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I)Yranffo 10} ~glt)!1ia, el Municipio tyV@ fyer%ól y Bli"

plendor. La vida municipal ha pasado por altos y bajos en nuestra época independiente. El Municipio ha tenido sus autoridades princi,pales de libre elección. Las muni– cipalidades han administrado sus !,ienes y ren~as con libertad; pero se han preocupado poco por el desarrollo y progreso de los servicios públicos y por la prosperidad de la comunidad. Han tenido bastante facilidad para emitir sus planes de arbitrios, o ley de impuestos locales, y para formular y ejecutar su presu,puesto de egresos. El Go– bierno Central se ha limitado a aprobar los planes de aro bitrios y a revisar en forma a posteriori los egresos. Ha faltado técnica, estudio, iniciativa y elevada gestión ad· ministrativa. De 1939 a 1962, el Gobierno Central nom– bró los munícipes. Actualmente hemos vuelto al sistema de elección. Ojalá esto ayude al florecimiento municipal. Antiguamente la idea predominante era, que la labor municipal debía coordinarse cos la labor del Gobierno Central.

En la actualidad, además de esta idea, se reconoce que el Municipio es incapaz de realizar muchas obras co– munales, y que éstas deben ser hechas por el Gobierno Nacional, o financiadas por éste.

Creemos que la idea de la coordinación con la gestión administrativo general, debe siempre prevalecer; pero urge desterrar el pensamiento de la incapacidad del Mu– nidpio y de que todo debe hacerlo el Gobierno Central. Necesitamos luchar porque la comunidad aune sus esfuer– zos en forma cooperativa para resolver sus propios servi– cios. Municipio que no puede hacer progresar a sus aso– ciados moral, intelectual y materialmente, no merece el nombre de tal. Esa debe ser nuestra lucha: El floreci– miento municipal de Nicaragua, mediante el esfuerzo coor– dinado inteligentemente de todas las familias.

Las Clases Sociales

En lo antiguo las clases sociales eran muy simples: la de los ricos y la de los pobres. Los llamados artésanos representaban la casi totalidad del elemento laboral. Los artesanos no estaban organizados. Existían el dueño del taller, los oficiales y los aprendices, pero sin ninguna or– ganización gremial. No habían conflictos laborales. La vida era patriarcal.

El'! los tiempos más modernos los sindicatos de tra– bajadores se han extendido mucho. Su organización no es del todo buena; pero es algo satisfactoria. Padecen de un error fundamental: no les gusta ajustarse a la ley. El derecho de huelga está reglamentado. Sin embargo, los trabajadores por cualquier motivo se lanzan al ,paro, sin cumplir con los requisitos legales. Esto sólo ocasio– na perjuicios a la sociedad. Los trabajadores creen a pie juntillas que la única manera de triunfar en sus reclamos es lanzarse de inmediato a la huelga. Creemos que es– tán en grave error. la huelga es a veces un mal necesa– rio, al que puede llegarse, en casos excépcionaies. Por este proceder, se dice con frecuencia, que nuestros sindi– catos son extremistas, y están impregnados de ideas marxistas.

Existen muy pocas agremiaciones patronales, con ex– cepciones de algunas cámaras de comercio e industrias. Consideramos que los gremios son necesarios y que

debe fomentarse su establecimiento y progreso, comó olementos vitales para el bienestar de la sociedad nicara– güense. Son indispensables gremios sanos, eminente– mente morales, impregnados de las ideas de servicio y

desarrollo social.

La Autoridad

La autoridad ,pública y el orden jurídico fueron en Nicaragua, durante la época colonial, los propios de una colonia española; leyes emitidas en la metrópoli y Gober. nadores venidos de España. Los gobernados hacían a ve. ces extensos memoriales a las autoriades y se amotinaban, especialmente a principios del Siglo XIX.

Durante los primeros años de nuestra vida indepen– diente, el orden jurídico y la autoridad pública eran ines– tables y dudosos. Primeramente se dispuso que Centro– américa era indepe l1 diente de España y que quedaban en vigor las leyes y las autoridades existentes, mientras se disponía lo conducente. Vino después la anexión al im– perio de don Agustín de Iturbide. Posteriormene se con– firmó la independencia y se adopó la forma de una Repú– blica Federal. Fuimos Estado convulso de una federación tambaleante, de 1824 a 1838. Nuestros Gobernantes fueron: don Manuel Antonio de la Cerda y don Juan Ar. güello, de 1825 a 1829; don Dionisio Herrera, de 1829 a

1833; don José Núñez, de 1834 a 1835; don José Ze.peda

y don José Núñez, de 1835 a 1837; y don José Núñez en

1938. Estos Gobernantes que ostentaron el título de Je– fes de Estado, tenían un período de 4 años. Su principal empeño era aplacar las contilluas guerras y restablecer la paz. Fuera de ello, muy poco se podía hacer para pro–

gres~ y desarrollo de la sociedad.

El 30 de Abril de 1838 Nicaragua se separó de la Federación. En Noviembre de este año se emitió la pri– mera Constitución Política del país, como República uni– taria e independiente. De acuerdo con ella, el Jefe del Poder Ejecutivo se llamaba Supremo Director y su cargo duraba dos años, que se iniciaban el 19 de Abril. Los Supremos Directores que tuvo Nicaragua fueron: don Pa– blo Buitrago, de 1841 a 1843; don Manuel Pérez, de 1843

a 1845; don José León Sandoval, de 1845 a 1847; don José Guerrero, de 1847 a 1849; don Norberto Ramírez, de 1849 a 1851; don Laureano Pineda, de 1851 y 1853; Y don Fruto Chamorro, de 1853 a 1854.

Problemas graves hubo durante la época de los Su– premos Directores: la cuestión inglesa en la Costa Atlán– tica; la invasión de Malespín; el golpe de Estado contra Pineda y el inicio de la Guerra Nacional. Sin embargo, este período fue más estable que el anterior, llamado de los Jefes de Estado. Ello permitió algún desarrollo del comercio, agricultura y servicios públicos.

En 1854 nuevamente se enseñoreó la guerra civil, que degeneró en una Guerra Nacional. Lo poco que se había logrado realizar durante el período de 1841

él 1854

trastornado y destruído. La sociedad quedó aniquilada y a punto de perecer.

De los escombros de aquella hecatombe surgió un nuevo orden jurídico y una nueva Ali!oridad Pública. Con la Constitución de 1857 se reorganizáron los poderes u órganos del Estado. Sobre bases más sólidas surgieron el Poder Legislativo y el Judicial. Se hicieron cargo del Poder Ejecutivo, los Presidentes de la Répública, quienes se sucedieron regularmente cada cuatro años: Tomás Mar-

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