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LOS PRIMEROS AI\IOS
BRUCE Ltt
Jack y Joe
Estamos en 1929, en el hogar de la familia Ken– nedy, una gran mansión de estilo georgiano rodea– da de espacioso terreno en un secior muy elegante de Bronxville, precisamente al Norte de la ciudad de Nueva York.
En el interior, sobre la alfo:mbra del cuarto de estar, dos muchachos están luchando. El de más edad, Joe junior, tiene catorce años, es robusio y de aspecto atractivo. El más joven, John, llamado Jack por todo el mundo, tiene doce años, es me– nos corpulento y más delgado que su her:mano. Des– de la escalera, seis Kennedy de menos edad con– templan la lucha. Cinco son niñas: Rosemary, Kathleen, Eunice, Pat y Jean. El menor de todos, de sólo cuatro años de edad, es oiro chico: Bobby. Unos años después vendrá al mundo el noveno re– ioño varón de los Kennedy, Teddy.
Joe ganará la pelea, como casi siempre. Es ma– yor, más pesado y más fuerte. Pero Jack lucha fie– ramente, aporreando a su her:mano y siendo ma– chacado a su vez en jusia correspondencia.
No es una pelea ordinaria, porque ésia no es una familia ordinaria.
Insiantes después, la lucha ha ter:minado y los mayores, Joe y Jack incluidos, porque son oira vez los mejores compañeros del mundo, esiarán jugan– do con unos amigos, en el amplio césped que se extiende delante de la casa, un violenio partido de "touch", capaz de partir un hueso a cualquiera. Desde la banda, Joseph P. Kex:medy senior suele contemplar el juego, constituido por su cuenta en imparcial "hinchada", gritando y jaleando primero a favor de un bando y luego a favor del oiro. El "vie_ jo Joe -recuerda un a:migo de los jóvenes Kenne– dy- "no solía participar en los juegos. Era demasia– do astuto para eso".
En verdad, Joseph P. Kennedy no es tampoco un hombre corriente. Apenas cumplidos los cuarenta años es ya, por su propio esfuerzo, multimillona– rio. A medida que vayan pasando los años se irá convirtiendo en uno de los hombres más ricos del país. Participa activamente en la política y desem– peñará altos cargos gubernamentales. Inició su for– tuna en Boston. Al crecer sus negocios trasladó su numerosa familia a Nueva York en el año 1926, cuando su segundo hijo, Jack, tenía diez años. Está extraordinariamente orgulloso de sus hijos en desa– rrollo, interesado en su bienestar y preocupado por su futuro.
El padre de Joe, Patrick Kennedy, luchó conira el arraigado prejuicio anti-irlandés que prevalecía en Boston, y llegó a ser jefe político del sector Este de la ciudad. A su vez, Joe Kennedy había experimentado por sí :mismo los sinsabores de ser irlandés y católico en Boston. Esia fue, en realidad, una de las razones de que trasladara su familia a Nueva York. Un día llegaría a ser embajador de los Estados Unidos en Inglaterra. Pero -meditaba- ¿qué sería de aque– lla ardiente y acometedora bandada de niños que veía jugando sobre el césped'? En cualquier caso, él les ayudaría, no con dinero, porque ya podía verse que no iba a fallarles nunca, sino inculcándoles las cualidades que cuentan: valor, laboriosidad, ambi– ción, lealtad familiar, pairiotismo, fir:mes creencias religiosas y espíritu de competición.
La madre de los niños, Rose, contempla el juego desde una ventana de la casa. Tampoco ella es una persona corriente. Graciosa, culta, competente y be-
Kennedy a la edad de ocho años, cuando estudiaba en
Dexter School, Brookline, Massachusetts.
lla, es hija de John Fitzgerald, llamado "Honey f'ilz"
I Fiiz el Melifluo), ex-alcalde de Boston. eLos prime– ros recuerdos qe Jack se remontan a los tempranos años de su niñez, cuando en Brookline I Massachu– setis), iba a visilar a los prohombres políticos acom– pañando a su aóuelo Filzgerald, que estaba entonces empeñado en una dura. campaña electoral por el car–
gó de gobernador de Massachusetis. Años después, cuando Jack se presente a Su vez a unas elecciones, algún socarrón dirá:
-Los Kennedy no son verdaderamente demócra– tas y -con seguridad tampoco son republicanos: for– mim un partido político por su cuenta.
La fir:me disciplina y el espíritu de competición que Joseph P. Kennedy inculcó a sus nueve hijos fueron sólidamente asimilados. Cuando el padre es– taba lejos del hogar por culpa de los negocios o de la política, traspasaba la vara de la autoridad al jo– ven Joe, que era tan severo como su padre.
Así resultó, de manera natural, que Jack fue el único y verdadero rival que Joe tuvo en la familia, los demás hermanos próximos a él en edad eran chi– cas, y los chicos más jóvenes eran aún demasiado pequeños. De este modo, los hijos mayores, Joe y Jack, luchaban frecuente, y dura y largamente. Co– mo Jack era menor, siempre quedaba en segundo puesto.
Naturalmente, el padre de los muchachos cono– cía esta rivalidad entre sus hijos, pero hacía poco por impedirla. Porque sabía que Joe compensaba sus rudos procedimientos con una ilimitada generosidad a la hora de ayudar a sus her:manos y her:manas me– nores. Jack reconoce hoy que, a pesar de sus peleas con el her:mano mayor, su amistad y amor mutuos eran muy profundos. Jack tiene todavía una eleva– da y afectuosa opinión de su her:mano mayor, pero admite:
"Joe tenía un temperamento belicoso. Más ade– lanie se suavizó, pero aquello constituyó para mí un problema en mi niñez".
Es evidente que aquel problema fue doloroso, a
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