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dica de montar color sobre color: en campo de azur, castillos de gules. y no digo nada de los leones, por su– poner que ese color encarnado trata de darlos al natural; pero, en otro aspecto, sí que se comete con estos una grave incorrección, sólo disimulable en diseños diminutos: estando solos, los leones se asientan y se apoyan tocando los extremos de su partición. Naturalmente, nada de es– to ocurre en las armas de Castilla y de León, para expli– carnos que fueran ligeramente alteradas.

Como este escudo que se presenta y se da por pro– pio de nuestra Granada, no tiene sentido alguno, pongo en duda la existencia de un tal en forma de sello en 9$e

documento de 1791 que se dice estar firmado por el Al– caide de la ciudaCl el Adelantado Don Diego de Montiel, pues tampoco hay la posibilidad que sea el personal de éste, que, dichó sEia de paso, desconozco.

Tratando de encontrar lo que dio a la idea de esta desfiguración, en papeles de finales del siglo XVIII en adelante, se halla la representación, pero correcta, de ese diseño, es decir el de las armas de Castilla y de León usa– das fuera del complejo escudo de la Monarquía. Se tra– ta del escudo aplicado ,por medio de la imprenta, como se estila aún, a la cabeza del Papel Sellado. Esta forma simple del escudo acuartelado de sólo castillos y leones, con el escudete de los lises de Anjou y el entado de Gra– nada, apareció en la época de Carlos IV allá por 1797. Correspondía entonces al papel sellado llamado del sello cuarto, de cuarenta maravedíes. El escudo era a la sazón de forma ovalada, ornamentado en su exterior por el Collar de la Orden de Carlos 111, el Toisón, y la corona imperial por timbre. En el Papel de 1811-1812, collar y Toisón son sustituídos por los laureles. Con una y otra

c~racterística ornamental, los ejemplares se van repitiendo durante el reinado de Fernando VII, yendo el óvalo del campo en un ,proceso de disminución de su eje, aproxi– mándose cada vez más al círculo. Adoptado finalmente éste, la configuración de ese escudo no puede ser más semejante a la del atribuído a Granada de Nicaragua. La Corona Imperial, y bajo ella, el círculo ,perlado que borda el campo, y las napoleónicas ramitas de laurel, muy siglo XIX y muy recientes. Esa forma circular -que no es árabe como se dice, sino italiana por antecedente roma– no- a la que el al,ltor del folleto se apega para dárnosla como propia e inalterable del escudo de Granada. Desde la introducción del Papel Sellado en 1640, las armas de la Monarquía tuvieron en él las más variadas y caprichosas formas que es de imaginar.

El folleto trae la fotografía de una pieza compuesta de locetas de cerámica que, representando ese escudo de armas, fue obsequiada en 1949 ,por la ciudad española de Granada a su homónima nicaragüense; la cual pieza luce en la Sala Capitular del Ayuntamiento de ésta. No queda muy oculto lo que con esta referencia se intenta por el folleto. Trátase con ello de corroborar, de dar la impre– sión de que el diseño de ese escudo también nos ha lle– gado de afuera, nada menos que de España, la prístina fuente, con lo que se ha detener por acreditado en su au– tenticidad. Recientemente, a persona nicaragüense de reconocida inteligencia y cultura la ví caer ante este equí– voco. Yo estuve en Granada de Nicaragua el 12 de Octubre de aquel año en la solemne entrega e inaugura-

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