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UI1 í"if,ji'0".! f.1 rey de nues~ra fa"'l1a! ~I que lo ha mata·
dg 0;¡
accdw, velili1clQlo en el lugar cm que el 1ígre ha
ci17.ildQ una res, un potro () un caballo. m que sale a bus–
Cilr el tigre de nodw y finalmente ¡;e em;uenira .I:on él.
i:1 que se <1lTima '?Yl UI1<l em:ancliladora para v.e. darélrrH:li
u
te al anim<ll ~l"e 5lg l Je Wil lil luz cuando le !:)i'lllan los °105
ei¡ lil 1100:l1e... Y de repente... Pueele apreciar que a po–
ws pi1S0S tic~ne frente a frente ill ¡'ey ele la selva. 121 que h<l sentida en ese instante que se le erizan toclos los pelos fiel cuerpo Y que no siente que lleva un sombrero puesto
cIlanf.!fl en realidad lo lleva. ~I que se ha quedado ha .. bl¡'ll1r1o Sf'lln mentalmente en ese. momento l:U<1i1do se
ellwellira con el tigre y luego, tiene la serenidad ele apuntarle al enorme felino que tiene frente él frente. El que sille a buscar el tign;! con 5\15 perros y si!.jlJe paSfl a pa.. so 105 incidentes de la caza. La búsqueda con los perros,
el momelito en que los sabuesos empiezan el olfate¡!!' una
h'Je!l<l fresca y fil1illmente cuando erlCmml'Clri t1 la fiera y
comienza la carrera.
~~I que corre una ocios horas tras los perrus eulre es,
reSQl; bQsques y cerradas bejucadas de espinos, hasta darle alcilnce él la fiera. El que ve plantado un tigre pe–
lei'lllcln WIl sus perros y busta el rnomento oportuno para alJal'irlo de un certero y definitivo disparo, pues un tigre
lilal nel'ido puede acabar en pocos momentos con toda
IHl11 imliía de perros. I':¡ que lleno de cm{\dón besa y
al:lI'a:<:a a sus perros, después ocle que le dan la fiera
abal'ida.
{:a:liJclor, es el que ama la soledad de la selva, el
C<lntQ de los pájaros, el I'Ugi¡' de las fieras, y el silencio de la Il()(:he. Cazildor, es el que vive COI1 alma todos los in·
,. .0.
E! ,·cnatlo cs el plillClpe de lluestras selvas. Bcl;lps
ejcmplares como éstos todavía sc encuentran. .Es nel'C– sarin prll(t~geJ1o con .leyes (Jue rcgulcn su cacería.
cicle lites de una vida en el Cilmpo y el que ¡;omulgil con Dios en las soledades de la montaña. Para ese c'azador, el verdadero cazado!', y para los verdaderos cazadores de
nuestras generaciones futul'as es que debemos proteger y
conservar la l11<1ravillosa {-auna que toclavíi'1 elciste en I\H.. caragua.
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