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mandando, y al que fue necesario dispensarle los votos que hacen estos religiosos de no aceptar dignidades sino en virtud de santa obediencia. El Señor Muñoz y Capu. r6n residía en Colombia y había sido de los expulsados por Rufino Barrios el año de 1871, y en su calidad de Novicio había seguido a los Superiores de esa Orden al destierro.

El golpe de estado que los militares de baja estofa dieron contra el Presidente don Carlos Herrera, hizo cambiar el panorama ,político de Guatemala haciendo que el poder recayera en elementos "panteristas" que no too leraban nada que oliera a jesuitismo, por lo que Monseñor Muñoz y Capurón fue declarado "non grato" por la reac– ción liberal que se había apoderado nuevamente del po– der, y, sin dejarle llevar consigo nada de sus pe¡'tenencias, fue puesto a bordo de un vapor que lo condujo a Nicara– gua, a estilo "panterista chapín".

En la Semana Santa de 1923, dio Monseñor Muñoz los Ejercicios Espirituales en el Colegio Centro América -los mejores que se han dado- a un numeroso número de ejercitantes de los cuales apenas están vivos- según mis recuerdos los señores Julio, Rodolfo y Carlos Carde– nal, y el autor de estos apuntes.

A qué se debía el favo;r que Estrada Cabrera dispensaba

a Frai Raimundo

No quiero terminar estos regojos sin referirme al in– terés que había demostrado Estrada Cabrera ¡por hacer Arzobispo a Frai Raimundo, lo que se debía a que este sacerdote era el confesor y el que llevaba la comunión a la madre de Estrada Cabrera que tenía la cualidad de ser buen hijo, y cuentan que en tales ocasiones el Presidente, puesto de rodillas y con un cirio ardiendo, asistía al pia– doso acto, e invitaba al sacerdote a su desayuno. Así fue cómo Frai Raimundo se ganó el favor de Estrada Ca– brera quien, según me contaba don Adolfo Vivas, había gastado veinte mil quetzales para hacer Arzobispo a Frai Raímundo contra quien pesaba la animadversión generZiI por la privanza de que gozaba.

Las protestas contra lapostul..,ción de Frai Raimundo llegaron hasta el Vaticano, y la Santa Sede le llamó a Roma donde se seguía una informadón sobre su vida y costumbres. Oído en audiencia, y examinado en su doc– trina, y hecha de su parte la protestación de fe requerida en estos casos, fue consagrado en una de las iglesias de Roma como Arzobispo de Guatemala, habida cuenta de que su amistad con Estrada Cabrera favorecía la causa de la Iglesia, circunstancia tomada muy en cuenta para ser consagrado.

Me contaba el Padre Alejandro Almanza haber cono– cido a este prelado quien le invitó a su mesa en uno de sus viajes por aquella república, y que como acostumbraba rociar con vino sus comidas por haber vivido muchos años en España, le dijo: "Por este vino que tomo me llaman borracho".

Don Adolfo Vivas, que había sido compañero de via– je de Frai Raimundo de New Orleans a Puerto Barrios, me refería haber sido invitado por él para su toma de pose–

,sión de la arquidiócesis, e imposición del "palio" arzobis– pal, a las 12 en -punto del día, en la Catedral Metropo~

Iitana; ceremonia a la qUe habían asistido los elementos

del oficialismo, y gran parte de la buena sociedad "chapi. na" de miedo a Estrada Cabrera, unos y otros por quedar bien con él; pero que en estos últimOis se notaba su In. conformidad por la escogencia del arzobispo electo. Los resultados obtenidos prueban que la política seguida por la Santa Sede de complacer a los poderes ej.

viles en el nombramiento de Obispos, a fin de evitar Illa. yores males a la Religión, no compensa el daño que recibe la Iglesia con la elección de pastores que por su adhesión a determinada causa política, se han enajenado la volun. tad de los pueblos.

El Vaticano ha modificado en estos últimos tiempos sus métodos a seguir en cuanto a mantener a los gobier. nos civiles alejados lo más que se pueda, "manos afuera" en lo que a la elección de Obispos se refiere, terminand~

con lo que se ha llamado las postulaciones; y el actual Concordato celebrado con el Estado Español, no

obs~ante la religiosidad del Generalísimo Franco, esti¡pula lo siguiente:

"La Santa Sede al nombrar Obispos para España y sus posesiones, tan sólo se compromete a una consulta previa con las autoridades civiles para comprobar si existe alguna dificultad política que obstaculice el nombrmiento de alguno de los candidatos propuestos por esta Silla Apostólica".

y en aquellos lugares donde no existe Concordato, compete él los Nuncios Apstólicos la escogencia, entre Jo más sobresaliente del clero, de los que han de ser elegidos como sucesores de los Apóstoles, de acuerdo con los in. formes de los Ordinarios del lugar.

Decires infundados

Se dijo entonces, y aún sigue repitiéndose, que don Ramón Cuadra tuvo que ver en la ida del Señor Piñol por haberse negado a complacerle entregándole el edificio del Convento de San Francisco. La verdadera versión de tal suceso, es la siguiente: Don Ramón Cuadra era, en ese entonces, Jefe Político con facultades omnímodas que le hacían un Delegado del Ejecutivo en Granada. Su afán de servicio, su competencia en muchas materias, su carácter sagaz y dinámico, le hacían la persona aparente para secundar la política de apaciguamiento del Presidente Don Adolfo Díaz, que tenía en él suma confianza. Desde luego, don Ramón se puso por entero a las órdenes del Señor Piñol, ayudándole en todo aquello en que su autoridad (la de don Ramón), podía y debía ser– virle. Uno de esos servicios que podía prestarle era el de proporcionarle alojamiento decoroso y permanente, que no había para él, lo que se hubiera logrado con un poco de paciencia. Andando el tiempo, Dios ha depara– do a la diócesis dos edificios, de buena planta, para re' sidencia episcopal, lo que prueba la verdad de que habla que esperar, ya que Dios no hizo el mundo en un día. El Señor Piñol, en una visita que hizo al Institul O

Nacional de Oriente, quedó encantado de la amplitud del local, y formó el proyecto de pedírselo al gobierno para establecer en él el seminario y a la vez, dedicar una de

sus dependencias para sus habitaciones, e instalar en otra de sus alas li1s oficinas de la curia, en la creencia de que ese inmueble pertenecía a la Iglesia.

La idea era buena tanto por el fin a que se destina~'

como porque venía a solucionar ellproblema pendiente

i

encontrar morada apropiada para el diocesano; pero aqu

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