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« Previous Page Table of Contents Next Page »a McMahon a pasar sobre los arrecifes de coral. cu– yas aristas produjeron hondos cortes a los dos hom– herido al que había salvado se derrumbaron sobre la arena. En total. Kennedy había pasado en el agua bres. Finalmente. el joven comandante y el marinere casi quince horas seguidas. '
Los supervivientes de la PT-l09 se arrasfraron sobre el atolón barrido por el viento y se tumbaron exhaustos bajo las palmeras. , El crepúsculo caía y Kennedy quería volver a sumergirse en el canal para hacer señales a alguna lancha torpedera que pudiera cruzarlo en servicio de pafrulla.
Kennedy explicó a la tripulación que las lanchalo de su flotilla utilizarían el paso de Ferguson -situa– do sólo unas millas más allá de un islote próximo– y que él había proyectado nadar hasta el centro del paso. Una vez allí. sosteniéndose sobre el a9ua por el sistema de "hacer la bicicleta" {1). lanzana seña– les luminosas en demanda de socorro.
Sin decir una palabra más. Jack tornó la linterna de la lancha. se endosó un chaleco salvavidas, se ató el revólver del 38 al cuello y se dirigió al agua arras– trando penosamente los pies.
A la luz del ocaso nadó hacia el arrecife. De pronto notó que un gran pez pasaba sólo a unos me– iros de distancia.
¿Qué pensamientos debieron de cruzar por la can– sada mente de Kennedy? ¿Qué dominio de sí mismo había de tener en aquella situación una persona que cortocía las ierribles historias que se cuentan de esos peces, las barracudas en forma de torpedo. que se des– lizan bajo los hombres para cortarles las piernas a mordiscos?
Sin embargo. continuó su natación solitaria. Fi_ nalmente. se adenfró en el paso de Ferguson. Allí. aterido y entumecido. hizo "la bicicletl;i" y balanceó la linterna con la esperanza de recibir socorro. Pero ninguna lancha se presentó en el canal. Desanimado. y habiendo llegado al mismo límite de su resistencia. Kennedy emprendió el viaje de regreso. Entonces descubrió que la corriente le era contra– ria y .cada vez más intensa. Le pareció que la volun– tad le abandonaba, su mente empezó a extraviarse, y derivó llevado por la corriente'en estado casi de in– consciencia, sostenido a flote sólo por su chaleco sal– vavidas; pero todavía em.puñaba la pesada linterna. que erá su único medio para entrar en contacto con ofros hombres vivos.
, Entre tanto, en tierra. los hombres de Kennedy estaban preocupados por su comandante. Sabían' lC?s peligros que estaba afrontando en el canal y nadle se atrevía a hablar de ellos. Pero conservaban la esperanza de volverle a ver.
Los hombres estéblecieron turnos en espera de su regreso. Según el plan ele Kennedy, si encontraba un barco, iransmi±iría con la linterna la señal "Ro– ger". La tripulaCión ¡e devolvería l~ señal "Wilco". Pero cuando Kennedy vio que lba a pasar cerca de la isla, llevado por la corriente. dirigió la luz de la linterna una vez hacia sus hombres y gritó: "1 Ro– ger, Roger!". Los hombres se encaramarc>~ sobr~ el arreCife en un vano intento de recogerle cuando· pa– sara impo.l:ente. llevado flor las aguas.
La corriente arrasfro él Kennedy toda la noche, describiendo amplios círculos y llevándole a la deri– va corno un madero junto a unas islas. situadas al Norte y al Este. ocupadas por los japoneses. Y corno un niño juguetón. le dejó libre de su abrazo a la mañana siguiente casi en el mismo sitio del paso de Ferguson donde le había capÍur~do doce horas antes. Una vez más, Kennedy se dirigió hacia tierra. Encaminándose hacia el arrecife, siguió su marcha a través del cortante coral. rasgándose los p~es en la afilada y venenosa roca. Finalmente. se ab.rió paso hasta la isla. se arrasfró por la pendiente de la playa sobre sus manos y pies. vomitando a causa del ago-
\1)
· tos estancos que la conservaron a flote, y los once rel.lenivhrientes estaba!l tendidos sopre aquel pecio. supedidos 'y atemorizados. McMahon empezó a do– atur de sus quemaduras y Bill Johnston. ofro maqui–
l~rSté sufría náuseas por haber tragado mucha gaso– nlS a,
linaoLa situación er~ desesp.erada. Aquellos hom~res
t nían víveres 111 agua nl. lo peor de todo. medlca– nO fas. El cielo ardía al Norte con ~os incendios de
me~erra pero en aquella negra franJa de mar no se la 'an o~ibilidades de un rápido salvamento. . vel Le~tamente se fue disipando la noche. Cuando 1 primeras luces grises de la incierta aurora mosfra-aS que no había indicios de auxilio. les invadió la
~:ah:!ntadora .idea de que debían de haberles dado r desaparecldos en combate. . po La embarcación comenzó a escorar y a hundirse 's profunda~en!e en el agua.. Por el Nor~este.
