rayana en odio para el General Chamorro; al extremo de que, por muchas bocas se decía pública– m.en±e, que estaban listos y dispuestos a ultirnarlo, individuos bien reconocidos por su coraje y decisión. Corno ésto lo sabía bien el Presidente Chamorro, se tenía en León la seguridad de que, no aceptaría la invitación de la Honorable Corporación municipal.

Más, no fué así; y, gran asom.bro cau– só el General Cham.orro entre sus partida– rios y amigos y aún, entre sus mismos opositores, cuando lo vieron un día del m.es citado, montado en brioso corcel ±o– mar el camino para León, sin 1l1ás ejér– cllo, que unos cuantos an1.igos, ni más ar– m.as, que las pistolas que llevaban ,en sus bolsas. No Inenos asombro y, mas que fado, inquietud, causó su llegada en León, en el que todos sus habitantes se pregun– taban lo que podía suceder.

Pero el General Chamarra que había dicho en su Manifiesto al pueblo nicara– güense, que cualesquiera que fuesen los obstáculos con que ±ropezara",iendría por Nor±e de sus actos la felicidad de los pue– blos que le habían encomendado la di– rección de sus destinos, no vió ningún eneInigo en el leonés; no sin~ió para la ciudad huraña el mezquino localismo, ni hizo en los leoneses la torpe excepción partidista; y se les entró directo y sin m.ie– do, con la resolución suprema de un con– quis±ador de afectos.

Ya el Gral. Chamorro en plena ciu– dad de León, pregunta por el que se le había indicado cómo su futuro m.afador: el señor Simeón Delgado, (a) "Pulga", hom.bre de pelo en pecho, profundo anti– chamorris±a. Quiere conocerlo, presen±ár– sele cara a cara, pero, en su propia casa, es decir, en la de "Pulga"; y, hacia ella se encamina con la sóla com.pañía de su Minis±ro don Anselmo H. Rivas. Era de ver, según cuentan las tradiciones, en aquellas largas y arenosas calles del ba– rrio de Saragoza, al Presidente de la Re– pública, caminando a paso firme y sereno, en busca de su prefendido agresor, que vive en el m.encionado barrio en una hu–

milde y desaliñada casa~

Llega el Presidente, toca la desvenci– jada puerta con su bastón y, una m.ujer sudorosa y cansada por el trabajo de rno- -272---

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