Page 22 - RC_1963_11_N38

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ca como un palillo y rápidamente se ganó el apodo de "Shafiy" por su ligera constitución física. Su pelo, castaño, caído sobre la frente, le daba un aspecto ex– tremadamente juvenil, pues representaba mucho me– nos de los veinticinco años que tenía, Varias veces, cuando vestía de paisano, le confundieron con el hijo de algún oficial o le tomaban por un nuevo tipo de recluta. En ocasiones, el error 10 cometían personas que luego se enteraban, muy a su pesar, de que el joven Kennedy iba a ser su instructor en la técnica de manejar lanchas PT.

Si Jack tenía dificultades para dárselas de lobo de mar ante sus compañeros de la Marina mientras

estaban en lierra, en cambio no tenía ninguna cuando las ef!\barcacion~s se hacían, a la m~r. CUI:?-~do Se aprOXimaba el fin de su penodo de lns:l:rucclon, sus superiores le calificaron como casi perfecto en el man- ,do de los barcos y "muy animoso y consciente", .. A l?rlmer?s de 1943, Jack embar:có en Sán Fr¡;¡n. CiSCO para unuse al gran asalto por herra, mar y aire contra el Japón, que se estaba preparando eh el Pa– cífico meridional. Jack fue destiI.lado a una base si. tuada en la isla de Rendowa, al Sur de Nueva Georgia. Pronto fue nombrado comandante de su lancha, la "PT-109", teniendo a su mando dos oficiales y diez hombres de tripulación.

GUERRA

El sabor de la muerte

La "PT-109" se enfrentó con un duro servicio. Su comandante, el subteniente John F. Kennedy, la con– dujo a lo largo y a lo ancho de las aguas de las islas Salomón, hundiendo embarcaciones de desembarco japonesas y casligando las instalaciones costeras. Era un servicio peligroso, pero el hábil mando de Kenne– dy sobre aquella lancha de 25 metros de eslora hizo que la tripulación casi creyera que su débil buque era indestructible.

Por agosto de 1943, Kennedy había pilotado la "PT-109" en treinta misiones de combate, y él y su flotilla tomaron parte en el contraataque norteameri– cano confra la fuerzas japonesas atrincheradas alre– dedor de la isla de Nueva Georgia, en el Pacífico me– ridional. La lancha había participado en fieros com– bafes, haciendo frecuentes equilibrios sobre el delgado filo que separa el peligro de la muerte, pero Kennedy, su tripul~ción y la "PT-109" habían salido indemnes. La misión número treinta y uno fue diferente. Kennedy estaba al limón de la lancha, en el pe– qlJeño puente abierto situado cerca de la proa. Para que el movimiento de la lancha fuera silencioso, la máquina central de la "PT-109" n"larchaba a poca ve– locidad; las otras dos máquinas estaban en punto mue:r±o. Todos los tripulantes se hallaban en sus puestos de combate, forzando sus ojos en busca de objetivos enemigos escondidos en la cerrada negrura de la noche.

Muy cerca, aunque el subteniente Kennedy y sus hombres no se habían dado cuenta, estaba el destruc– tor "Amagiri", de la Marina imperial japonesa, En el puente del destructor, el capitán Flohei Hanami también ~scrutaba las tinieblas de la noche. Su bu– que había sido acoiSado todo el día por los aviones norteameí:icanos y ahora el capifán estaba preocupa– do por las omnipresenles lanchas PT norteamerica– nas. De pronto, Hanami vio una lancha PT movién– dose lentamente a menos de media milla de dis:l:ancia. -IDiez g¡.-ados a estribor I -gritó Hanami al ti–

monel, y el destructor viró ligeramente a la derecha. En la lancha PT, el comandante Kennedy y su tripulación maldecían la negra noche que ocultaba al enemigo a sus ojos. De pronto, un vigía gritó: -¡Buque a las dos! lO sea, 60 grados a estri_ borl.

