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« Previous Page Table of Contents Next Page »de capturar la Ruta del Tránsito, en poder 'de1 enemigó. Nuestra justa esperanza era que los Democráticos del Departamento' Meridional acudirían presurosos a nosotros tan pronto como les ofreciéramos garantías de protección.
El pequeño grupo de hombres que Walker había traído estaba. admirablemente dotado de oficiales. Yo había estado muy activo en que se llevaran a cabo los arreglos por los cuales el Coronel Walker tuviera oportunidad de probar su habilidad para concertar una paz con el enemigo libre de la interferencia del intr¡~
gante Comandante en Jefe, Muñoz. Pero mi ánimo no se podía disponer a que yo me asociara con ellos.
POSICION DEL AUTOR
Hasta aquí: mi posición, aunque restricto en poder, había sido independiente y era adversa a aceptar la posición de ayudante del Oficial en Comando quien desconoda enteramente a esta gente y su modo de guerrear, además, en el poco tiempo que tenía de co– nocerlo, yo había observado cierta testarudez de su parte en cosas triviales que auguraban un carácter despótico al que yo no est<Zíba dispuesto a someterme. Pero, sin embargo cuando yo expresé mis intenciones de quedarme en León, me di cuenta de que no sólo el Coronel Walker sino todos sus oficiales habían contado tanto en que yo los acompañaría, que sacrifiqué' mi sentir personal al sentimiento de obligación hacia mis compatriotas para quienes, yo bien sabía, mis expe– riencias adquiridas les serían muy valiosas, y así con– sentí< ir con ellos.
Méndez declaró que si yo iba, él también iría y así
l lo hizo empujado quizás por el placer de aventuras que eran para él como el aire que respiraba. Walker, que supo comprender el carácter de este soldado de fortuna, me dijo en inglés (tan pronto como Méndez había concluído de expresar su devoción por los Ame– ricanos y por "la sagrada causa de la libertad") que probablemente los bolsillos de Méndez ya estarían agotados y esperaba llenarlos de nuevo a expensas del enemigo.
SALIDA DEL REALEJO
Las fuerzas fueron embarcadas en el Vesta y sa– lieron del puerto del Realejo el 23 de Junio de 1855.
El Coronel Ramírez a quien yo había conocido en el sitio de Granada era un oficial inconspicuo, fue muy tardado en presentar su comando al Coronel Walker, y en vez de los 500 hombres prometidos solo llevó me"7 nos de 150. Cierto amigo mío, nicaragüense, me había advertido que Ramírez no soló era un hombre de inferior capacidad y coraje en el campo sino que era también un muñeco de Muñoz. El Coronel Walker, a quien yo le traspasé esta información, no le dio nin– guna importancia a ésto. La razón que tenía para esta indiferencia era su desorbitada confianza en la habilidad de sus pocos americanos para conquistar, sin ayuda alguna, cualquier número de nativos. Sus errados dicernimientos sobré lo que tendré ocasión otra vez de comentar, fueron la falta de un hombre muy valiente,' pero faltas son faltas, ya que ellas envuelven errores de cálculo en la adaptación de los medios para
un fin, fuera de que frecuentemente ocasionaba inne– cesarias pérdidas de vido.
Después de cUátro miserables días de navegación, zumbados poro acá y para allá por los vientos contra– rios, llegamos a un pequeño puerto unas pocas leguas al norte de San Juan del Sur, al Gigante, cerca de Brito, el puerto que tarde o temprano será destinado a ser el término de un canal interoceánico, cuando el interés del comercio pueda llamar la atención de los legislado– res desligados de intereses privados. Esta es la ruta más factible que ha sido propuesta. Esto lo digo por– que tuve la oportunidad de comparar personalmente todas las diferentes rutas que han sido propuestas. Este punto fue escogido por Walker para desem– barcar" porque él, es natural, temía que el enemigo, que sin duda ya habPa sido informado de nuestra sali– da de El Realejo, intentaría hacer fuerte oposición para nuestro desembarque en San Juan. Y como sus inten– ciones eran atacar al enemigo en sus posiciones de Rivas el dese/11barque aquí era lo mismo que en cual– quier otra parte.
Yo había estado muy enfermo durante el viaje con un ataque de desintería y sufrí además mareo, y por ésto el Doctor me recomendó que no bajara a tierra porque aunque la transportación fuera favorable yo no estaba apto para el servicio. Las condiciones eran muy desfavorables para la marcha de 20 millas a Rivas, ésta había de llevarse a efecto en la obscuridad bajo una lluvia torrencial y por montes sin caminos.
DESEMBARCO Y. MARCHA
Ningún argumento me pudo convencer de que yo debiera quedarme a bardo y así decidí desembarcar alentado por la promesa del Coronel de que tendría toda la ayuda posible de los soldados.
Al desembarcar el bote en que yo iba, golpeó re– cio en el fondo yero tanta mi' debilidad que caí al agua y gracias a la pronta ayuda de mis compañeros no perecí ahogado.
Comenzamos la marcha a media noche bajo to– rrentes de agua y para mayor desgracia el camino era difí'cil de encontrarse en la obscuridad lo que nos forzó a esperar a que la noche aclarara un poco. Sería im– posible imaginarse un sujeto más miserable que como yo me sentía mientras estaba echado bajo la lluvia en el puro suelo lodoso. Cuando el camino se descubrió reanudamos la marcha; un soldado me sujetaba a cada lado pues, yo estaba demasiado débil para mantenerme de pies sin asistencia.
Al día siguiente cesó la lluvia pero la marcha erc~
pésima; y no fue sino hasta las nueVe de la noche que llegamos a la Villa de Tola. A estas horas.ya estaba lloviendo otra vez más recio que el día anterior. Es– tábamos a 9 millas de Rivas, pero no en condiciones de atacar la ciudad y se decidió que sería mejor alo– jarse y descansar en esta Villa. Algunos de los natj.,. vos que conocían el lugar nos informaron que había allí un cuartel del gobierno en el cual se acostumbraba mantener retenes en tiempo de guerra como una pro– tección y como medio de információn ti las fuerzas de Rivas.
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