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militares de su c;:ompañía y otros compro– metidos.

La ciudad se hallaba en completa calma y :tranquilidad, pero un acio de in– disciplina Y de impremeditación de parle del· Capi!án de Pardos don Antonio Padi– lla, hizo recaer en su contra la sentencia más cruel e inhumana que se ha diciado en la historia política de Nicaragua.

El ado de indisciplina.

Por orden del Gobernador y Teniente de Capitán General, se formó una parada militar en la plaza pública de la ciudad, con las compañías de pardos y españolas y la caballería, comandadas ésta y la de los españoles por los Capitane$ don Juan Salís Gordillo, don Francisco de AHamira– no, don José Pérez de Medina y Melchor Toruño de Figueroa; y la de pardos por

el Capitán Padilla , .

Repartido el amuniciarniento de la tropa, se le dió a todas las compañías n,e– nos a la de Padilla, lo que le disgustó grandemenie, y, cuadr~ndose ante el Ayu– dante de campo don José Rodríguez Lin– do,Escribano Público y de Cabildo, de la Real ,Caja de Registros, lé 'pidió que le diera. constancia que despu~s de haber pedido cuairo veces la lTl.utlición para su compartía se le había negado, a lo que, el Escribano lo remitió al jefe superior de quién él, recibía la. órden. Envió el Capitán al S"argento Estéban Vargas a pe– dir ésta constancia al Capitán Gelleral La– cayo 0.03 Edenes, quién le contestó:. '''lTIa– nifieste a los soldados de la compañía de pardos que se retiren a sus casas y no sigan a Padilla que és traidor al Rey, pues yo los perdono y les daré Oíros ca– bos para que los amunicione, y en pú– blico repita esta razón a la fropa". Al oír el Capitán Padilla la contesta– ción del Jefe miliiar se levanta rápido de su asiento y a gritos dice: "eEn qué for– ma soy traidor al Rey? elo seré por de– fender la ley de Dios?, y acercándoSe a unas piezas de artillería se dirigió a los soldados diciéndoles: "Señores, corno va– sallos leales de an<bas Majestades hen<os venido a la plaza a municiarnos: cuatro veces lo hemos pedido y nada he logrado. ¿Somos vasallos de ambas Majes±ades, o

no~". Por cuatro veces hizo esta pregun– ia y en iodas contestó la tropa: "Sí, se– ñor, lo somos". En±onces prosiguió Pa– dilla diciendo: "Vámonos a acanlonar– nos en mi casa, que si llega la ocasión pe– learemos con palos y piedras". Ordenó la n<archa de la con<pañía y salió de la plaza con bandera desplegada, al loque de tambores y clm ines, sin pedir licencia al jefe militar.

El Teniente de Ca.pitán General que– dó estupefaCÍo, y al volver de su asom– bro/ díjo con el rostro encendido de có– lera: "después de todo cuanto ese hom– bre ha hecho, no puede haber silencio"; pidió el proceso que seguía contra el Ca– pitán Padilla y proveyó auto de prisión en su contra, en el que ordena y manda, que, pasen a casa de Padilla dos compa– ñías amunicionadas a capturarlo y de que, si requerido en non<bre del Rey no obedeciere, lo ma±assen y vivo omuerlq lo prendiesen; y agrega que, si alguna 'O

algunas personas le ampararen y ,defen– dieren, las requirieran en nombre dljl.l Rey, y si no obedecieren, las prendieran, y si se resistieran las mataran. Designó las com.pañías ejecutorias de su orden y las que deberían quedar en la plaza, para de– fensa de éstas. Firmó el auto, que auto– rizó el Escribano Público Rodríguez Líndo.

A las doce meridianas del 10 de Ene– ro salieron las compañías a cumplir sus respecfívas ól'denes, llegando leta que iban a efectuar la prisión de Padilla, a la casa de éste d~stante cuaito cuadras de la pla– za ceniral, en el ribazo del rio (Chiquito), qua atraviesa la ciudad al lado Sur. Esa casa es la n-lÍsma que modernamente cambiada ocupa actuall'nente la mecáni· ca del Maestro Leonardo Cálix.

Cuando Padilla y los sUyos vieron 11e– rIal' las milicias prorrumpieron: "Viva el Rey y n<uera el inal gobierno", e inme– (;1iatamente les enviaiOl1. al Sargento Juan Madíhez Bolaños a

preguntades si llega.– ban de paz o de guerra, contesfándole éstos: "llegamos a 6bligarlos a rendirse y a obedecer al Rey y al Gobernador y Te– nienle de Capitan General" , vuélio el mensajero les dice de nuevo: "nuesiro caudillo les advierte, que, en su cuartel liene la bandera del Rey". El jefe de la tropa a su vez le reprodujo: "Sepárense ustedes de Padilla y se les ofrece perdón general, pero si se resisten, vívos o muer– ios los llevaremos a la plaza", y adio con– ±inuo siguieron el avance sobre la casa del rebelde. Encontraron en ella como Sesenta hombres armados de espadas y machetes, al Alferez con la bandera enar– bolada, y el Capitán con una pica en la mano, a quienes leyeron en aUa voz la órden que llevaban, y. preguntándoles si obedecían al Rey y al Gobernador, con– ±esiaron que sí, con excepción de dos ofi– ciales. El Capitán Pádilla manifestó que obedecía al Rey sóla~ente, entregó la pi– ca y fuá conducido á la presencia del Jefe Lacayo de Briones. Esie al verlo ante sí le pregunÍó con voz aHerada ees. Ud. va– sallo del Rey Don Felipe V?: sí seiíor, con·

h~¡;tó Padilla; "pues entqnces, le repliéó Lacayo, dése preso y si no, mátenlo".

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