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« Previous Page Table of Contents Next Page »bada por el rugido constante del volcán Mo.. rnotombo, irritado por aquellos crímenes. De las fundaciones de Hernández, sólo perrn.ane– ce Granada, cara al Gran Lago, luchando con adversa suerte para desenvolverse y cumplir el destino que le señaló el granadino de las dos Granadas.
Es posible que Hernández al morir haya consagrado su último pensamiento a las dos Granadas. Se diría: La Granada mía en que nací, la Granada n'Úa la que fundé. En ese trágico personaje, que no pudo cumplir la obra de su vida, reside el nudo de la her– mandad proclamada en el Escudo de azule– jos, generoso obsequio de la Municipalidad de la Granada de España, punto de partida de aquella cornplicada existencia.
No he podido constatar cuantos grana– dinos vendrían a Nicaragua con Hernández de Córdoba. He registrado la lista de su ejér– cito en "un documento sobre la repartición del oro que produjo la conquista de Nicara– gua", que se guarda en el archivo de San Jo– sé de Costa Rica. Desgraciadam.enfe no se anota en ella en donde nació cada uno de los nominados. Sus cuentas arrojan la ga– nancia para Hernández de "trece mil sete– cientos cincuenta pesos de buen oro".
Bien poco para tantos riesgos corno co– rrió. Esa investigación la hice para expli– carme las similitudes de carácter entre la gente de las dos Granadas. aPudo haberlas producido el solo espíritu del Fundador? aSe– ría tan poderoso el soplo de su aliento de gra– nadino enam.orado de la ciudad en que na– ció, y enamorado también del paisaje en que fundó?
He leído en Una Guía Del Viajero, sobre la Granada española:: "Espiritualmente com.– plicados, cerradarnente localistas a veces tam~
bién, por paradoja, dejando escapar su espí–
ritu tras todo valor universal, los granadinos
r andaluces ariscos znás am.an±es de la grave– dad que del regocijo, más irónicos que ale– gres, y cuando a~egres, sobrios en su alegría, más concentrados que expansivos, de inteli– gencia ágil y percepción aguda, ponen su acento sutil y grave en el idioma íntimo de Andalucía. Acentúa este carácter un mafíz de indolencia en el que apoyan un concepto fatalista de la vida, que les defiende del en– tusiasmo inmediato y fácil, tendencia mani– festada en refranes y modálidades expresivas de su lenguaje".
Este traje le viene al granadino nicara– giiense, mestizo de español e indio, que acep– ta muy complacido para su ciudad la catego– ría de hermana m.enor de la Granada espa– ñola y morisca, y se com.place en ver brillar el Escudo en la mayólica de azul y blanco, que son los colores que dominan en la ban– dera y en el paisaje de Nicaragua.
CA.RLOS CU4DRA PASOS
La ciudad de León, en donde fue ente– rrado el Fundador, ya no existe. Su pobla– ción se trasladó leguas lejos de los lagos, hu– yendo de la costa manchada por la sangre del Fundador y del primer Obispo, y pertur-
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fundaron ciudad o familia. Así. cuenta tam– bién la historia que cuando Féderrn.an, el tu– desco, que vino a América, y expedicionó por Colombia, le preguntó a González Xirnénez de Ouezada:~cómo llamáis a esta Herra? Contestó Ouezada:
De la Nueva Granada la llamo, por la ciudad en que nací. .
Hernández de Córdoba, trazó plazas, ca– lles, templos, con imaginación de andaluz. Trajo a hombros de indios el primer bergan– tín y 10 lanzó sobre las olas del Lago. Cada día, al recorrer en su caballo la fierra llana
r ensanchaba más y más con sus ilusiones el perímetro de Granada. Pero sus tareas de conquistador 10 llevaron hacia el occidente
y el Nortel fundó la ciudad de León, la ge– mela de Granada. Iba y venía en grande ac– fividad. Sus conquistas llegaron hasta la frontera de Honduras. Destacaba a sus su– bordinados, que le iban después a superar en fama, para concluir la pacificación de la pro– vincia. Otro día despachaba a Hernández de Soto a explorar el Gran Lago, cuyas aguas ha– cían horizontes al divisarlas desde las costas granadinas. Todos le llamaban el Funda– dor. Por tal le reconocían y le acataban la gente india de Xalteva ya cristian~adas.
Pero al viejo zorro de Pedrarias le in– :tranquilizaba ese crecer de personalidad en su Teniente de Gobernación, el mozalbete granadino. Por la misma calidad en que fundó su elección, principió a desconfiar de su crecimiento. Se decía:: gente peligrosa re– sulta la granadina.
y el viejo Pedrarias, mayor de ochenta años, cargaba el al.rna de ambición y de codi– cia, y recargada, en ese momento, de sospe– chas y crueldades, se dejó venir a Nicaragua para desbaratar y reprinrir supuestas o rea– les intentonas de alzamiento de su Teniente. Vino, puso en prisión a Hernández, le juzgó con prisa y le condenó sin razón. Esto suce– dió en León, la ciudad gemela de Granada, capital de la provincia. Subió al patíbulo Hernández de Córdoba con valor de soldado, y con resignación de cristiano. Dijo al incli– nar la cabeza al hacha del verdugo: "Ved el crimen que se comete en mí. Como no puedo apelar al Rey, decidle a Pedrarias, que a Dios apelo, y lo emplazo ante su justicia".
y rodó la cabeza de Francisco Hernández de Córdoba, joven. granadino, soldado de for– tuna e infortunado, que sin llegar a los cua– renta años, fue Teniente Gobernador, Capitán General, conquistador de tierras para España y fundador de ciudades para Nicaragua.
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