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Al Al±o ~1ando de las Fuerzas Arrrtadas del Perú no le gustó el resultado de las elecciones presidencia– les efectuadas ellO de junio de 1962. Ellos habían tolerado una libre campaña electoral y un sufragio legítimo, en el entendido de que triunfaría el candi– dato de sus simpatías. Como el pueblo se expresó en forrrta diferente a como lo deseaban los generales y almirantes de la rancia oligarquía militar, demanda– ron del Presidente Don Manuel Prado que descono– ciera el resultado de los comicios populares. El an– ciano Presidente rechazó la descarada exigencia cas– trense, con dignidad que lo hará ocupar puesto de honor en la historia del Perú. Entonces los militares lo arrestaron, rompieron el orden constitucional y constituyeron una Junta Militar que, por sí y ante sí, asumió los Poderes Ejecu±ivo y Legislativo de la Re– pública peruana.
El incruento golpe de Es±ado indignó al Presi– dente Kennedy, quien ordenó de inmediato la suspen– sión de relaciones diplomáticas entre los Es±ados Uni– dos y el Perú. Y, lo que resultaba verdaderamente grave para los militares peruanos, el Presidente orde– nó también la suspensión de la ayuda económica y militar que los Es±ados Unidos estaban otorgando a la nación peruana.
Esta actitud enérgica del Presidente Kennedy fue inmediatamente fachada por la J unta Mili±ar de vio– latoria del principio de no intervención. Varios go– biernos latinoamericanos manifestaron privadamente su aprehensión ante lo que ellos llamaban aC±i±ud intervencionista de los Es±ados Unidos.
Tres gobiernos democráticos de la América La±ina: el de Venezuela, el de la República Dominicana y el de Costa Rica, sostuvieron públicamente la tesis con– traria: sea la de que el gobierno de los Es±ados Unidos había actuado en la única fonna compatible con su condición de campeón de la Alianza para el Progreso. Sus ministros de Relaciones Ex±eriores -señores Fal– cón Briceño, Bonilla Atiles y Oduber- se trasladaron a Washington para expresar personalmente al gobier– no norleamericano la solidaridad de sus gobiernos con la actitud asumida por el de los Es±ados Unidos ante el golpe de Es±ado del Perú.
Decidieron también los tres cancilleres reunidos en Washington durante la iercera semana de julio de
1962, que los sucesos del Perú ameritaban la con vo–
ca±oria inmediata a la Reunión de Consulta de Minis– iros de .Relaciones Exteriores, para de±errrtinar la acti– tud de los gobiernos de América ante ese reprochable golpe de Estado.
Sin embargo, las noticias que diariamente llega– ban de Perú los hizo modificar su actitud original. Si el pueblo peruano había aceptado pasivamente el golpe militar, si había fracasado la huelga general y si los parlidos políticos, inclusive el APRA, negociaban con la Junta Militar y aceptaban su promesa de otor– gar elecciones "libres" dentro del plazo de un año, resultaba difícil convocar a los miembros de la Orga– nización de los Estados Americanos a una Conferen- . cia de Cancilleres que habría de juzgar el irrespe±o al sistema democrático cometido por los militares pe– ruanos.
Los cancilleres venezolano, dominicano y costarri– cense, con la colaboración del embajador de Hondu– ras, doctor Céleo Dávila, decidieron entonces solicitar la Reunión de Consulta para discutir en general el problema que plantea al Sistema Interamericano la ocurrencia de golpes dé Estado que derrocan a go– biernos legítimamente constituidos.
Esta solicitud dio origen a un encendido debate que se prolongó a través de varias sesiones del Con– sejo de la O.E.A. En ese debate se renovó la discu– sión en el terreno de su aplicación práctica, sobre el
campo de acción de dos principios fundamentales del Sis±em.a In±eramericano: el de la Solidaridad Demo. crá±ica y el de la No In±ervención.
En mi carácter de embajador, representante de Costa Rica ante el Consejo de la O.E.A., me correspon. dió ±omar parle muy activa en ese gran debate. Tuve oportunidad de exponer tesis sobre las que había me. di±ado durante largos años, y sobre las que había es. crito con frecuencia.
El presente ensayo no pretende ser una versión objetiva del desarrollo de ese debate. No puedo ni quiero ser objetivo tratándose de temas que me apa. sionan, porque ellos giran en derredor de la libertad la dignidad y el bienestar del hombre americano' Tra±aré simplemente de exponer, una vez más, las fe: sis jurídicas y políticas que sustentan mi posición en pro de una más efectiva acción interamericana en fa.
Val' de la libedad, el desarrollo económico y la justicia social en 1 'TIérica, cuando éstas se ven amenazadas por un gol ",'c
de Es±ado que destruye el sistema demo. crá±ico representativo en cualquier país de este He. n'lÍsferio.
Inspiración democrática del sistema intel'éUIlericano
Desde que Bolívar convocó el Congreso de Pana. má, siempre estuvo presente en las reuniones intera. mericanas la idea de que la democracia representafiva es el único sistema compatible con las aspiraciones liberlarias de los pueblos de América. Pero después de las Conferencias de Chapuliepec (1945), Río de Ja· neiro (1947) y sobre iodo, de Bogo±á (19481, las ins· fi±uciones jurídicas in±eramericanas ±omaron una defi· nitiva inspiración democrática.
La Organización de los Es±ados Americanos y fo· das las construcciones jurídicas a ellas relativas, tie· nen desde entonces una finalidad más imporlante que la seguridad misma de los Esfados, según lo expuso en su inforrrte sobre la Novena Conferencia Interame· ricana el entonces secretario general de la Organiza· ción, el gran ex-presidente de Colombia doC±or Alberlo Lleras Camargo: una finalidad superior que consisle en "consolidar en América un régimen de libertad individual y de Justicia social, fundado en el respelo a los derechos esenciales del hombre".
Por ejemplo, la declaración XI de la Conferencia de Chapultepec, denominada Declaración de México, hizo, enfre otras, la siguiente afirrrtación:
El fin del Estado es la felicidad del hombre dentro de la sociedad. Deben arrrtonizarse los intereses de la colectividad con los derechos del individuo. El hombre americano no concibe vivir sin íuslicia. Tampoco concibe vivir sin libertad,
En la Conferencia de Río se insistió mucho en los principios que hacían de la democracia la inspiración del derecho internacional americano. En el preánt· bulo del Tra±ado Interamericano de Asis±encia Recí– proca se dijo:
. que la paz se funda en la justicia y el,
orden moral, y por lo tanto, en el reconocimiento y la protección internacionales de los derechos Y
liberlades de la persona humana, en el bienestar indispensable de los pueblos y en la efectividad de la democracia . ..
En el preámbulo de la Carta de la Organización de los Estados Americanos se afirrrtó que los represen fantes de las naciones la firmaban:
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