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« Previous Page Table of Contents Next Page »Reacción frenle al golpe de' Estado peruano
Como lo indiqué al iniciar esfe frabajo, las fesis que he expuesfo fueron amplialuenJ.e debo.fidas en re– lación directa e indirecia con el golpe de Esfado per– pe±rado por los alias milifares del Perú en conrra del obierno presidido por don Manuel Prado,
g Se discutió también en esa oporlunidad, si el go– bierno del presidente Kennedy había cometido un aC±o de intervención al romper relaciones con el gobierno peruano, y al sus~ender a~u~a económica y militar que los Es±ados Unldos sumlnls±raban'al Peru. Asimismo, se planteó la duda, aunque no en for– ma pública, acerca de si el gobierno de los Esfados Unidos tenía faculiad para suspender una ayuda eco– nómica y social originada en la Carla de Punta del E-de que fiene el caráC±er de convenio muliilaferal.
~ 'Desde luego, la posición asumida por mi Delega– ción fue la de que, lejos de intervenir en asuntos in– ternoS del Perú, y lejos de incumplir sus obligaciones derivadas de la Carla de Punta del Es±e, el gobierno del presidente Kennedy estaba cumpliendo cabalmen– fe con sus responsabilidades corno líder del bloque de– mocráfico de Occidente.
A pesar de que nuestro in±enfo de convocar una Reunión de Cancilleres para repudiar los golpes de Es..: tado no tuvo éxito, y a pesar de que el gobierno de los Es±ados Unidos reconoció después de dos meses a la Jun±a Mili±ar que gobernaba de faC±o el Perú. no consi– dero que el esfuerzo que hiciéramos hubiera sido en vano.
Por el contrario, si no hubiéramos ±omado la ac– tifud enérgica que ±omamos frente al cuarlelazo pe– ruano, y si el gobierno del presidente Kennedy no hu– biera fomado las medidas que tornó y que manfuvo durante dos meses, no me cabe duda de que a esfas horas los prepotentes militares del Perú hubieran es±a– blecido una férrea diC±adura, que no permitiría el fun– cioné¡.mien±o de los parlidos ni las manifestaciones li– bres de la prensa y la radio.
Porque se sinfieron repudiados por la conciencia democrática de América, y porque vieron segadas las fuentes de ayuda económico-social que les venía de los Esfados Unidos, los milifares peruanos no tuvieron más remedio que resfablecer las liberlades, y prome– ter un sufragio libre dentro del término perentorio de un año.
Por ello repito, que nues1ro esfuerzo no se perdió.
y por ello repito. que aquella actitud del gobierno norleamericano fue la única compatible con su condi– ción de campeón del mundo libre.
El liderato d.emocrático
En todas las épocas de la historia, encon±ramos países que por circunstancias diversas asumen o se ven obligados a asumir el liderato de un grupo de na– ciones, para la defensa de un sistema político, filosó– fico o religioso, o para la satisfacción de una ambición imperialista.
En nuesfra época le ha correspondido a Rusia asu– mir el liderato del grupo de' naciones sometidas al im– perialismo comunista. Y en nuesfra época le ha co– rrespondido a los Es±ados Unidos ejercer ellideraio del g:rupo de naciones que desean s¡:¡.lvar los valores de la civilización occidental. Es ésta una realidad histórica que no puede discutirse.
Lo que sí puede discufirse denfro del grupo de naciones de Occidente, es si los Estados Unidos han ejercido y esfán ejerciendo su liderato en la forma y condiciones en que 10 reclama su tarea de "campeón" del llamado "Mundo Libre". Desde hace años en Cos– ta Rica habíamos venido expresando un juicio esfima–
i~vo desfavorable. Habíamos manfenido que el dete– nora angusfioso que han sufrido las relaciones de los E;s±ados Unidos con la América Latina se debía, prin–
c;:~palmente, a que los norleamericanos no habían ejer–
c~do. con la energía y decisión que las condiciones hlsfóricas reclaman, el liderato de la revolución ameri– cana de nuestro tiempo. Revolución que consiste en transformar las viejas estructuras económico-sociales que impiden que la mayoría dei pueblo disfrute del
bienesfar que ofrecen los adelantos del siglo XX. for– taleciendo al mismo fiempo las liberlades básicas del sisfema democrático de gobierno.
