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caso fue, indudablemente, el no haber confinado, el 17 de abril, al Cabo Ortiz, cuando éste fue encontrado bajo la in– fluencia de licor, estando en servicio co– mo Sargento de Guardia y por haber mue– nazado al Sargento González, con quien tenía enemistad personal, y especialmente cuando la situación era considerada tan seria que justificaba la orden dada a Gon– zález de que durmiera en otro sitio corno medida de seguridad.
SOMOTO
Influenciados por los rebeldl3s y sus simpatizadores en los alrededores y en la cíudad de SOlUO!O, Nueva Segovia, varíos miembros de la Guardia Nacional es1a–
clonada en aquel lugar, planearon un mo– fín que habría de ocurrir a la una de la mañana del 8 ele diciembre de 1930. Dos de los amo±ínados habían de de– sarmar a los dos sargentos mientras éstos dormían. Luego abrirían las puertas de la prisión, libertarían a diez y ocho pri– sioneros, cubrirían el cuartel con una ametralladora Lewis, recogerían todas las armas y municiones de los hombres del cuartel, armarían a los prisioneros, ma– tarían a todos los oficiales, excepto a uno, saquearían la ciudad y todas las fuerzas de guardias amoíinados y civiles armados abandonarían la ciudad, se remontarían en las montañas y se unirían a los re– beldes.
Los insfigadores del plan in1entaron conseguir la ayuda de los hermanos Gu– ±iérrez, cabo y soldado respeciivamente, quienes infonnaron de las circunstancias al Oficial Comandante, Capitán G.N. Gre– gon A. Williams. El confinamiento de los cabecillas puso fin a los planes.
La inves±ígación del caso dio por re– suHado que uno de los cabecillas había sido visto con un grueso fajo de billetes, aun cuando esa misma mañana no tenía un centavo, y que había estado en com– pañía de una joven cUY9- familia estaba ín±iInamente relacionada con el cabecilla rebelde José León Díaz.
LA GUARDIA PRESIDENCIAL, MANAGUA
El 4 de abril de 1931, cuairq días des– pués del terremoto de Managua, -en un momento en que la tensión nerviosa era alta y los nervios de los cansados oficia– les y alistados estaban tensos-, ocurrie– ron una serie de hechos en la sección de la Guardia del Campo de Marte y en el campamento de la Guardia Presidencial, que culminaron con la mueríe del Tenien-
fe G.N. William H. Pigg Y la herida del Sargento G.N., Francisco Fernández.
Un alistado, asignado a la Guardia Presidencial, estaba denlro de los lhnites del Campo de Marte cuando se dio la or– den, que ningún guardia podría salir y que todos los hombres se pusieran a tra– bajar en las ruinas de los edificios del Campo para rescatar propiedades del Go– bierno. Aquel alistado quiso salir del re– cinto por la puerta del este y fue detenido por el centinela de guardia Aquel le ex– plicó a éste su situación y continuó ca– minando hacia la puerta en dirección al cam.pamento de la Guardia Presidencial Mientras tanto, el centinela había enviado a un mensajero a informar al Oficial del Día.
El mensajero no pudo localizar al Oficial del Día, mas habiendo encontrado al Teniente Pigg le informó de lo ocurri– do. El Teniente Pigg, sin autoridad para ello, se dirigió al campamento de la Guar– dia Presidencial e intentó aprehender al alistado en cuestión. Se encontró con el Sargento de Guardia, Carlos Paniagua y le ordenó arrestara al alistado y lo con– dujera al Campo de Marte. El Sargento le dijo que estaba de guardia, que no po– día abandonar el campamento y qué por lo tanto no podría cumplir la orden del Tenienie, a lo que éste sacó su revólver, apuntó con él al Sargento y 10 desarmó, requiriéndolo de nuevo a que cumpliera sus órdenes.
El Sargento Fernández, de la Guardia Presidencial, se encaminó en dirección de una ametralladora Browning que estaba emplazada por allí, y el Teniente Pigg, evidentemente pensando que la pensaba disparar contra él, abrió fuego con su re– vólver, hiriéndolo. Otros alistados que estaban a un flanco de Pigg, observando la acción del oficial, inmediatamente abrieron fllego con sus rifles y el Teniente Pigg cayó muerto al instante.
Fue prqbablemente la tensión nervio– sa a que se ha hecho referencia la que influenció los actos del Teniente Pigg, y
posiblemente, los acios del Sargento Fer– nández y de, los varios hombres que dis– pararon sobre el oficial. Pero no hay du– da de que éste se excedió en su auioridad al intentar hacer un arresio en el campa– mento de la Guardia Presidencial por una pequeña infracción en el Campo de Mar– te, puesto que él no tenía conexión nin– guna con la Guardia Presidencial. Ade– más, el Teniente Pigg estaba completa– mente errado al asumir que podría dar órdenes al Sargento de Guardia, desar– marlo y tomar una actitud agresiva en el campamento de la Guardia Presiden– cial.
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