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como eauáiUo
NORMAN A.. BAILEY
La conducta internacional de América Latina ha pa– recido siempre enigmática para los forjadores de la política intel'l1acional en Washington, ¡pero quizás nunca tan incomprensible como en el caso de la I'eciente crisis cubana sobre la cuestión de los cohetes. En varias oca– siones, particularmente durante las Conferencias de Mi– nistros de Relaciones Exteriores en San José, Costa Rica,
y Punta del Este, Uruguay, los Estados Unidos han inten– tado obtener alguna acción concertada en contra de las actividades agresivas y subversivils de una Cuba domi– nada por el comunismo. Las respuestas de las naciones Latinoamericanas iban de tibias a heladas, y lo más que los Estados Unidos pudieron obtener -yeso apenas por dos tercios de votos- fue la expulsión de Cuba de la Organización de Estados Americanos, paso que uno debe presumir fue recibido por los jefes Cubanos con algo me–
nos que consternación total. Quizás aun más alarmante es el hecho de que las seis nacibnes que rehusaron votar aun por este débil paso eran las más grandes y las más importantes de las naciones de la Améric<l Latina:· Brasil, México y AI·sentina. Al mismo tiempo, el sentimiento ",ntiamericanista parecía creciente entre el populacho en general, y casi diariamente habían motines y manifesta– ciones en favor de Cuba en una ciudad o en otra de la re– gión,
Siguiendo al discurso del Presidente I<ennedy del 22 de octubre de 1962, discurso que denunciaba el estable– cimiento por Rusia de bases para cohetes dirigidos en Cuba, y que los Estados Unidos mantendrían un bloqueo de J<'I Isla hasta que las bases fueran desmanteladas, se despacharon de Washington a las embajadas, consulados, agencias de infol'mación y otras oficinas de los Estados Unidos en Latino América, instrucciones para que se pre– pararan contra los serios motines que provocaría la inicia– tiva norteamericana. Al mismo tiempo el Consejo de la Organización de Estados Americanos fue convocado con la esperanza de que las abstenciones de Punta del Este se redujeran a cuatro, con Ecuador y Argentina uniéndose a las otras naciones en condenar los movimientos milita– res soviéticos y en respaldar el bloqueo.
Entonces ocurrieron la 'segunda y tercera sorpresa en la cuestión cubana. El Consejo de la Orgaganización de Estados Amel'Ícanos voló unánime y entusiastamenfe respaldar el bloqueo y I:ondenar la agresión Soviética, y
Con excepción de en La Paz, Bolivía, no hubo una sola ·demostración antinorteamerican<l e motín en ninguna par– te de Latino América, mientras en algunas ciudades hubo grandes manifestaciones en favor de los Estados Unidos.
Aun en La Paz, los motines anti-Yankees fueron vigoro– samente opuestos por grupos de igual tamaño que se Illanifestaron a favor de los Estados Unidos.
A pesar de estas aparentes contradicciones, ninguno
de estos acontecimientos deberían causar sorpresa en Washington. Que la causaron, y que ocurrencias simila– res en el pasado han recibido increíbles e insos,pechadas respuestas, indican una concepción fundamental errada I:on respecto a las reacciones políticas de los Latinoame– ricanos
LA MENTALIDAD PATRON-CAUDILLO
Desde 1930, la línea que 105 sentimentalistas han seguido en el campo de las relaciones latinoamericanas ha sido la de patrocinar un programa bajo las siguientes bases: "En esencia esta política debe ser triple: abando– nar la actitud de considerar a la América Latina como por de contado; una posición general de favorecer la demo– cracia contra la dictadura en el Nuevo Mundo; y un p"ograma de verdadera cooperación económica". Decla– raciones como esta abund~n y como tales, nada tienen de malo en sí. Son, sin embargo, terriblemente inadecua– das, pOl'que ignoran i'otalmente los aspectos del poder en las relaciones entre los Estados Unidos ,por una parte y Lztino América por otra.
La mentalidad del "patrón", desarrollada a través de centurias de relaciones económicas feudalistas y conceptos religiosos paternalistas, es general en Latino América. Aunque los procesos de modernización e industrialización han comenzado a horadal' esta tendencia psicológica, no han llegado a fodo Latino América, y aun donde han sido fuertes sus efectos han sido limitados, y en algunos casos, por medio de la atomización social, simplemente han in– tensificado las frustraciones ele las gentes acostumbradas a la ecuación patrón-peón.
En las esferas provinciales y nacionales, la llmenta– lidad de patrón ll en la vida social y económica ha sido llevada a lo que podríamos llamar la llmentalidad de caudillo ll . Como con el "patrón" local, el llcaudillo" no sólo tiene autoridad sino responsabilidades, y se espera que sea benevolente en el desem,peño de estas responsa– bilidades al mismo tiempo que firme y eficiente en cum· plirlas. llFuerte" pero benevolente dirigencia es el ideal del latinoamericano en la esfera nacional. No es, por supuesto, un masoquista, y si el gobierno o el "caudillo" ataca sus libertades o lo que considera sus asuntos pri– vados, él podrá resistencia. Al mismo tiempo, un gobier– no "débil" no importa cuán benévolo y bien intencionado sea, es despreciado y opuesto, principalmente si -en opinión de las gentes- no está llenando sus responsabi– lidades.
Esta psicología es llevada por las naciones latinoame– ricanas a la esfera internacional. Están ,perfectamente conscientes de sus incapacidades en la arena mundial y de sus esenciales debilidades. Esperan ser benévola-
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