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La l'eproduccióu hecha por Baneroft en 1882.

De UHistQry of Central America"

Por Hubert Howe Bancroft. - Vol. l. D 513 - San Fi'ilncisco, 1882.

mal informado sobre los asuntos de Indias, si se quiere por la mencionada falta de capacidad para trabajar, pero, precisamente, es ésta su caréncia de información la que él suple con su formación de una muy buena lógica que le ayuda a salir del paso. Nicaragua, Yucatán, Cuba, Ve. nezuela, por citar éstas, pertenecen a esa clase de provino cias de nombres ilógicos, que por numerosos que sean no dejan de incluirse en la excepción de la regla... Lo lógico en aquel orden jurídico, más riguroso en el canónico, es que la provincia o circunscripción jurisdiccional de una determinada autoridad tenga el nombre del ,pueblo o ciu. dad cabecera, o capital. De una ciudad que es así cabe. cera o capital se dice en buen lenguaje de entonces, ciudad que hace provincia. Sólo circunstancias históricas Con– cretas son las que rompen esta regla al nombrar las pro– vincias. Si León fue desde el principio la capital, congruentemente, la provincia debió haberse llamado "Provincia de León", y no "Nicaragua", como con muy buen sentido y por explicables circu'nstancias la llamó Diego López de Salcedo en 1527, quien, al entrar por el Norte no se había familiarizado al nombre de Nicaragua con la fuerza con que lo estaba la gente que procedía de Panamá, que lo impuso; y así, López de Salcedo y su gen. te lo llamó siempre el Nuevo Reino de León. En estilo canónico el Obispo es de la ciudad, a la que se someten otras que se llaman sufragáneas. En rigor el Obil.po no es de Nicaragua, sino de León; como también lo es el Go. bernador. En las Ordenanzas de Intendentes del siglo XVIII se restauró este estilo y se mandó expresamente que la Intendencia se llamara por el nombre de la ciudad asiento del Intendente, y se dijo la Intendencia de León, la Intendencia de Comayagua. Aun antes del estableci· miento de éstas en 1787 no es remoto dar con documen· tos que digan la Provincia de León de Nicaragua, refi· riéndose a toda la Gobernación, y, a la inversa, me consta por documentos de años posteriores, principalmente en

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Indias pensara en Managua como Ciudad Catedral, cabeza del Obispado. Lo más seguro es que el Mtro. González Dávila, con lo ¡poco informado que estuvo de las realida– des indianas, ni siquiera tuviera noticia de la exis'tencia de Managua, entonces un plácido pueblo de encomienda que dormía a la vera del camino real. Aun estaba muy remoto el día en que Managua iba a dejar de ser un sim– ple pueblo de indios y considerarse también de españoles y mestizos; aunque ya había llegado la \;Jora de cOl'tarle la pata al león. Si aquellos títulos de ciudad y de villa no fueron vaguedades, básta con recordar, y lo recuerda el folleto mismo, q~e a sólo dos años y medio justos para nuestra Independencia, Managua llegó a alcanzar apenas el título de Villa.

El "Teatro Eclesiástico" del Maestro Gil González Dá– vila es ciertamente, como lo reconoce el propio Bancroft, una obra viciada, con errores y contradicciones a cada paso; en muchos de sus pasajes no resiste la menor con– frontación documental. Ya los historiadores de hoy día la consideran de valor muy discu'tible. Parece ser que la labor intelectual de Maestro anterior a su nombramiento como Cronista de Indias fue verdaderamente efectiva. Rómulo D. Carbia dice que "su senectud explica bien el descalabro de la Crónica Indiana" y comprueba cómo en aquellos años cercanos a su muerte se hallaba el Cronista atacado de decrepitud senil "(La Crónica Oficial de las Indias Occidentales", Buenos Aires, 1934, pp. 196-202). Así es que, si no es mediando un hondo sentido crítico, el "Teatro 'Eclesiástico" de las Indias no es una fuente re– comendable. Sin embargo, partiendo de esta base, po– demos hacerle frente a esta obra y reivindicarla por lo menos de la ligera interpretación de Bancroft. González Dávila dice I/Civdad de Nicaragual/ como dice I/Civdad de Yucatánl/, I/Civdad de Cuba", "Civdad de Venezuela ú

, pa· ra las que da también sendos escudos de armas. Com– probado está que el Maestro fue un hombre que estuvo

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E,l grabado de Gil González Dávila de 1649.

Del "Texto Ecle~iástico de la Primitiva Iglesia de las Indias Occidentales". Por el Mtro. Gil GonzáJez Ditvila. - Tomo 1 - Madrid, 1649.

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