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pital para sufrir otra operación. Se le adminisfralfon los úlfimos sacramentos de la. religión cafólica antes de que fuera trasladado en la camilla de ruedas hasta el quir6fano. y mientras la familia rezaba fuera, un equipo de cirujanos frabajó durante horas para reti– rar la placa de metal que había sido colocada en la columna verlebral de Jade.

Es±a vez la operación resulfó bien y la familia y Jack respiraron. Aún quedaban por delante meses de dolor, pero su espalda estaba sanando y su fuerza retornaba lentamente. Al fin, con una sonrisa de triunfo, salió del hospifal y se instaló en su casa para pasar un largo período de convalecencia. Su espalda nunca volvería a quedar en perfecto esfado; estaría somefido de vez en cuando a pequeños a:l:a– ques de malestar, pero nunca, según los doctores, volvería a sufrir hasta el enremo pasado. Era casi un cerlificado de perfecta salud. Jack había comba– tido valientemente una batalla contra la enfermedad. Había apos:l:ado su vida confra su salud. .. y había ganado. Era un pensamiento embriagador.

Jack no pudo volver al Senado durante cierlo tiempo. Su espalda iba mejorando, pero no tenía aún la suficien:l:e fuerza para soporlar los rigores de la vida política. Sus doctores le prescribieron varios meses de inactividad.

El interés de Jack por el valor político se remon– taba a sus días universitarios, cuando escribió su libro "Por qué dormía Inglaterra", en el que describía los fallos de los políticos ingleses, que no prepararon a su nación para hacer frente a la amenaza del nazis– mo. Ahora, con tiempo por delante, profundizó más en la cuestión y comenzó a transformar en fichas nu– merosos libros de la biblioteca del Congreso. Su ayu– dante en el Senado, Theodore Sorensen, exploró todo W áshington en busca de anécdotas y datos de hecho sobre decisiones políticas valien:l:es realizadas por los estadistas de los primeros tiempos de la nación. Len– famente empezó a :l:omar forma un libro trabajosa– men:l:e manuscrifo en su primer borrador.

J ack dio a su nuevo libro el título de "Rasgos de valor" ("Profiles in courage"), y la obra constituyó un inmediato éxito para el joven senador. Estaba escrifo con el agudo sentido de los detalles, propio de un periodista, y describía los supremos esfuerzos de muchos hombres eminentes de Norleamérica. Allí estaba Sam Houston, el primer presidente de la repú– blica de Texas, quien, luego, como gobernador de aquel Es:l:ado, combatió contra el intento de separar a Texas de la Unión. Allí es:l:aba :l:ambién Daniel Webs:l:er, cuyo enérgico temperamento y su amor por la patria le impulsaron a afrontar el suicidio político por luchar en pro de la conservación de los Estados Unidos, para acabar muriendo amargado y solifario.

y allí estaba Edmund G. Ross, un senador de Kansas casi olvidado, que se negó a votar la censura contra el presidente Andrew Jackson aun sabiendo que con ello ponía fin a su carrera política. El libro se situó en las listas de las obras más vendidas, y pronto ganó el más alfo galardón liferario de los Estados Unidos, el codiciado premio Pulitzer. Posteriormente se hizo del libro una edición para niños, que fue también un "best-seller".

"Rasgos de valor" situó a Jack ante la atención nacional como un senador extraordinario. Ya no era un joven legislador recién llegado de las costas de Massachuse:l:ts. Había demostrado su valor en la gue– rra. Había triunfado en sus luchas políticas. Había vencido una grave amenaza contra su salud. Yaho– ra se había distinguido como autor galardonado de un significativo y notable libro sobre política. "Cuando un político no ama el bien público ni se respeta a sí mismo -escribía Jack-, o cuando su respeto de sí mismo se limifa a los beneficios del cargo, entonces el interés público está deficien:l:emente servido. Pero cuando su respeto hacia sí mismo es tan alfo que su propia auto_estimaci6n le exige seguir el camino del valor y de la conciencia, todo será be– neficioso .. , Así, en los próximos :l:iempos, sólo el hombre verdaderamente valeroso podrá adoptar las difíciles e impopulares decisiones necesarias para nuestra supervivencia en la lucha contra un poderoso

John F. Kennedy con su familia. (De pies, de izquierda a derecha¡): Mrs. Robert F. Kennedy (née Ethel Skakel) Stephen Smith, Jean Kennedy de Smith; el President~

John F. Kennedy, Robert F. Kennedy, Patricia Kennedy de Lawford, R. Sargent Shriver, Mrs. Edward M. Ken. nedy (née Joan Bennett), Peter Lawford. (Al frente, de izquierda a derecha): Euni,ce Kennedy de Shriver, Joseph P. Kennedy con Rose Fitzgerald de Kennedy (sen. tada frente a él), Mrs. John F. I{ertnedy (née Jackeline

Bouvier) y Edward M. Kennedy.

enemigo: un enemigo con jefes que apenas necesitan preocuparse de la popularidad de sus acciones, qUe no tienen que pagar tributo a la pública opinión que ellos mismos manejan, y que pueden obligar a Sus

Ciudadanos, sin miedo de represalias en las eleccio– nes, a sacrificar el bienestar de hoy por la gloria fu. tura. Y sólo el valiente podrá conservar vivo el es– píritu de individualismo y disconformidad que ha da· do el ser a esta nación, la ha alimentado durante su infancia y la ha guiado a través de sus más severas pruebas al llegar a su madurez".

aTenían tal vez las palabras del senador algún significado personal? Según señaló un crítico lifera· rio, "este libro es algo más que un recuerdo del par sado, es un reto al futuro. Señala alfas metas para el mismo senador Kennedy".

Salvado de la vice-presidencia

Es cierlo que el premiado libro de Kennedy le dio una cierla estatura nacional. Además, en cuanto volvió a la actividad, en 1954, se ganó rápidamente la aprobación, un poco a regañadientes, de sus como pañeros del Senado, pues demostró que era un capa– cifado legislador. Mientras crecía su reputación en Wáshingion, algunos periodistas informados empeza– ron a designar a Jack como uno de los más capaces y dinámicos jóvenes que aparecían en el Senado en muchos años.

A pesar de esto, sin embargo, en el gran escena– rio nacional, donde el ciudadano medio y su voto de– terminan el curso de la historia de lós Estados Unidos. Kennedy era todav.ía prácticamente desconocido. . Paradójicamente, John F. Kennedy sólo se con– vertiría en un político conocido en toda la nación cuando sufriera una derro:l:a.

A primeros de 1957, en su Estado natal de Mas– sachuse:l:ts, Jack puso en acción sus cada vez más fuerles músculos políticós y obtuvo el control efec– tivo de los 16 votos que aporlaría Massachusefis a la Convención Nacional Demócrata.

Aunque muchos se lo aconsejaban, Jack se nega– ba a comprometerse. Su padre se mantenía inflexi– ble en la idea de que Jack no debía inten:l:ar la con– quista de la vicepresidencia, arguyendo que Stevenson estaba destinado a perder ante Eisenhower como ha· bía perdido cuatro años antes, y Jack quedaría derro· tado con él. Los ayudantes de Jack, por otro lado, afirmaban que debía presentarse, porque Stevenso n podía ganar y, aunque no fuera así ello situaría a

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