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« Previous Page Table of Contents Next Page »veinte años de luchas internas al sufrido pueblo mexica– no; que Venezuela sufriera el feroz despotismo de Juan Vicente Gómez por 27 añós, y sólo esos porque falleció al cumplirlos; y que el sombrío Estrada Cabrera 'resistiera en Guatemala por 22 años innumerables atentados. Pero resulta completamente absurda en la época presente, en que los adelantos de la técníca y la solidaridad que cada día se manifiesta más grande entre los cuer¡pos militares
y entre los dictadores, aunque aparenten éstos ser de di– ferente ideología, hace a los dictadores y militares prác– ticamente invencibles. Lo más que se puede esperar entre los militares es que escenifiquen de tiempo en tiempo, como resulta en la República de El Salvador, un conflicto entre ellos del que siempre resuta el cambio de unos co– roneles por otros.
No se puede pues exigir a los pueblos que hagan sacrificios inútiles, que provoquen la destrucción y la mi– seria, que es el resultado de todo movímiento armado;
y, lo que por desgracia es frecuente, que el resultado fi· nal sea el de sustituir un despotismo por otro, pues las guerras internas hacen surgir a los caudillos militares que han sido una verdadera calamidad en el pasado.
Pero existen además dos poderosas razones más para buscar solución al problema que plantean los gobiernos de origen espúreo o de tendencias dictatoriales: El peligro de que al establecerse un nuevo gobierno, con base po– pular o de un carácter menos personalista, se pongan en tela de juicio los compromisos de carácter internacional contraídos por dichos gobiernos irregulares, que muchas veces fueron sostenidos o formados por el que con ellos contrató. Ya no es sólo el caso de la República Francesa que negó en un tiempo muchos de los compromisos de la anarquía, ni de Rusia Soviética que declaró completa– mente nulos e ineficaces los de la Rusia de los Zares. Tenemos el caso reciente de el Ecuador negándose a cum· plir arreglos hechos con el Perú invocando para ello el origelJ viciado del gobierno que los concertó. Ignoro completamente el caso, pero el hecho real es que los go– bernantes impopulares, mas preocupados por mantenerse en el poder que en el bienestar de sus pueblos, están mas dispuestos, en la prosecución de tal fin, a dejar atados a sus ,pueblos a compromisos indecorosos o ruinosos pues todos ellos dicen como el rey francés: l/Después de mí el diluviol/.
I
La interdependencia de que he hablado y que cada día obliga más a los países a tratar con los otros, por dis– tantes que estén, im-pone a todos los gobiernos la necesi· dad de analizar antes de todo compromiso el carácter del gobierno con quien tratan, para no verse después expues– tos a un repudio por parte de un nuevo gobierno, o a la sospecha de que se han valido de una situación irregular en Un país, para obtener concesiones de su gobierno. Es curioso, pero los abogados hemos visto a colegas muy celosos de la no intervención, que niegan a un gobierno el derecho a pronunciarse sobre la legalidad de otro go– bierno, por decir que esto es una intervención, y que sin embargo en la vida ¡profesional se niegan a tratar con una persona que pretende representar a otra, alegando la
ineficacia o insu~iciencia del poder o de la representación que invoca.
La otra razón es de otro orden: La falta de una ac– ción colectiva, en ciertos casos, lleva con harta frecuencia a la intervención unilateral que franca o solapadamente ejerce el gobierno que se cO,nsidera perjudicado en la in– tegración o en los actos de otro gobierno; y casi se puede
as~gurar que la falta de una bien planeada y reglamenta– da acción colectiva ha hecho posibles muchas intervencio– nes unilaterales. El gobierno de los Estados Unidos que en el pasado intervino francamente y que en épocas re– cientes ha intervenido también (Caso de Arbenz en Gua– temala) si hubiera tenido la posibilidad de poder ejercer una acción colectiva o si hubiera estado obligado a ello po'r un tratado, probablemente habría tomado un camino distinto del que tomó.
Pero lo dicho no implica que aboguemos por una "Verdadera Intervención", ni mucho menos por una ar– mada, ya que las intervenciones armadas han dejado en nuestro Continente tristes y dolorosos recuerdos. La mis– ma interdependencia de que hablé al principio y que obligadamente existe entre todos los países, puede dar la pauta para una "acción" colectiva de resultados eficaces, si es tomad<l en conjunto por los países ligados por una convención que la establezca y regule: la suspensión ab– soluta de relaciones y de todo tráfico comercial; y final– mente, si el caso lo demanda, el auxilio con armas y dine– ro a quienes estén dispue~tos a librar a su país de un gobierno espúreo. Seguramente el existir una acción co– lectiva acordada por la gran mayoría de gobiernos, nin– guno se atrevería a ejercer represalias; y bastarra la amenaza para regularizar en un país la situación institu– cional.
Por fortuna no existe ya el peligro de que una acción colectiva provoque la explotación de un 'país por otro, como sucedió en el pasado, pues ya todos los países co– lonizadores están dando libertad a sus colonias; ni que un país grande imponga a un pequeño hasta quien ha de gobernarlo, por más que en algunos casos se haya soste– nido que con ello se impidió el caos en el país intervenido.
Re~onocemos que hay países que se oponen a ella por te– mor a los abusos del poder a que son muy dados los poderosos, pero la generalidad de los que se oponen son los gobiernos que tiene interés en mantenerse ·por la fuerza y que son los que más explot.an a sus pueblos y
mantienen la supervivencia de sistemas caducos llamados a desC!parecer.
Los golpes militares recientes en Santo Domingo y Honduras imponen a los hombres libres de este Continen– te, llamado a ser el de la Democracia" el ¡poner a conside– ración la necesidad de establecer un régimen de acción colectiva que impida el establecimiento de nuevas dicta– duras o de gobiernos de tipo militar que lo menos que hacen (caso del ,Perú) es ejercer el derecho de veto en la elección de gobernantes, lo que convierte en ilusoria toda votación popular.
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