Page 25 - RC_1963_11_N38

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Kennedy exclamó oira. vez, "Rendowa,' Rendo~

nas, Rendowa ", el nombre de la base donde eSÍaban Vii'

cíonadas las deznás lanchas PT de la f10Íilla.

eS a Uno de los naÍivos. comprendió al fin y explicó a demás de su parÍlda 10 que deseaba Kennedy.

~Stes de marcharse, los indígenas enseñaron a los d n s norteamericanos el lugar donde podían enconÍrar o a canoa de dos 'plazas. Luego, después de mucho

~nblar entre 'ellos" los indígenas embarcaron en su

a no a de guerra Y partieron ~n dirección a Rendowa.

c~ntemplando cómo Jós nativc;>s se alejaban, Kennedy RosS se senÍaron Y se durrrueron.

y Rennedy y Ross pennanecieron Íumbados Íodo el día exhausÍoS, en la playa, 'pero cuando la noche se

apr~ximaba, Kennedy decidio que debían inÍentar una vez más entrar en conÍado con la Marina.

Treparon hasÍa el lugar donde los nativos les ha– bían dicho que eSÍaba ,la canoa de dos plazas, y la areja se adenÍró en el paso de Ferguson en cuanto

~ayó la noche. De pronto, el viento cambió de direc– ción Y los dos se encontraron. en medio ~e un ululan_ te chubasco. Las olas barneron la debil embarca– ci6n, la cual. 2:0:l':0bró. Por tercera vez, KeI?-pedy se veía en eloceano nadando para salvar la VIda. Durante dos horas, los hombres lucharon conÍra

una peligrosa corrienÍe producida por la marea que amenazaba arrasÍrarlos a alta mar. De nuevo su ob– jefivoeÍ"a volver a Nauru.

-Siemo haberle metido en éSÍa, Barney -gritó Kennedy enÍre' el 'rugir del vienÍo.

-Ahora sería una estupenda ocasión para decirle que va se lo advertí -aulló Ross-, pero no quiero hacerlo. .

El par de oficiales siguieron nadando hasÍa que finalmenÍe oyeron el ruido de las olas rompiendo contra el arrecife. Kennedy nOÍó que una gran ola le desprendía de la canoa, a la que se había manÍe– nido fuertemente aferrado hasÍa enÍonces y le zaran" daaba aI'riba y abajo en sus violentas corrientes. Di– fícilinenÍe podría ima,ginarse nada más peligroso, y

K~nnedy esperEiba a. cada momento verse golpeado con 'fllerza mortal contra el arecife coralino y sus 1'0–

cf:'l~ afiladas <:lO;mO cuchillos. MilagrosamenÍe fue de– pc:>si:f¡a.d en fien-a deniro de un pequeño remolino que haéía girar e¡ue,vemente el agua a su alrededor. Pero

R9~SJlO .f\:ie téi7:l afortunado. La misma ola que había dapositadg, a ¡\ennedy' con ÍanÍa suavidad en tierra, golPEló fuer:tElri\enÍe, a Ross, que recibió profundos córtes$n Un brazo y un hombro.

En su znarcha hacia la playa, Kennedy Íuvo que ir exfendie7:lclo los remos de la canoa uno Íras airo para que Ross pudiera, caminando sobre ellos, cruzar el coral con SllS lacerados pies. Cuando llegaron a la éirena. se derrumbaron oira vez, exhausÍos, y se dUrmieron.

Mientras los dos hombres descansaban, su peno– sa pruElba estaba tocando a su fin. Cuando se des– pertarona la mañana siguiente, cuaÍro indígenas es– t<;lban a su lado.

. Uno de los naÍivos, hablando en un inglés impe– cable, cc;mtempló a Kennedy y dijo:

-Tengo una carla para uSÍed, señor. Kennedy abrió el sobre y leyó:

"Al servicio de Su MajesÍad. Al oficial superior. Isla de Nauru".

"Acabo de enÍerarme de su presencia en la isla de Nauru. ESÍoy al mando de una paÍrulla de infanÍería neozelandesa que opera en Nueva Georgia. Le aconsejo en– carecidamente que venga aquí con los na– tivos. Entre tanto, eSÍaré en comunicación por radio con sus autoridades, y podemos w.timar planes para rescatar el resÍo de su fUi9rza. TenienÍe WincoÍe".

El socorro no podía llegar en m.omenÍo más opor– 1u110: El brazo de Ross se había hinchado hasta ad– qUlnr el tamaño de un muslo a causa de un envene–

~amMienÍo producido por el coral, y las quemaduras

'-\~ . cM~hoI1 se habían infectado peligrosamenÍe.

El Ttmiente Kennedy felicitado por el Capitán F. L. Conklhl, en Boston, 1944, por la condecoración recibida por heroismo en acción desarrollada en el Pacífico del Sur.

Los dos necesitarían iratamienÍo médico en el plazo de dos horas.

Kennedy Írepó a la canoa de los indígenas. Se Íumbó en el fondo del débil barquichuelo, y los naÍi~

vos se aseguraron de que no podría ser visÍo desde los aviones japoneses cubriéndole con hojas de pal~

mera. Así iniciaron el ~argo viaje hacia donde esÍa~

ba la patrulla neozelandesa de Nueva Georgia. Aquella noche, al fin, Kennedy pudo enÍrar en conÍacto con una lancha de patrulla norteamericana en un deÍenuinado punía de reunión. Oyó cuaÍro disparos que venían de algún lugar del océano y dis– paró oíros cuatro como conÍesÍación. Súbitamente, una lancha Íorpedera se deslizó al cosÍado de la ca– noa, y lnanos amigas subierOn a Jack a bordo. Pocas horas después, navegando por bajíos y ca– nales bajo la dirección de los nativos, la lancha y

Kennedy llegaban a la Isla de las Aves para recoger el resto de su tripulación. Y luego zarparon en di– rección de la base.

DuranÍe el viaje de vuelta, uno de los hombres de Kennedy, reconfortado con un poco de brandy m.edici– nal, fue a senÍarse a proa de la lancha Íorpedera junÍo a dos de los indígenas que habían participado en el salvamento y que evidentemenÍe habían recibido ins– Írucción de los misioneros. Jack Kennedy, exhausto pero feliz, miraba desde la borda cómo aquellos Íres hombres, eSÍrechamenÍe abrazados, canÍaban un him– no religioso que aprendieron siendo niños a más de diez mil millas de disÍancia unos' de oíros:

"Jesús me ama, yo bien lo sé, porque la Biblia así lo dice. Los pequeños le pertenecen. Ellos son débiles, pero El es fuerte. Sí, Jesús me ama, sí, Jesús me ama" ...

Precisamente en el m.omento en que Jack era sal– vado, su familia recibía un trisÍe telegrama que re– zaba:

"El Secretario de la Marina lamenÍa in– formarle que el subteniente John Fitzge– raId Kennedy ha sido dado por desapa– recido en acción de guerra".

El regreso de Kennedy a Rendowa fue celebrado con enÍusiasmo. Los relaÍos de los supervivienÍes so– bre los incesanÍes esfuerzos de Kennedy para encon– trar ayuda se difundieron rápidam.enÍe por toda la J;¡ase. Jack fue condecorado con el 'Corazón Púrpura y la Medalla de la Marina. El alm.iranÍe William F.

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