Apunfábaulos que en vez de ejercer ese liderato. tanto los hombres de negocios COnto los hombres de gobierno de los Es±ados Unidos parecían dentostrar preferencia por los gobiernos dictatoriales y por las oligarquías feudales de América La±ina. Señalábamos insisfentemente que esa acfitud equivocada, combina– da con el ferviente deseo de nuestros pueblos de rom– per las cadenas de la miseria y con la aC±iva propa– ganda comunista' estaba produciendo una peligrosa situación, en la que parle de nuesfra juventud, y ntU– chos de sus mayox:.es, eran afraídos por las perspecfi– vas de una revolución ntás radical que la que los de– mócra±as defendernos, una revolución que no puede ser realizada por métodos pacíficos y que destruye el respeto a la dignidad huntana. pero que cuenta con lo que los movimientos democráficos no habían aon– fado: con el apoyo de un poderoso bloque de poten– cias mundiales.
Mien±ras los Es±ados Unidos y demás pofencias occidentales miraban con recelo los esfuerzos de quie– nes quieren cambiar las viejas es±ruciuras sociales que obstaculizan el desarrollo económico-social en Améri– ca Lafina, forlaleciendo al mismo tiempo el sistema dentocrá±ico, el bloque chino-soviético no escafi~aba
esfuerzo por identificarse hipócritantente con qUlenes, en la frusfración producida por la ntiseria y la fira– nía, están dispuestos a adoptar cualquier sistema que destruya el stalus quo. Se inicia el cambio
Sientpre existieron, denfro de los Es±ados Unídos, poderosas voces que hacían eco a las adverlencias de los grupos revolucionarios de América La±ina, y que reclamaban un cambio de acfitud. Pero no llegaron a ser 10 suficientemente fuerles para imponerlo. Sólo después del recibintien±o hos1il dispensado al vice– presidente Nixon en su viaje por Sudamérica, y de la agitación antino;±eamericana pr?,vocada por los ?~
luunis±as a traves de la revolUClon cubana, los dln– gentes conservadores comenzaron a prestarle atención al grave problema latinoamericano.
En los informes presentados después de sus reco– rridos por la América Latina, durante el año 1958, tan– to el reñor Nixon canto el docfor MilloR Einsenhower apuntaron el hecho de que estaba. muy generalizada entre nuestros pueblos la creencia de que el gobierno norleamericano y sus hombres de negocios simpatizg.– ban con las diciaduras, o que, por lo menos, preferían el status que a las eventualidades de un cambio revo– lucionario democráfico. Ello los llevó a recomendar una nueva acfitud frente a la frase: ' ' 'el saludo fría– mente corlés para los dicfadores, y el abrazo cordial para los gobernantes dentocrátioos".
En 1959, la Subcomisión de Asuntos In±eramerica– nos de la Cántara de Representantes, presidida por el congresisfa Armistead L. Selden, después de un estu– dio cuidadoso de las relaciones de los Estados Unidos con América Latina, llegó a estas conclusiones:
Nuestro es±ricfo apego a la política de no in– ±ervención ha podido hacernos aparecer corno in– diferentes al anhelo de los la±inoantericanos por alcanzar sus liberlades básicas.
Creentos que el principio de no intervención no se viola si proclamarnos nuestra devoción: a los derechos del hombre y al proceso democrático. En verdad creernos que es imperaiivo en nuestras relaciones con los pueblos la±inoantericanos, que elloS sepan con cedeza que nosolros odiamos la tiranía de cualquier clase, y que simpatizamos
con' su deseo dé ser libres. El cambio de la nueva adminislración demócrala
Pero no fue sino hasta que el presidente Kennedy asumió el mando que se ha puesto en evidencia la decisión de los Esfados Unidos de forlalecer la demo-
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