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EL "ESCUDO DE ARMAS COLONIAL DE LA LEAL VILLA DE SANTIAGO

DE MANAGUA"

Otro escudo de armas que aparece en el desafortu– nado folleto, es el que se pretende adjudicar como au– téntico a Managua, antiguo pueblo, villa a ¡partir de 1819, y al p,'esente ciudad capital de la República. El escudo presentado, y así aplicado a Managua, es ni más ni menos que la historia de una antigua falsedad, con autores y cómplices, que comienza en el año de 1649. No quiero atribuir a mala fe el escamoteo que se hace, pero es muy curioso que el tal escudo haya sido ingenuamente tomado de la "infalible" fuente del historiador norteamericano Hubert Howe Bancroft, y a su vez no se haya referido la fuente de la fuente, que el mismo Bancroft indica con claridad; la cual fue para este autor norteamericano el Primer Tomo de la obra "Teatro Eclesiástico de la Primitiva Iglesia de las Indias Occidentales", que apareció en Ma– drid en 1649 y cuyo autor fue el Maestro Gil González Dávila, Cronista Mayor de Indias durante los años 1643– 1658, Y así, lo que en el autor del "Teatro" fue sola– mente un caso de imprecisión, y en Bancroft, en 1882, una superficialidad, en el folleto de 1961 vino a ser el de una extravagante aplicación, acompañada de una gro– tesca interpretación heráldica, deplorable, en cuanto que contribuye a alterar la verdad histórica.

Al iniciar el capítulo correspondiente a la Iglesia de Nicaragua, el Maestro Gil González incluye el grabado de un escudo de armas que re¡presenta un león rampante apoyando su garra izquierda sobre un globo, y por timbre una corona de marqués, lo que él llama las "Armas de la Civdad de Nicaragua". Sin admitir gé– nero alguno de duda, este escudo de armas, aunque torpemente realizado, no corresponde a otra ciudad de Nicaragua, más que a la de León. Es, lo repito bien, el Escudo de Armas de la Ciudad de León de Nicaragua. El citado historiador Bancroft en su "History of Cen– tral America", San Francisco, 1882 (y no 83 como dice el folleto), vol. 1, pág. 513, -que no solamente existe en la Biblioteca Nacional de Nicaragua-, reprodujo fiel· mente, aunque en proporciones menores, el indicado es– cuclo de la obra de Gil González Dávila. Bancroft lo trae a propósito de una nota en la que plantea una duda que no tiene fundamento alguno y que sólo nos la podemos explicar ante la pobreza documental de la obra del nor– teamericano y en la incapacidad que tuvo éste para leer debidamente al Cronista de Indias en su "Teatro Eclesiásti– co". Cuando Bancroft refiere que "en la provincia de Nagrando" Francisco Hernández estableció otra ciudad, a la que llamó León, en observación que hace sobre el nom– bre "Nagrando", que ¡por lo visto es el que acepta, viene a decir que hay autores que a la tal provincia la llaman "Imabite". Luego, siguiendo la nota, pasa a lo de las "Armas de la Ciudad de Nicaragua" que dice da el Mtro. Gil González Dávila en su "Teatro Eclesiástico", y, de la manera más superficial, concluye diciéndonos: "En vista de lo lejos que siempre anda de la verdad este escritor, nosotros podemos aplicar el término ciudad de Nicaragua

Escudo de Armas de Managua, según el folleto.

a cualquier ciudad en Nicaragua, no obstante que él (refi– riéndose al Cronista) afirma ser el lugar descubierto por Gil González en 1522, y poblado por Hernández y Pedra– rias", Entiendo que lo de la disquisición que nos trae B.ancroft sobre ser Nagrando y no Imabite el nombre de aquella provincia en que se asentó la primitiva León, nada tiene que ver con la segunda parte de la nota sobre las "Armas de la Ciudad de Nicaragua", si no es a causa de la ya dicha superficialidad con que procedió este autor norteamericano. Y he traído aquí. su observación sobre el nombre de aquella provincia indígena, porque no quie– ro creel' que sea gratuito el descomunal trasplante que se ha hecho de las Armas de la Ciudad de León para la ac– tual ciudad de Managua. Si no me es infiel la memoria, y conste que no trato de fantasear ni de jugar, entiendo que en las barberías de Nicaragua se viene sosteniendo que el nombre ,primitivo de Managua es "Imabite". Con esto y con la autoridad de Bancroft que pasó a decirnos que, por lo erróneo que siempre anda Gil González, noso– tros podemos aplicar el término "ciudad de Nicaragua a cualquier ciudad en Nicaragua", ,parece ser claro, se pro– cedió, sin más ni más, a darle a Managua lo que era de León. Una lógica admirable, con la que se ha venido a cometer una grave injusticia con la ciudad de Bluefields.

y vuelvo a insistir en que lo de "Imabite" es lo que dio pie al error, porque estoy seguro de que a Bancroft no se le ocurri6 nunca pensar en Managua cuando dijo que aquel nombre "Ciudad de Nicaragua" podía aplicársele a cualquiera otra del país. Era lo bastante buen historiador para imaginarse que en 1649 el citado Cronista Mayor de

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