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boles y a la pelota al nUsmo Hempo. Pero Jack, Joe

y Bobby no lo hacían nunca y... Iplaf!. se daban cada ±rastazo que se quedqban fuera de combate, Puedo recordar varias ocasiones en que uno u o±ro de los chicos hubo de ser recogido inconsciente, iban siempre vendados y magullados por todas partes. Por la época en que seguían el curso superior, Jack y su compañero de habitación LeMoyne Billing~

decidieron que su sencillo cuarto de madera y yeso podía emplearse en actividades más serias que en armar meras jaranas. Jack escribió a su padre que Lem y él habían hablado muy en serio acerca de la n1.anera de mejorar sus poco brillantes calificaciones: -"Hemos decidido definitivamente dejar de ha– cer tonferías -escribió-o Me doy cuenfa de que ne– cesito ±rabajar mucho esie año si quiero ir a Inglafe– rra. Veo verdaderamenfe, ahora que pienso en ello, que he esfado engañándome a mi mismo acerca del frabajo efectivo que he hecho".

Las nafas de Jack mejoraron casi de la noche a la mañana. Y recibió como premio el prometido viaje a Inglaferra.

Pero la fuerza impulsora de la súbita mejoría en las calificaciones de Jack no era la simple promesa de un viaje al extranjero o alguna otra ganancia ma– ferial por un ±rabajo bien hecho. Su padre sacó tiem– po de su sobrecargado prograIna para escribirle: "Ahora, Jack, no quiero dar la impresión de que soy un regañón, porque bien sabe Dios que es lo peor que puede ser un padre. Después de una larga experien– cia en calibrar a las personas sé definitivamente que fú vales y que puedes ir muy lejos. Y ahora, éno. fe parece un disparafe no aprovechar todo lo que DIOS fe ha dado?",

"Después de fado -continuaba su padre-, yo fallaría incluso COInO amigo $i no fe urgiera a que aproveches las cualidades que tienes, Es muy difícil compensar la falia de conocimienfos fundamenfales que se han descuidado cuando uno es joven, y por esio es por lo que fe incifo a que hagas cuanfo pue– das. No espero demasiado y no quedaría desilusio– nado si no resullas un verdadero genio, pero creo que puedes ser un digno ciudadano con buen criferio y enfendimiento" ...

De esfa prudenfe y comprensiva forma, Joe Ken– nedy Sr. ayudaba a sus hijos duranfe sus años de estudios.

"Lo mejor que tenía el padre de J ack era lo unido que esfaba a sus hijos -dice un amigo-o No hubie– ran podido ser lo que hoy son sin la ayuda que él les proporcionó. Pero lo nofable era que nunca los forzó ni acució. Debió de ser para él una cosa muy difícil no esfropearlos dándoles demasiado",

Durante su curso superior en Choafe, Jack jugó mucho al golf, se hizo muy fuerte en el tenis y remó en el segundo equipo. Tenía dieciocho años, era es– belio, alio, apuesfo, infeligenfe y aInpliamenfe respe– fado por sus compañeros de curso.

Aunque algUnOS recuerdan a Jack como un mu– chacho sosegado, sus amigos ínfimos de Choafe le consideran de una manera un fanfo diferenie. -"Es indudable que Jack era franco, pero no fe– nía demasiado tacto -dice un amigo-. Tenía el ge. nio vivo, pero nunca conservaba rencores. Esfallaba de pronio y al minuio siguiente ya se le había olvida– do. Ciertamente no era una perita en dulce". Jack empezaba a ver que el éxito, en iodo, supo– nía dos cosas: capacidad e intenso trabajo. El tenía capacidad, bien lo sabía. Estaba precisamente aprenc diendo a aplicarse al trabajo infenso.

En el curso superior, sus calificaciones se remon– faron hasta la cumbre y fue admi:tido en la Universi– dad de Princefon COInO alumno de primer curso. También ingresó en Princeton su compañero de ha– bitación en Choate, Lem Billings. Su hennano Joe estaba en Harvard, donde a primeros de siglo habia estudiado Joe Sr. Jack, encantado con su nueva in– dependencia, planeaba superarse a sí mismo en Prin– ceton.