Kennedy, sobresaltado, vio el rápido y siniestro deslructor precipitándose sobre su lancha.

Apretó el botón de alarrn.a general y exclmnó:

-1 TQca zafarrancho de combate!

Al mismo tiempo, Kennedy hizo señal al maqui– nista para que pusiera a toda velocidad avante los dos motores parados. A proa, el alférez George Ross, que había estado escrutando las tinieblas con unos gemelos noC±urnos, intentó febrilmente cargar una granada en el cañón de treinta milímetros que la tri– pulación había. montado allí de manera provisional sobre un fuerte madero. Ross consiguió introducir la granada en el cañón, pero ya no pudo cerrar la recámara.

A treinta nudos, el destructor abordó la frágil es-

truC±ura de la lancha PT, la cortó limpiamente en dos y siguió avante sin reducir la marcha. La "PT-109" se partió con un aterrador ruido de desvencijamiento y estalló en llamas.

Kennedy y el radiotelegrafista John Maguire fue– ron derribados sobre la cubierta de la lancha con fuerza formidable, y Maguire pudo oír a Jack que jadeaba a causa del dolor del golpe.

El destructor continuó su marcha avante y des– apareció en la negra noche. El capitán Hanami or– denó a las dotaciones de sus cañones que disparasen unas granadas sobre el buqué naufragado, pero sa desistió al ver que la lancha estaba ya en llamas por el incendio de la gasolina de alto ocianaje que em– pleaban las máquinas de la lancha PT. La destruc– ción de la embarcación era completa. No debía de haber supervivientes. pensaron. Y también el joven Jack, cuando cayó sobre la cubierta, pensó: "Este es el sabor de la muerte".

Pero hubo supervivientes. Afortunadamente, la mitad de la lancha donde estaba Kennedy no se hun– dió en seguida, Cuando recuperó el aliento, Jac~

empezó a coniar los supervivientes y vio que cuatro miempros de la tripulación estaban aferrados a los restos del naufragio. Gritó para saber si había vivo alguien más y oyó voces de contestación procedentes de o;tros seis hombres que flotaban en las aguas pró– ximas. Uno de ellos, el maquinista Pat McMahon, había salido a la superficie entre las llamas, y su cara, manos y brazos habían sufrido graves quemaduras. Otro superviviente, el artillero Charles Harris, estaba junto a McMahon e intentaba ayudarle. Pero Harris había resultado herido en una pierna a consecuencia del golpe y no podía moverla con la suficiente fuerza para nadar.

Harris grifó a Kennedy:

-1 Comandante! 1 Comandante! McMahon tiene graves quemaduras. ¿Puede usted echarle una mano? Kennedy se lanzó rápidamente al agua y llegó en un par de :minutos hasta donde estaban los dos. hom– bres. Aferrando a McMahon, le remolcó hasla la par– ±e de la PT que todavía flotaba, y los demás hombres subieron el herido a bordo. Luego Kennedy volvió a nadar para recoger a Harris. .

Cuando llegó otra vez junto a Harris, I{ennedy le sostuvo a flote mientras quitaba al herido su pesado jersey y sus zapatos. Luego le ayudó a endosarse de nuevo su chaleco salvavidas y empezó a empujarle hacia los restos de la lancha.

Pero la pierna herida de Harrias comenzó a en– vararse y el hombre no podía nadar.

-Comandante -dijo-, no puedo nadar; me es imposible.

-Inténtelo -replicó Kennedy.

-No puedo ir más lejos -prolestó Harris. Kennedy le miró y dijo:

-Para ser de Bastan está usted echándole mucho cuento a la cosa, Harris.

Harris intentó nadar y I'\ennedy le ayudó en su m.archa. Pero les costó a los dos hombres una hora alcanzar el casco partido, porque éste derivaba em– pujado por la corriente y el viento.

La parte delantera de la "PT-109" tenía comparti-

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