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« Previous Page Table of Contents Next Page »Como el tratado Castrillo..Knox estaba completa– mente . perdido, aunque no así el tratado canalera
Weitzell~Chamorto, se sugirió que pdra.a'ségurar el buen trato de fas banqueros, se podría ihdúir alguna cláu– sula de protección en el tratado canalera pendiente, y
de aquí se originó la necesidad' de cambiarlo y hacer
undn~evo. Mr. Bryan consultó el caso con el Senador Bacon, líder de la oposición democrática a la política del' dólar, y este Senador le sugirió a Bryan la inclusión
de'~ Iti Enmienda Platt. La idea fue propuesta al Go– bierno de Nicaragua, y aceptada por don Adolfo Díaz. Hasta entonces, la intervención americana estaba su– jeta a fas vías de hecho, y se pensó que aceptando la Enmienda Platt se legalizaba la ¡'nfervención responsa– bilizando al Gobierno Americano de sus fatales conse– cuencias. Si hubo error en esta creencia, lo excusa la – buena intenci6n que prevaleció, según' nos con'sta, en
los hombres de aquel Gobierno.
En el intermedio de esa discusión dejó de ser Mi– nistro de Nicaragua el Dr. Castrillo y presentó sus credenciales el General Chamorro, que hasta entonces no se impuso de las negociaciones informales manteni– das con Bryan. Hemos de confesar que el General Chamorro no estuvo de acuerdo con éllas al principio,
y se negó á firmar la nota pidiendo la celebración del
nuevo tratado, según. lo sugerido por Washington, exi–
g~ncia que, como ,es costumbre en Jo diplomacia americana, le hicieron al Gobierno de Nicaragua. El pre.texto que dio el General Chamarra fue el de que no tenfa instrucciones directas de su gobierno para hacer– lo; se avisó a Managua, y no tardaron en llegar las ci– tadas instrucciones. Yo con la venia del Gobierno de
Ni~q'ragua; el Depártamento de. Estado pre'sentó al Se· nodo el proyecto de Canal, incluy~ndd la' Enmienda
Pfgft en su artiCulado, sin habe'rse firmado definitiva–
mJ~nte todaví1a, cómó en cOhsult¿,/ era un trotado pro– formo, y así se discutió en el Com.ité de Relaciónes del Seriado, teátr<D de toda clase de intrigas contra el Go-
bierno de Nicorágua. ' .' ."
, Dos grandes escandalizados de nuéstra actitud ar:nericanista hubo en ese tieh1Po:', En el interior de Ni–
c.a~água, el Partido Liberal, opuesto a toda intervención
qú~: se les vénía encima oplastonte y avasallado"a, y s~
aFtitud era naturalmente racional', explicable. En el
exterior, todos Jos pueblos latinoamericanos, que té– mían y recelaban del lIamadQ imperialismb yanqui, a pe$ar de los prótestas reiteradas de los políticos de aquella gran nación; de que no pretendían, ni uno pul– gdda de tierra abajo del Río Grande. Pero el tiempo todo lo transforma, y con el tiempo los liberales nicara– güenses comprendieron que no era tan fiero el león, como lo pintan y transigieron con los yanquis. Yo
antes hemos dicho que, como existían ciertos rozadu– ras, entre el trotado canalera y la constitución vigente, cuando, bajo el gobierno liberal, se reformó lo constitu–
~i?n, se incluyó un artículo, con el voto mayoritario del liberalismo poro qué no hubiera rozadura con la Cons– titución, bajo cuyo palio se reafirmó el Trotado Cha.. morro-Bryan, ya prohijado por el Partido' Liberal. Primer triunfO' ~. del . conservatismo intervencionista: atraer a sus oposito'te,s'a su p,rqpio can:'po~ . En cuanto o Latino Am~~ié:a, la actitud .que todos
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los países han adoptado frente a los Estados Unidos en nuestrOs tiempos, con muy ro'ras y. sospechosas excep– ciones, es lél de la confianza más completa en los Esta– dos Unidos, la misma en el esprritu que repetidas veces, en documentos públicos que hablan por todos, demostró Nicaragua; era la causa que le imponía s.u conducta favorable a los americanos.
En el tratado canal, por ejemplo, produjo escán– dalo la concesión de unas bases navales que ni en tiempo de la guerra ocuparon los yanquis, y nadie se escandalizó de que casi todos los paíiSes hispanoameri– canos hicieron iguaJes' concesiones para la defensa del continente, en nuestro tiempo. Nicaragua se adelantó pues, en un cuarto de siglo; Q esa actitud colaboracio– nista de Latino América con su actitud conscientemente asumida por un núcfeo de dirigentes conservadores, contra la opinión de muchos de sus mismos correligio– narios, que se mostraban recelosos y hasta hostiles. Dichosamente, para nosotros, en ese momento plástico de la historia nicaragüense, gracias a la com– prensión del Presidente don Adolfo Díaz, que se rodeó de una minoría consciente, no prevaleció el pensamien– to de la masa, y así Nicaragua pudo salir del caos po– lítico y económico en que la dejaran los 18 años de la tiraní'a zelayista y el largo año del desbarajuste revo– lucionario, perturbador de los sanos conceptos del orden sociól y político, dejando ton hondas huellos de su paso esa minoría auténtica que dominó con Díaz que cuando, poco después, se impuso en la política con– servadora el predominio de la masa, no pudo salirse del todo del cquce abierto por la minoría conservadora, cuyo impronta trascendió hasta el Partido Liberal que siguió sus huellas tanto en lo religioso" como en sus relaciones con el americanismó.
Mas, etomo prejuicio és mos duro de arrancar que una muela impactada, ros. dejaremos en el uso de su prejuicio, ateniéndonos nosotros a los resultados histó· ricos que hablan niueho más alto que 165 prejuicios, resultados que nos muestran, con evidencia histórica indiscutible, ---a} que la actitud conservadora ante los Estados Unidos, a la hora de la lirma del Tratado Cho· morro-Bryan fue adoptado posteriormente por todo Latino América, que puso su confianZa énfera, para la defensa del Continente en marias de los Estados Unidos. b) que e{ Partido Liberal, que desacreditó, como pudo aquella acción conservadora, acabó adoptando el tratado COmo propio, mejorando su condición consti– tucional en 1939, c;uando estableció que no afectaba lo soberanía nacional ni la intangibilidad del territorio nicaragüense la celebración de un tratado "que tenga por objeto la construcción, saneamiento, operación y
defensa de un canal interoceánico a través del territorio nacional".
Estos dos hechos cumbres hablan más alto, deci– mos, que todo el cúmulo de diatribas y ataques de que fueron objeto, no sólo en Nicaragua, sino aún en Latino América, donde la grita fUe tan grande que no dejó de preocupar enormemente a los políticos norteamerica· nos, que presentían desde entonces ,la necesidad de tener una opinión favorable en todo el Continente, para su defensa en la probable guerra con el Jap6n que tode el mundo veía inevitable, como sucedió al cabo.
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