S~ y Oeste habla lslas llenas de fleros soldados Japo-
~ses enfrenados para la lucha en la selva. que no n ostr'arían piedad hacia los norteamericanos. m ¿Qué podían hacer ahora? La pregunta se for– mulaba con la mayor intensidad en la mente de Ken– nedy. La responsabilidad, de salvar a su tripulación esaba fuertemente sobre el.
p _¿Qué desean ustedes hacer si los japoneses vie– nen sobre nosotros? ---'preguntó Jáck a sus compañe-ros-o ¿Rendirse o lushar? ,
_¿Luchar. con que? -pregunto uno de los hom-bres. d'f' '1 d t t Era una pregunta llCl e con es aro
La tripulación sólo había podido salvar una me– fralleta Thompson, seis pistolas automáticas del cali– bre 45 y un revólver del 38. No eran muchas armas si había que luchar. .
-Bien, ¿qué quieren hacer? -preguntó Kennedy otra vez.
-Lo que usted diga, mi subteniente -dijo al– guien-. Usted es el jefe.
Kennedy meditó durante unos nurtutos y luego preguntó de nuevo las opiniones de la tripulación. Pero la discusión condujo a un debate acalorado y Kennedy se dio cuenta de que tendría' que tornar él las' decisiones que fueran necesarias.
El fragmento de casco en el que estaban tendidbs se hundía ahora más rápidamente y Jack ordenó que todos. menos los heridos. se sumergieran en el agua. Luego el casco volvió la quilla al aire y Kennedy consideró que sería preferible a.bandonarlo. y nadar hasta un islote que se divisaba a unas tres milla.s hacia el Sudeste.
Los náufragos estaban entonces a. una milla de distancia de una gran isla ocupada por los japoneses y podían ver un campamento militar lleno de camio– ne$ y soldados. Por consiguiente. cuando Kennedy declaró que eSÍaban derivando hacia aquella tierra. los hombres abandonaron sus refugio sin pensarlo dos veces.
Kennedy adoptó su decisión acerca de la necesi– dad de nadar para salvarse como la cosa más natural del mundo.
-Vamos al islote -dijo serenamente--. Ten– dremos que nadar para alcanzarlo. Que todo el mun– do se agarre al madero. Yo me cuidaré de McMahon. Cuando todos los náufragos se hubieron despe– gado del casco partido. Kennedy enganchó dos largas correas al chaleco salvavidas de McMahon. puso sus ememos enfre sus dientes y empezó a nadar remol– cando al herido.
Transcurrió una hora. Kennedy nadaba delante de los otros hombres aferrados al grueso madero que había servido para montar el cañón de 37 milímetros sob;é cubierta. De vez en cuando, el comandante tepia que detenerse para recuperar el aliento y escu– plr el agua que había tragado. Luego se ponía de nuevo en movimiento para defenerse al cabo de un rato, volver a nadar y pararse ofra vez mientras pre– guntaba:
-¿Cómo eSÍá usted. McMahon?
Con lentitud desesperante el grupo avanzó obli–
cua~ente hacia el islote. Después de cinco horas dt;l cont111uo nadar. alcanzaron fierra. Kennedy ayudo
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"Hacer la bicicleta" en natación, consiste en nadar en posición vertical, con la cabeza fuera del agua y movien. do los pies, como si se marchara en bicicleta o se pisara el agua.
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