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« Previous Page Table of Contents Next Page »10 de junio de 1963
ESTRATEGIA DE PAZ
l/pocas cosas terrenales hay más hermosas que una Uniersidadl/ -escribió John Mansfield en su homenaje las universidades inglesas- y sus palabras son igual.
~ente ciertas aquí. No se refería a las espirales y too rres al césped y a las paredes cubiertas de plantas treo
pad~ra5, admiraba la espléndida belleza de la universi· dad dijo, porque se trataba de l/un lugar en el que los que' odian la ignorancia pueden esforzarse en aprender, donde se percibe la verdad para luego esforzal'se en ha· cer que otros la veanl/.
EN BUSCA DE UN PAZ GENUINA
l/He elegido, por consiguiente, este lugar y esta opor– tusidad para tratar de un ,tema en torno al cual suele ha· ber gran ignorancia y sobre el cual es muy raro que se perciba la verdad, y sin embargo, se trata del tema más importante de la tierra: la Paz.
¿A qué clase de paz me refiero? ¿Qué clase de paz perseguimos? No 'lila I/Pax ll norteamericana impuesta al mundo por las armas de guerra nor,teamericanas. Tam– poco la paz de la tumba o la seguridad del esclavo. Es– toy hablando de la paz auténtica; la clase de paz que hace que merezca vivirse la vida en el mundo; la clase de paz que permite a los hombres y las naciones crecer
y confiar y construir una vida mejor para sus hijos; no sólo la paz para los norteamericanos, sino pa'ra todos los hombres; no sólo la ,paz en nuestro tiempo sino para to– dos los tiempos.
Hablo de paz debido al nuevo aspecto de la guerra. La guerra total carece de sentido en una época en la que las grandes :potencias pueden mantener grandes y 'relati· vamente invulnerables fuerzas nucleares y negarse a ren– dirse sin antes recurrir a dichas fuerzas. Carece de sén· tido en una época en que una sola arma nuclear contiene casi diez veces la fuerza explosiva desencadenada por to– das las fuerzas aliadas en la Segunda Guerra Mundial. Ca"ece de sentido en un época en que los venenos mor· tales producidos por el intercambio nuclear sel'Ían lleva– dos por el viento, y el agua y la ,tiel'ra y las semillas a lejanos rincones del globo y trasmitidos a las generacio. nes por venir.
En la actualidad, el gasto de miles de millones todos los años, en la ad'quisición de a'rmas para el propósito de asegurar que nunca necesitaremos usarlas, es esencial al man,tenimiento de la paz. Pero seguramente la acu– mulaci6n de tales reservas ociosas de armamentos -que sólo ,pueden destruir y nunca crear- no es el único me· dio, y mucho menos el más eficiente de consolidar la paz. Hablo de paz, por lo tanto, como el objetivo neceo sario e inteligente del homb,·e racional. Comprendo que la búsqueda de la paz no es tan dramática como la de la guerra, y frecuentemente las ,palabras del que trata de alcanzarla caen en oídos sordos. Pero no tenemos una tarea más ap'remiante.
Algunos dicen quo es; inútil hablar de la paz mun– dial o de la ley internacional o del desarme general, y qUe será inútil hasta que los dirigentes de la Unión So-
viética adopten una acti,tud más comprensiva. Espero que ellos la adopten. Creo que nosotros podemos ayudarlos en tal sentido. Pero creo también que debemos nosotros reexaminar nuestra propia posición -como individuos y como nación- pues nuestra actitud es tan impor,tante como la de ellos. Y cada graduado de esta escuela, ca– da ciudadano responsable que repudia la guerra y desea ayudar al logro de la paz, debiera comenzar por mirar dentro de sí mismo, por examinar su prQpia disposición hacia las posibilidades de paz, hacia la Unión Soviética, hacia 01 proceso de la guerra fría y hacia la libertad y la paz dentro de los Estados Unidos.
Primero: permítasenos examinar de nuevo nuestra posición hacia la paz misma. Muchos piensan que es im– posible. Otros muchos creen que es irreal. Pero esa es una opinión peligrosa, derrotista, que lleva a la conclusión de que la guerra es inevitable; que la Humanidad está condenada a la destrucción, que estamos apresados ,por fuerzas que no podemos controlar.
No es necesario que aceptemos tal criterio. Nues· tros problemas han sido creados ¡por el hombre, por lo tanto, pueden ser resueltos por el hombre. Y el hombre puede ser tan grande como quiera serlo. Ningún pro– blema que afecte al destino de la Humanidad está más allá de la posibiliclad de su solución por los seres huma– nos. La razón y el espíriu dol hombre han resuelto freo cuentemente lo que parecía insoluble, y nosotros enten· demos que han de hacerlo de nuevo.
No me refiero al concepto infinito y absoluto de la paz universal ni a las fantasras y fanatismos con que to– davía sueñan algunas personas de buena voluntad. No niego el valor de las esperanzas y sueños, 'pero si hicié– ramos de ellos nuestra meta única e inmediata, sólo con– tribuiríamos al desaliento y la incredulidad.
Enfoquemos nuestra atención, en lugar de ello, en una paz más práctica, en una paz más asequible, basada no en una repentina reolución de la naturaleza humana, sino en una evolución gradual de las instituciones huma– nas, en una serie de acciones contratas y de convenios efectivos convenientes ,para todos los interesados. No existe una sola y simple clave de esta paz; ninguna gran y mágica fórmula que pudieran adoptar una o dos gran– des potencias. La paz auténtica tiene que ser el producto de muchas naciones, la suma de muchos actos. Tiene que sel' dinámica, no estática, cambiante para hacer frente a los ineludibles problemas de cada generación, po'rque la paz es un proceso, un modo de resolver problemas.
Con una paz así, habrá todavía disputas e intereses en conflicto, como las hay en las familias y naciones. La
paz mundial, como la paz comunal, no exige que cada hombre ame a su ,prójimo; exige sólo que vivan juntos con mutua tolerancia, sometiendo sus 'controversias para que sean resueltas con paz y justicia. Y la historia nos enseña que las enemistades entre naciones, al igual que entre individuos, no duran para siempre. Por muy arrai· gadas que puedan pa'recer nuestras simpatías y antipa– tías, la marea del tiempo y de los acontecimientos trae
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