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« Previous Page Table of Contents Next Page »plSCURSO DE RECEPCION EN LA ACADE~iIA CARACTERES DE LA LITERATURA
~i~pan"america"a
EDUARDO
ZEPEDA·HENRIOUEZ
Yo sé que :l:odo hOlnbre de le:l:ras aspira,
casi siell1pre con disimulo, a la investidura
académica. Porque la Academia tiene :l:oda– via en:l:re el soplo de la envidia o del resenÍi–
¡ni~n:l:o, un halo de consagración. Me habéis
conferido, pues, un honor en grado eminente,
llamándome a sen:l:arme entre voso:l:ros. Pero debo advertIros que la distinción que me ha–
céis sólo puede ser premio a mis esfuerzos; y
que mi gra:l:i:l:ud :l:iene :l:ambién algo de osadia
y muchisimo de orgullo de pertenecer a la Academia Nicaragüense de la Lengua. Mayor es mi confusión al considerar que ¡ne habéis elec:l:o quizá rnuy pronto, con lo cual vuestra generosidad resulta doble, y pien– so que lo hacéis como estimulo para futuras
tareas, que, cier±arrten±e, no superarán en mu–
cho a las ac:l:uales. Porque, de las empresas encerradas en el crisol académico de vueslra insignia y en el lema que lo decora, única– men:l:e me ha sido posible, desde los libros y la cátedra, servir en la defensa de la pureza de la Lengua Castellana; y nunca E¡n la conquista de su esplendor.
Mas, como no quiero que mis palabras parezcan descorteses, sino que sean la expre– sión del conocimiento que tengo de mi poco valor, permitidme que me acoja a la sombra de los Padres de la Academia -"Ouien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija"-, para que los nombres ilustres de los fundado– res de esta doc:l:a Corporación, hagan pasar el mío desapercibido, al menos, en el dia de mi ingreso y en los siguientes de mi aprendizaje. Se trata, nada menos, que de un viejo recurso del autor de "La Celestina": (1) "como mi po– bre saber -dice él- no baste a más de roer sus secas corl:ezas de los dichos de aquellos, que por claror de sus ingenios merescieron ser aproudos con lo poco que de allí alcanzare sa– tisfaré al propósi:l:o deste perbreve" discurso. Pronuncio, en primer término el nombre de nuestro venerable Dr. Cuadra Pasos -a quien
Dios nos conserve por n"'luchos años nlás-, cla–
ro varón de la Patria, maestro en tantas dis– ciplinas, verdadero hombre del Renacimiento
y cabeza visible de es:l:a Academia. Y pronun– cio los nombres de nues:l:ro recordado Monse– ñor Lezcano y Or:l:ega, pulcro de espiri:l:u y de letras pulcro; del doc:l:or Luis H. Debayle, pa– dre de la asepsia en el campo de nues:l:ra ciru– gia, y padre pu:l:ativo de los sueños de Rubén;
~el doc:l:or Pedro Joaquín Chamarra Zelaya, Ingenioso hidalgo de la his:l:oriografía y del periodismo nicaragüenses; de Francisco Pa-
niagua Prado, señor del Foro y de la prosa descriptiva; de Manuel Maldonado, alma de ac:l:or genial, con resplandor en su palabra, co– mo dijo Daría; y del doc:l:or Alfonso Ayón, uno de nuestros historiadores que llamamos clási–
cos. Perrnitidrne, adem.ás, que os dé las gra–
cias en el sabroso Castellano que don Miguel de Cervantes puso en labios de aquel Roto de
SierraInorena: I'OS agradezco las !nuestras y
la cortesía que conmigo habéis usado, y qui– siera yo hallarme en iérminos que con más que la volunlad pudiera servir la que habéis mostrado tenerme en el buen acogirnienio que me habéis hecho; mas no quiere mi suerte dar– Ine aira cosa con qué corresponda a las bue– nas obras que me hacen, que buenos deseos de satisfacerlas". (2)
Vengo, pues, a incorporarme a esta Orden de Caballeros de la Lengua; y vengo cargado n,ás del magisterio popular, que de la maes– tria académica. He aquí cómo, en mi lengua de poeta, se plantea el problema del común Idion,a, cuyos términos son la independencia
y el régimen, la creación popular y la recrea– ción culta, el espíritu del Mester de Juglaría y la letra del Mester de Clerecía -letra que no mata, sino que LIMPIA, FIJA Y DA ESPLEN– DOR-; la misma del "Libro de Apolonio", queriendo
"COInponer un romance de nueva maesfría, .. ,"
(3)
Porque toda Lengua sana, a pesar de su auto– ridad de fradición y su natural po:l:encia reno– vadora, lleva dentro de sí, como germen la– tente, su pecado de origen, que es el vicio gra– matical. Así nace y se nacionaliza la función legisladora de las Academias de la Lengua.
F:ero el problema de la correcta composi–
ción cas±eHana, oral y escrita, es, nada me–
nos, que un problema de todo el mundo his– panohablante. Se trata primariamente de una cuestión de enorme trascendencia geográfica, que va desde la proa de Europa, hasta el orien– :l:e filipino, desde la longi:l:ud de nuestro Con– tinente, hasia los últimos rincones de la tierra, en bocas sefardíes. Esa extensión conquista– dora y misionera del idioma español, es lo que ha hecho que sea considerado como una de las primeras lenguas de categoría internacio– nal, y tal rango ya nos obliga a defender su
pureza. Es, pues, una obra en común, que,
por un lado, resulta Inás llevadera, y, por otro, exige la máxima responsabilidad personal.
Pero el problema es aún más hondo.
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