A fines de la primavera de 1935, Jack se graduó en Choate. Proféticamenfe, su clase le eligió como el alumno "con más posibilidades de triunfar".

La depresión

En ocfubre de 1929, cuando Jack Kennedy tenía doce años y aún no había enfrado en la escuela pre– paraioria, los Esfados Unidos fueron sorprendidos por un derrumbamiento en la Bolsa de COInercio, qUe em. pezó el día que hoy se conoce en Wall Sfreet como el "Viernes Negro".

Duranfe los meses que siguieron, fortunas persa. nales que valían millones y Inillones de dólares fue– ron barridas¡ muchos Bancos se hundieron y desapa_ recieron del mundo de los negocios. Algunos espe– culadores de Wall S±reet, anfes que enfrentarse con el horror de la quiebra, se suicidaron. Millares de pe– queños inversionistas desprevenidos -el :trabajador a jornal, el limpiabofas, el ama de casa, el agriculfor, el médico- vieron los ahorros de foda una vida con– vertidos en polvo. De pronfo dejó de imporfar la cantidad de valores que poseía una persona. Las ac– ciones parecían sin valor y millones de personas se enconfraron en paro forzoso.

Hoyes difícil hacerse cargo del ferror que afena. zó al país en los años de depresión siguienfes al hun– dimienfo de 1929. Personas hambrienfas hacían cola durante horas esperando un cazo de sopa y una man– zana gratis que repartían las cocinas de asistencia pú_ blica, apresuradamente insfaladas. El que tenía Un empleo que le proporcionaba unos pocos dólares por semana era considerado como persona afortunada. Eran tiempos de desesperación para la mayoría de la genie,

Sin embargo, la depresión no afecfó a Joseph P. Kennedy y a su faInilia. Sólo un mes antes del de– rrumbamiento, en agosfo de 1929, retiró súbüamenfe fodo su dinero de la Bolsa. Enfonces, aquella defer· xninación pareció mal aconsejada. Las acciones se– guían en alza y iodos los días se hacían nuevas for– tunas. Cuando el globo esfalló y los afros inversio– nisfas fueron barridos, Joe se encontró sólidamenfe asenfado.

Años después. Joe explicaría aquella refirada a los periodisfas. Según confó, iba un día Wal1 Sfreef abajo cuando se le ocurrió entrar en un taller de lim– piabofas.

El muchacho que empezó a lusfrarle los zapatos no le conocía. "Levanfó los ojos -cuenfa Joe– mientras hacía restallar el paño en mis zapaios y me dijo todo 10 que iba a pasar con los diversos valores en la sesión de aquel día".

El mozo no estaba buscando una propina en pago de sus informes confidenciales ni intentaba impresio– nar a Joe con sus conocimientos. Sólo hablaba sen– cil1aInente sobre lo que iba a ocurrir.

"Yo escuché mienfras le miraba desde arriba -sigue Joe-, y cuando salí del local pensé: "Cuan– do llega el momenfo en que un muchacho lixnpiabo– fas sabe tanfo como yo de 10 que pasa en la Bolsa y tiene toda la razón, eso quiere decir que hay algo equivocado en mí o en la Bolsa, y es hora de que me refire del juego. Así lo hice".

Cuando los años veinie dejaron paso a los años :treinia, el país se hallaba en esfado lamentable, pero Joe iba viento en popa. Tenía una fortuna conside– rable, tiempo por delante y llevaba la política en la sangre. Tenía además un amigo cuya es±rella esfaba ascendiendo en el cielo político: Franklin Delano Rooseveli.

En 1932, Rooseveli fue designado candidato por el parlido demócraia para la presidencia de los Esfa– dos Unidos, y Joe Kennedy fue uno de sus más fir– mes partidarios.

"Soy la única persona con más de doce dólares en el bolsillo que está a favor de Rooseveli" -solía decir Joe en broma a sus amigos, y en muchos as– pecios fenía razón.

En noviembre de 1932, mientras Jack estaba en Choate, Rooseve1f fue elegido presidente. Tomó po– sesión del cargo en marzo de 1933. Un año después de inaugurar su mandafo, Rooseveli pidió a su amigo Joe Kennedy que aceptara la presidencia de la Co– misión de Valores y Cambio, una nueva agencia fe-

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