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« Previous Page Table of Contents Next Page »Americano }>ara reclamarle que retirara la Guardia de Marinos Americanos que se había distribuído en pelotones sobre la línea férrea. Al argüir el Ministro que esos Marinos estaban allí cuidando la propicdad americana y que no los retiraba llor temor a los manifestantes, le rellliqué que en Nicaragua sólo babía una auto– ridad que podía dar esa garantía y que esa autoridad era la Policía Nicaragiien– se. Cuando el señor Ministro me expresó sus temores de que nuestra Policía no fuese suficiente, le insistí en que retirara a los Marinos y que yo respondía de que se guardaría el orden, como en efeoto se guardó. Y los Marinos fueron retirados.
En otra ocasión se presentó el caso de un grupo de Marinos que se encontró con otro grupo de nicaragüenses en una cantina de la ciudad en donde ambos gru– pos ingerían licor. Una vez que estaban todos tomados se llrovocó entre ellos un altel'cado del que resultaron heridos y golpeados algunos de los nicaragiicnses, El Director de Policía para establecer el orden apresó a varios de los Marinos y
los condujo a la Comandancia de Policía, donde enseguida se hizo presente el Co– mandante de los Marinos reclamando la Jibel'tad de los detenidos y amenazando con ir a sacarlos de la prisión si no se les enrtregaba. Mientras tanto el Coronel Bar· tolomé Ibarra, Diredor de Policía, me dio parte de la amenaza del Comandante de los Marinos y me llidió instrucciones sobre lo que debía hacer mientras levantaba la illS'tl'llCtiva del caso. 14e ordené que los mantuviel'a presos y que se negara a en· tregarlos hasta terminar la instructiva, -que sel'Ía al siguiente día por la ma– ¡lana. Este incidente llegó hasta el extremo que tuve que colgar el teléfono al Ministro Americano para no seguir escuchando su constante e inapropiada insis– tencia en reclamar la entl'ega de los Marinos prisioneros. Estos no se pusieron en libertad hasta tanto no se cumpliera con el requisito de levantar la instructiva.
Estos hechos, que pasaron en llrivado y en silencio, sin ser conocidos del pú– blico en aquella época, los he dado a conocer ahora para que no se Iliense que les está hablando un entreguista o americanista "au outrance".
No estoy seguro de poderles indicar una pauta exacta a seguir que esté conforme con los Estatutos, porque con pena les manifiesto que en estos últimos tiempos, me he vuelto bastante descuidado en la lectura, al punto de que desco~
nozco las disposiciones que establecen los Estatutos. Sin embargo, como es un hecho de que los Presidentes de las Directivas 110 pueden permanecer más de un período de su mandato, por estar prohibida la reelección, yo considero que este asunto deberíamos dejarlo sin discusión por considerarlo como una política per– sonal del Doctor Agiiero y no como una política del Partido, que es una cosa muy diferente. Esto debe considerarse {'omo se puede considerar la políti<:a personal ele un Pl'csidente que como gobel'1lalllte se la imprime a su Gobierno.
Como al fin se resolvió lanzar un Manifiesto sobre esta política del Doctor Agiiel'o, lUi deseo es dejar constancia de mi actitud respecto a la política que el Partido Conservador ha seguirlo y debe seguir sosteniendo con respecto a su tra– dicional amistad con el Gobierno y el pueblo de los Estados Unidos, y de que es ta declaración sea conocida por el Pueblo Nicaragüense, ya que de otra manera que· daría sólo en las A<,tas de la Sc<:retal'Ía de la Directiva Suprema.
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