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tos, arfíCulo que fUe leído y discutido en Telpaneca. Debe recordarse que pr~cti
camente todo el comando en este lugar había pennanecido sin cambio alguno y a pesar de que recientemente había par– ticipado en un motín, después del Pacio de Sangre de Larios, y que había asesina– do traidoramente a su Comandante, el Te– niente Trogler... El desasosiego y el pre– sentimiento de que si fueren descubi~rfos
se les aplicaría la pena de muerte, llena– ron las mentes de los hombres.
Se cometió el fatal error de no cam– biar por lo menos el cincuenta por ciento del comando, reponiéndolo con otros hombres de reconocida integridad, inme– diatamente después de la muerle del Te– niente Trogler, como medida de precau– ción, si no fuese por otra razón, y espe– cialmente, aun en aquel tiempo, por las circunstancias que rodearon el hecho, con su mentido "ataque rebelde" _.-que todos dudaban- y otras incongruencias que se– ñalaban el motín, corno suficienfe eviden– cia que justificaba fal acción, padicular– mente cuando se considera la aislada si– tuación de Telpaneca en las montañas, la falta de comunicaciones y la imposibili– dad de traer rápido alivio en caso de ne– cesidad. No fue sino hasta el 20 de oC±u– bre que una patrulla, bajo el mando del sub-Teniente James C. Rimes llegó a Tel– paneca, vía Palacaguina, con diez repues– los para el puesto. La patrulla estaba compuesta de diez y siete alistados y to– dos, excepto dos, eran reclutas.
Los rumores de la ejecución de LalÍos y la discusión del artículo de La Prensa sobre la pena de muerte, llevó a la mente de los alistados y civiles de Telpaneca, la idea, que pronto se convirtió en firme convicción, de que los diez hombres que se venían a reponer y transferir serían lle– vados a Ocota1 para ser ejecutados por su padicipación en el reciente mofín.
Se com.probó más tarde que uno de los miembros de la patrulla del Teniente Rimes era portador de una carÍa del Sar– gento Larios por entonces en Ocotal, para el Sargento Salinas que había repuesto a aquél como Sargento en. Telpaneca y quien había servido con él y eran bue– nos amigos. Esta caria no fue encontra– da, pero se sabe que Salinas anunció a varios de sus hombres que después del segundo motín de Telpaneca, Larios se agregaría a la columna de amofinados en el camino a Santo Domingo, enfre Tel– paneca y San Juan de Telpaneca y que Salinas y su grupo lo esperaría en eSe punto hasta que se éonvencieran que no había de llegar.
Es muy probable que la carfa de La-
rios contuviera plal1es, o sugerencias, pa– ta. otró moiíri de la guarnición de Telpa– neca y puede ser que haya sido él el que haya propalado la idea de la supuesta ejecución de los diez hombres que iban a ser iransferidos, para así inducir a Sa– linas y a los otros para llevar a cabo sus planes para este motín como una conti– nuación de su pacio de sangre de matar a oficiales norteamericanos y demostrar su oposición a la presencia de esos oficia– les en Nicél.ragua.
De iodas maneras, el Sargento Sali– nas que hasta entonces había sido un amanerado' empleado de oficina, aparen– temente digno de confianza e incapaz de volverse jefe de una insurrección -había sido el único guardaespaldas del Capitán Burwell en numerosas giras de pago a las apar±aqas regiones de los Departamen– tos de Managua y Carazo- sostuvo una reunión con varios miembros del coman– do cerca de las doce y media de la ma– drugada del 21 de octubre y formuló los planes para un motín. Salinas mismo se nombró Coronel.
A las 6 :50 de esa miSma mañana, mientras los Tenienfes Levonski y Rimes se preparaban a desayunarse fueron sor– prendidos por seis guardias armados que entraron, ires por la puerta priricipal, ires por la puerta trasera. Ni el Teniente Le– vonski ni el Teniente Rimes estaban ar– mados y ambos fueron hechos prisione– ros y confinados al calabozo de la prisión. Reconvenciones de parte de los oficiales fueron silenciadas con amenazas de muer– fe in:mediatasi seguían hablando.
El Teniente Rimes tenía la intención de salir para Ocotal con su patrulla a las
7130 de esa mañana y ya había dado las órdenes necesarias para ·1a padida, y ah– tes de desayunarse había notado que los hombres Se estaban preparando. Estos hombres no sabían nada acerca de los planes de los amotinados y fueron tan sorprendidos por los hechos como los ofi– ciales mismos. Algunos intentaron aban– donar el lugar pero fueron detenidos y
10dos fUeron forzados, por :miedo a ser muertos, él servir de retenes y a acompa· ñar al grupo que salió del pueblo en la farde de ese día.
Los amotinados colocaron cenfinelas en fados los caminos que conducen' al pueblo y emplazaron las ametralladoras. destruyeron el aparato de radio y lo ±ira– ron al río, y ordenaron a los habi±an±es que cerraran las puertas de sus casas y que nadie se a1reviera a salir de ellas. Unos grupos se dedicaron en10nces a sa– quear las iiendas principales y las resi– dencias privadas de fado el dinero y mer– caderías y cogieron unas besfias en las
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