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« Previous Page Table of Contents Next Page »y iuv.iera cincuenta y cinco años, podría sentarme y
esperar queme la irajeran. Tendré que irabajar para ganármela ... y de una manera intensísima". El contraste entre Jack Kennedy y Al Smiih era diameiral. Kennedy era católico, sí, pero era también millonario, se había educado' en las mejores escuelas del mundo, era esbelfo 'y ap~esto, era un intelectual, escritor y devorador de libros imporlantes; tenía un historial de guerra digno de una película de Holly– wood y, sobre todo, su historial en el Senado demos~
iraba que en las votaciones había ayudado siempre al trabajador y a los pobres, mientras que en otras cuestiones mostraba un balance conservador. En tér– minos políticos, la ejecutoria de Jack era invencible. Su edad, y Jack lo admitía, era un problema, pero si los' republicanos iban a designar candidato al vice-presidente Richard M. Nixon, que tenía cua– renta y siete años, sus cuarenta y ires años no pare– cían tan poca cosa.
Casi inmediatamente se enconiró enfrascado en todos los problemas más espinosos de la actualidad. Una cuestión muy discutida era la de la segrega– ción racial, un tema tan delicado que se aconsejó a Kennedy que no lo tratara. En 1958, las turbas ha– bían invadido la soñolienta capital sudista de Litile Rock, en protesta conira la decisión de que las escue~
las de la ciudad, que estaban reservadas para los blancos hasta entonces, abrieran sus puerlas también a los estudiantes negros. El presidente Eisenhower envió fuerzas del Ejército a la ciudad para mantener el orden, y los sudistas se mostraron violentamente opuestos a lo que consideraban un acto arbiirario del gobierno federal.
Esto preocupaba a Jack, pero no le detuvo. Ha– bía luchado con mucha frecuencia por causas que la gente consideraba demasiado vidriosas para iratarlas. Por ejemplo, había, ~rgido la necesidad de poner fre– no a las actividades de los sindicatos, lo que molestó a la vez a los republicanos y a los demócratas: a los republicanos porque las propuestas de Kennedy no les pareCían suficientemente duras, y a los demócra– tas porque molestarían a los sindicatos, de los que los demócratas' habían sido siempre amigos. Además, Jack había aceptF;¡do el compromiso de pronunciar un discurso en Mississippi mucho antes de que estallaran los disturbios de Little Rock. No iba a permitir q~e
la posibilidad de meterse en apuros le disuadiera de ir allí.
Cuando llegó a Mississippi, los periódicos locales publicaban un desafío del presidente <;lel parlido repu– blicano de aquel Estado, Wirl Yeager, Jr., en el que se retaba a Jack para que expusiera sus opiniones sobre la integración escolar en el discurso que había de pro– nunciar aquella noche. Aquella noche, Jack se pre– sentó ante un expectante auditorio. Sus observacio– nes iniciales fueron recibidas en silencio. Luego, ba– lanceándose sobre su talones, afrontó directamente el reto de Yeager:
"No vacilo en decir al presidente republicano 10
mismo que he dicho en mi propia ciudad de Boston -dijo Jack, con los ojos llameantes-, o sea, que acepto la decisión del Triburial Supremo como ley máxima del país. Creo qUE;! la mayoría de nosotros estamos de acuerdo en la necesidad de mantener la ley y el orden en todas las parles de la nación". Jack hizo una pausa y el silencio se hizo aún más profundo. Luego continuó:
"Y ahora, reto al presidente local del partido re– publicano a que nos diga su punto de vista acerca de Eisenhower y Nixon".
La mulfitud rompió espontáneamente en aplausos y en aclamaciones. Las informaciones sobre aquel acto refieren que un diputado local dijo a un pe– riodista:
"Nunca creí que nadie pudiera hablar en el cen– iro de Mississippi en favor de la integración y ganarse una ovación del público puesto en pie".
El corresponsal de una revista de información situado cerca de Kennedy oyó que un joven demó– crata le decía:
"Todos esos bautistas y metodistas van a votarle
a usted, mi católico amigo, y yo voy asar uno de ellos".
A! llamarle "mi cafólico amigo", el joven dem6'
crata apuntaba a uno de los mayores obstáculos co~
que se encontraba Jack.
Jack afrontó el problema honradamente. Sabía que su catolicismo iba a costarle algunos votos en una elección nacional. Pero decidió probar al público qUe un católico, exactamente igual que prote.stante o un
judío, haría pleno honor, a la Constitución 'si era elegido. '
En cierla ocasión en que Jack era acosado por la prensa, un periodista le preguntó:
"Sería concebible una, situación en que los dicta_ dos de su Iglesia y las exigencias de su país estuvie_ ran en coniradicción. En tal caso, ¿hacia qué lado se inclinaría su lealfad?".
"En primer lugar -replicó Kennedy-, no Puedo . imaginar ninguna cuestión que pueda plantear !al
contradicción. Nadie en mi Iglesia me da órdenes' Mi Iglesia no obra de semejante manera. He estad~
diez años en el Parlamento y este caso nunca Se me ha presentado. La gente teme que lós católicos reci" ban órdenes de una organización más alfa. Pero no es cierto. O, al menos en mi caso, no es cierlo. "Además, yo no puedo obrar como una persona privada; mi responsabilidad es hacia. mis electores y hacia la Constitución. Si. se produjera un conflicto entre los dos, y no fuera' una cuestión personal es– trictamente moral, estaría obligado a obrar en favor de los intereses de los demás".
El argumento de Jack era de peso. Había ser- : vido honradamente en el Congreso sin enirar en con– flicto con su Iglesia. Había luchado al Sur del Pací. fico y casi había muerlo defendiendo' la Constitución sin enirar en conflicto con su Iglesia. Además, Jack dijo: , "Es obligación de un, funcionario público defen– der la Constitución. Es su principal obligación".
Candidato a la presidencia
Kennedy participó en todas las elecciones prima" :das de imporlancia. En Winsconsin y luego en Vir. ginia del Oeste, sus victorias dejaron al senador Hu– berl Humphrey fuera de combate. Posteriores' elec– ciones primarias llevaron grandes· bloques -de delega– dos al campo de Jack. El intento del senador Stuar! Symington por obtener el nombramiento no consigui6 emprender altura. Tampoco el, de'Adlai Stevenson. Sólo el jefe de la mayoría en el Senado, Lyndon John" son, parecía con la suficiente fuerza para presentar combate en la Convención demócrata de 1960 en Los Angeles.
Pero Johnson fue también desbordado cuando los bien organizados colabOradores de Jack invadie– ron el local donde se celebraba la Convención pro– vistos de emisoras-receptoras porlátiles para mante– nerse en constante enlace.
A la primera votación se designó a John F. Ken– nedy abanderado del parlido demócrata en las elec– ciones de 1960.
Luego, a petición de Jack, Johnson fue designado aspirante a la vicepresidencia, un premio que Jack estuvo a punto de alcanzar exactamente cuairo años antes.
Victoria
Jack Kennedy, con sus cuarenta y ires años -de– cían los republicanos-, es demasiado joven e inex– perlo para desempeñar eficazmente la presidencia de los Estados Unidos y la jefatura del mundo libre. Su hombre, Richard M. Nixon, sería una elección mucho mejor. Nixon había servicio como vicepresidente da Eisenhower durante ocho años, era mayor que Ken– nedy, era más responsablé..
Las fuerzas de Kennedy respondían: muchos de los primitivos jefes de la_ revolución americana esta– ban en los comienzos de la cuarenten~ cuando la na":
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