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famoso corresponsal de guerra y aufor del escalo– friante libro "Diario de Gttadaldanal".

El entrenador de :qé\:I:ación de Jack, Harold Ulen, recuerda vivarne:qte a~ muchacho que intentó con tanto tesón formar parle del equipo:

, "Era un estupendo muchacho, delicado y no de–

ma~iado ft.¡.erle, pero siempre daba todo lo que tenía -rememora Ulen-. Era hombre de equipo más que individualista, y tan modesto que solía esconderse cuando los fotógrafos de prensa se presentaban para obtener fotografías del equipo. A veces, cuando yo medía su tiempo con Ell cronómetro y la marca no le parecía satisfactoria, se quedaba un poco deprimido, pero nada más. Er.a de la clase de los que vuelven inmediatamente a la carga".

Durante ::>us dos primeros años en Harvard~ Jack prosperó sólo. pasablemente en sus estudios. Sus ca– lificaciones etan la "c de caballero" en la mayor par– te de las asignaturas, pero una e de media en Harvard apenas basta para "ir tirando" y evitar complicacio– nes con las oficinas del decano.

Pero su latente capacidad no escapó a la aguda mirada de los profesores, uno de los cuales escribió por aquella época: "La preparación de Kennedy puede ser'incompleta, pero su capacidad general de– be ayudarle. Es sorprendentemente capaz cuando se aplica al trabajo. Un muchacho recomendable". Durante aquel período, la Universidad de Harvard se agitaba inquieta. Esto derivaba en gran parle de la depresión y de las reformas, debidas al "New Deal", del presidente RooseveJt, que comenzabart a hacerse sentir por foda la nación. Además el mundo estaba revuelto y el excitado cuerpo estudiantil seguía de cerca la nueva amenaza que había surgido contra la libertad mundial: el nazismo alemán y su jefe Adolfo Hi±1er.

Pequeños clubs dedicados a una u otra causa po– lítica brotaban por toda la Universidad. Había gru– pos de extrema izquierda, grupos de extrema derecha y grupos de centro, ,pero todos demostraban un febril interés. Los estudiantes organizaban manifestaciones para expresar su indignación acerca de los aconteci– mientos mundiales, y a veces iban a parar a la cárcel por perturbar la paz. Era un tiempo em el que la ju– ventud del país estaba dividida entre el pasado y el presente. Si el pasado había sido malo, pensaban los jóvenes, el presente era peor y el futuro podía ser calamitoso.

Es emaño, por consiguiente, que Jack Kennedy no se compromeiiera con ninguno de estos reción na– cidos grupos estúdiantiles de protesta. Pero lo cierto es que no 10 hizo y, como el historiador James Mac– Gregal" Burns señala escuetamenie, "lo que el joven Kennedy no hizo en Harvard es más significativo que lo que hizo".

Jack limitó su colaboración a actividades más tradicionales en Harvard. Se destacó en el "Harvard Crimson", el influyente diario estudiantil de la Uni– versidad, se afilió al Club Católico San Pablo y al Has±y Pudding (un club que representa todos los años una comedia musical por todo el país durante las va– caciones de Navidad) y se hizo miembro de uno de los más selectos clubs gastronómicos de la Univer– sidad.

"Jack tenía la habilidad de formar parte de mu– chos grupos diferentes y de distintas tendencias -así explicaba las actividades de Jack en la vida universi– taria uno de sus condiscípulos-o Estaba igualmente a sus anchas con los aficionados al atletismo y con el grupo más intelectual del Crimson. Tenía la facultad de poder participar en una amplia gama de activida– des sin verse atado a ningún estrecho grupo". Jack era querido por sus compañeros de clase y nunca mostró signo alguno de engreimiento por su riqueza y su posición como hijo de una persona fa– mosa. Su compañero de habitación, Torby Macdo– nald, era hijo de ,m

profesor de segunda enseñanza, pero esta diferenoia de medios económicos nunca ejerció influencia en ninguno de los dos muchachos. La verdad es que el cuarto que los dos jóvenes com. partían presentaba generalmente un aspecto como si acabara de' pasar un ciclón por allí. Tenían la expe-

El ~mbajador Kennedy y sus dos hijos mayores: Joe JI'.

(a su derecha) y Jack (a su izquierda).

ditiva costumbre de ponerse 10 primero que veían por la mañana en el montón de ropa. Inevitablemente era una deforrt1-ada chaqueta de "tweed", un pantalón caqui y unos mocasines.

"Una vez -cuenta muy complacido Macdonald a sus amigos-, Jack estaba cambiándose de ropa para salir y tiraba amontonadas en medio de la habitación las prendas que se quitaba. Le dije que se fijara en 10 que hacía, porque estaba dejando el cuarto hechó un baratillo".

"¡No seas remilgadol -me dijo Jack-. ~Qué

crees que hay debajo de las cosas mías que estoy ti– rando así? ¡Las tuyas!".

"No se volvió a hablar del asunto".

Cuando Jack cumplió sus veintiún años entró en posesión del fideicomiso de un millón de dólares, pero en Harvard nadie se enteró.

En cierta ocasión que él y Torby llevaron a sus amigas a cenar Eln un restaurante caro de Boston, des– cubrieron con horror que no podían pagar la cuenta. Jack, hecho ya un millonario, no llevaba un céntimo encima. Su compañero de habitación sólo tenía ocho dólares, que eran insuficientes para salir del apuro. Los dos infelices hubieron de pedir dinero prestado a sus damas para no verse obligados a saldar la cuenta fregando platos.

Inquietud en Europa

De regreso a Harvard en el otoño de 1938, Jack se pasó el invierno leyendo en los diarios las noticias del sombrío preludio de la guerra que amenazaba a Europa. En septiembre, parte de Checoslovaquia fue entregada a Alemania en un gesto de apaciguamiento del primer ministro británico Neville Chamberlain. Habia pocas dudas de que Hitler planeaba conquistar Europa, toda Europa. Los perspicaces hombres de negocios norteaJ;nericanos estaban ya abandonando el continente para volver a su tierra, y esto incremen– taba, como es natural, el trabajo en las Embajadas de los Estados Unidos en Europa. Leyendo las cartas en las que su padre le hablaba de los problemas con que se enfrentaba el personal de la Embajada, Jack se excitaba más y más. Se desesperaba por no poder contemplar con sus propios ojos la agitación que se extendía por Europa. Después de todo, él estaba es– tudiando Historia, arte de gobernar y política, y tellÍa una maravillosa oportunidad de contemplar de cerca los acontecimientos. Reuniendo todas sus razones, convenció a las auforidades de Harvard para que le dejasen pasar en Europa el resto de su segundo curso. En marzo de 1939, mientras las tropas nazis ocupaban

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