Page 42 - RC_1964_02_N41

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de tnero de. 1956, .,debo conf~sar q~é yo propuse. a

. colega nlcaraguense que lncluyeramos una dlS–

%'tU • ción por la que ambos países se otorgaran el

~os~cho mutuo de libre navegación en todas las vías

f1 e~iales fronterizas de navegación. El Dr. Sevilla u yó que el Tratado debía circunscribirse a los pro-

ere , . d' f t' t· 1

bl mas pohhcos pen len es, yo acep e su . eS1S, y e

e " asunto no paso a mas.

HoY los Hempos han cambiado. La Integraoión Centroamericana ha traido un nuevo espíritu istme– ño que no haría siquiera necesaria una fórmula de renuncias mutuas de derechos soberanos. A su vez airas parles del mundo han concebido instrumentos insfüucionales que hacen más fácil construir el me– canismo jurídico que se necesita para el caso.

Desde 1960, por ejemplo, está funcionando en– tre Estados Unidos y Canadá la Autoridad del Río

San Lorenzo que ha permitido a esas dos naciones sacar el máximo provecho común a esa gran vía de comunicación. Un mecanismo administrativo con autoridad suficiente -y sin que ninguno de los dos países renuncie a la soberanía sobre sus respecfivos ierrliorios- se ha encargado de planear la canali–

z~ción del río y sus afluencias, de exploiar sus po– sibilidades hidroeléctricas y de la compleja admi– nistración y conservación del sistema. Por cierlo que hubo círculos. de opinión en los Estados Unidos que se opusieron a la idea por muchos años, pero al fin se llegó a un convenio que hoy sólo beneficios ha traído a las dos naciones.

Por qué no podemos Nicaragua y Costa Rica hacer otro tanto? Que el Río San Juan y los Lagos sigan siendo nicaragüenses, que los ríos Frío, San Carlos, Sarapiquí y Colorado y las Lagunas de Tor– fuguero sigan siendo costarricenses. Pero que los dos países integren un organismo común que se en– cargue de darle el máximo desarrollo posible a foda esa red magnífica que Dios nos dio, y que no hemos sabido aprovechar, haciendo un uso común de las facilidades naturales existentes, y obteniendo prove– chos también comunes.

Que el sistema permita a los barcos comercia– les (los mismos que esfipula el Tratado Cañas-Jerez, que Costa Rica no tendría interés en que fueran barcos o ±ránsifo de otra categoría) circular indis– tintamenfe por el San Carlos o el Sarapiquí o ir hasta Granada. Cada vez que crucen al Norte de la ribera derecha del San Juan estarán bajo j\lrisdic– ción de Nicaragua, y cada vez que crucen al Sur de esa margen estarán bajo la jurisdicción de Cosfa Rica. No se ±raia de variar las fronteras. Se irafa de que esas fronteras vayan dejando de ser estorbo para el desarrollo y progreso de nuesiros pueblos. Como Costa Rica está en vías de canalizar las Lagu– nas de Torluguero, que las naves que descienden de Granada puedan hacer el enfronque con el iráfico lnarítimo en Puerto Limón mieniras no se logren superar las dificultades técnicas que permitan volver a habili±ar la salida del Río San Juan por San J~an

del Norle, que el día que ocurra esa rehabilitación los ciudadanos de ambos países -en común- no

tendremos fuéhós qüe recibirlo cómO una bencHciort¡ pues a Costa Rica taInbién le ofrecería una nueva salida al mar para foda la esquina norle de la Pro– vincia de Lim.ón.

Ese es el esp~rifu con que creo que hay que empezar a analizar el asu;nfo. Olvidémonos de pe– queñeces localisias o parlidistas. Recordemos, que al paso que va el proceso de iniegración cenirol;lIne· ricana, al cabo de dos o fres generaciones quizá nuestros sucesores se van a reir del ridículo que ha– cemos los ceniroamericanos de mediados del siglo XX con nuestros celos nacionalisfas. Yo siempre he creído que las gentes del siglo venidero van a mirar estas nuestras rivalidades de hogaño con igual extrañeza que la que nosotros miramos las de nuestros abuelos de los albores de la Independencia, disputándose si la capital debiera ser Granada y no León, o viceversa, Cartago y no Alajuela, o vice– versa.

Sé que el convenio que se hace indispensable enfre ambos países no es fácil de concebir y de lle– var a la práctica. Pero creo que algo se gana con irlo discutiendo franca y ainistosamente entre ciu– dadanos de ambos países. Por ello he querido aportar esíe mi cuarto de espadas.

He querido aprovechar el jugoso artículo del doctor Pasos Argüello para decir al público nicara– güense, por medio de la REVISTA CONSERVADORA, lo que a ese estimadísimo amigo ya le he dicho verbal y personalmente ofras veces.

Hacer pública mi fe de que no hay un sólo cos– tarricense con inconfesables aspiraciones ierritoria– les en contra de la nación nicaragüense. Es más, que creemos que cualquier convenio futuro tendría que ser a base de que fuera legítima y libérrima– mente aprobado por el pueblo nicaragüense, (de oiro modo jamás podría funcionar).

Pero que sí creemos muchos costarricenses -a pesar de nuestro acusado aislacionismo- que ha llegado el momento que los centroamericanos nos poseyamos de un espíritu cenfroamericanisia prác– fico y que busquemos ir aiacando en común los problemas que nos son comunes. Que uno de ellos y muy patético, y cuya solución está a nuestro al– cance, es el aprovechamiento del sistema fluvial del Río San Juan. Que vayamos pensando en la posi– bilidad de crear un organismo binacional, una Au– foridad del Río San Juan, en la que los dos países iengan igual voz, y que se encargue de financiar una habilifación iécnica de los recursos naiurales que la red hidrográfica ofrece, que de esa manera, en un esfuerzo común, y sin pensar que con ello se viola la soberanía de ninguno, podamos en una fe– cha próxima ver barcos que sin enirabanLienio naveguen desde Granada hasta Limón, desde el co– razón del Canión cosiarricense de San Carlos hasta San Juan del Norle, llevando una nueva e insospe– chada actividad económica a ioda esa enonne zona de la Pairia Grande y un mayor desarrollo y pro– greso a dos pueblos hennanos.

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