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Adem€ls cíe tocías éstas medicías bé– licas, presentó queja al Vicario Rey Alva– rez de lo que sucedía en el Seminario, el que levantó el proceso de investigación y ordenó de previo la desfitución del Hec– tor, y su reconcentración a Masaya a con– testar cargos. Para el cumplimiento de éstas resoluciones comisionó al Lic. don Salvador de Carrión, el cual fijó cariel de notificación al Rector Briceño, en la puer– ta principal del Seminario, haciendo saber a éste tanto su destitución y reconcentra– ción corno el cese de juegos prohibidos, y de reuniones polHicas en el Colegio. Más, con sorpresa general, el Arcediano Lic Don José Blásquez Dávila arrancó con lu– jo de irrespeio el Cartel; siéndo núeva– menie colocado con órdenes drásticas pa– ra el que se atreviese quitar otra vez. De todo ésto tuvo conocimiento el Vicario, el que, junto con 'el Gobernador Poveda y Rivadeneira dispusieron su traslado a Le6n para examinar más de cerca los

acon±ec~mienf6s.

Llegada a León del Gobernadol' Povada y Rivadeneira.

A las cinco de la farde del siete de Julio, enfra a León el Gobernador Poveda y Rivadeneira completamente sólo, sín custodias de su persona, "sin más seguri– dad que su valor". La ciudad estaba ló– brega en una tarde brumosa con alnena– zas de lluvia, sus calles desiertas, sin más ruído que las pisadas en la dura laja de las a ceras de algunos sorprendidos transeuntes de ver a esa hora, la inespe– rada figura del Gobernador que indife– rente transitaba las calles, al pesado y tardo paso del caballo que montaba Se hospedó en la morada oficial que 10 era la casa del Ayuntamien±o frente a la pla– za principal, en la que, sólo su paje o sir– viente le ±oma la brida de su corcel y le ayuda a desmontar. Inmediatamente or– dena al cuartel por medio de su paje la reunión de las milicias, lo que inmediata– mente se hace oir en los cuatro rumbos de la plaza al toque marcial de los tambores y clarines; haciéndose pública de esta ma– nera la llegada del Gobernador Empie– Za el trapicheo del vecindario, el ir y ve– nir de los buscones y curiosos en conver– saciones a media voz en la penumbre del tramonto. El hervor de las pasiones de– safadas en le negra conjura del crímen rueda de pronto sobre el lodo de las ca– lles y en las húmedas baldosas del Semi– nario, y la sombra señera de Pedrarias impasible, parece que contempla la eje– cución que se aproxima. ,

Los capitulares y muchos vecinos vi-

si±an al Gobernador, pero todo cíe mórnétl· fa y de carrera, cual si un relámpago ce– gante amenazara la terrible pr<;>ximidad de una íonnen:l:a¡ son apertas las siete de la noche, dos horas fan sólo transcurridas a su llegada, y iodos se retiran a sus ca– sas con el miedo en el rostro de algo si– nies±ro que deberí.a suceder. En la sala de su hospedaje está sólo el Gobernador

y en la contigua o sala de armas ya están algunos militares fomando armas, en es– pera de órdenes que cumplir. Entra un hombre, es el Escribano Público don Al– fonso de Guzmán que según declaración que dió después del crímen, había llega– do a recibir instrucciones del Gobernador en su condición de Escribano.

El momento del crimen.

Son las ocho de la noche El Escri– bano don Alfonso de Guzmán después de recibir las instrucciones del Gobernador, salió al portal del Cabildo con el Capitán don Pedro de Somarriba; adentro queda Poveda y Rivadeneira en compañía de su cul1.ada doña Juana González, esposa del Capitán don José Poveda y un joven mu– lato esclavo del Gobernador.

Don An±onio se re:tiró a su aposento, y del fondo del silencio surge un ruido de pisadas, y, al momento un toque seco en la puerta de la izquierda se hace oír; corno Íantasmas que cruzan Calladamente la densa obscuridad, cuatro hombres em– bozados en capotes y con los sombreros hasta las cejas preguntan por el Goberna– dor Don An±onio como afraí.do por la muerte no se hace esperar, ingénuamente creé, que eran visitantes o militares que le llegaban a saludar o a recibir sus órde– nes Se le acercan, y cual fieras humanas lo acribillan a puñaladas. Don Antonio se dobla y cae empapado en su propia sangre. Los criminales huyeron y no se pudieron descubrir.

Epílogo.

Un crimen perpetrado con premediía– ción, con ferocidad y alevosía, quizas por manos mercenarias¡ qUe si quedó sin ave– riguarse la identidad de sus viles ejecuto– res, quedaron perfiladas en las' sombras, las figuras de sus fríos planeadores.

El Beneficiado Don José Vidaurre, el Rector don Esteban Briceño, y el Arcedia– no Don José Blásquez Dávila, personas que reunían ilustración, posición y honpr, dirigentes y caudillos de los disturbios re– volucionarios concluídos con éste cruel asesinato aPodrían haber sído los indivi– duos a quienes "la conciencia pública los

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