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« Previous Page Table of Contents Next Page »Granada estoba quieta pero profundamente triste. Todos teníamos el pensamiento puesto
en fa tragedia terrible ocurrida en Managua 'Después tuve muchos datos respecto a fa conducta de esos dos héroes, Castro y Guandique Por ejemplo, Guandique que pasaba su capilla en una pequeña' celda frente a la de mis hermanos Demetrio y fulogio, furtivamente entregó a Eulogio una carta para su madre, 'en que le declaraba categóricamente que moría inocente del delito que, se le atribuía; Eulogio, en el celo de conservat el sagrado' documento, le' quitó la; plantilla a
uno de sus zapatos y bajo de el/a puso la carta
Así la conservó hasta que salió el once de julio del mismo' año en virtud de la acostumbra– da amnistía que daba Zelaya en esa fecha Todo estaba (isto en mi caSQ' para que Eu(ogio se fuera del país inmediatamente. Así lo hizo E( me contaba que J(egó donde Id madre de' Guan~
dique, le entregó la carta, y 1('1 pobre señora, besándola, cayó de rodillos dan~o gracios o Dios por la inocencia de su hijo
Eu(ogio le pidió una copia de fa carta La guardaba' muy cuidosamente Yo la leí en
TegucígafpCi, y. no sé si estará entre los papeles de mi hermano ya difunto
Respecto del inaudito valor con que se enfrentaron a la muerte aquellos dos hombres, mi inofvidable amigo don Jesús Sándigo me contaba ql/e él, muchacho joven, había ido a presenciar el fusiló';'ientq Logró colocarse a pocos pasos dei patíbufo Uegaron Castro y Guandique con paso firme, rostro levantado y frente despejada por la inocencia. El patíbulo consistía en dos taburetes Castro inmediatamente se sentó en uno de ello$ Guandique se puso de pie, erguido delante del taburete que le correspondía y fe diio a Castro,. "Recuerde General, que los milita– res mUflren de pie"
Castro respondió. "Eso está bien en usted que es joven, ya estoy demasiado viejo para
esas etiquetas Muramos los dos, con la frente levantada, y la mirada puesta en el cielo en
donde se conoce la, limpieza de nuestras almas"
y sonó la descarga fatol, y los cuerpos fueron quemados, '1 las cenizas esoarcidas sobre el Lago, pero fas corazones de aquellos valientes, que no gimieron en el patíbufo, tríLmfaron ante el juicio divino
Sin embargo nadie se ha preocupado de mantener su recuerdo como noble ejempfo, ni aún los mismos que se salvaron por fa lecmud de Castro y Guandique af negarse a compro– meterfos en falsas declaraciones
Debiera consagrarse un recuerdo permanente de lo terribfe tragedia, no con ánimo de cul– par a éste O 'aquél Partido, sino a la vorágine de ntleslto atroz político
CONVERSANDO con mi amigo don Enrique Guzmán Bermúdez me recordaba' un epi–
sodio especialmente interesante para mí, y que es un rasgo en fa historia; de; la dicta– dura del General Zelaya, que exhibe Jo severidad de sus métodos
En el año siete de este siglo, cuando se despertó fa conspiración liberal contra el. régimen; Ze(aya decretó la ley inglesa de la Edad Media, llamada Cubre Fuego. EI1 virtud de ella al toque de queda todo el mundo debía encel rarse en su casa, nadie podía circular por las cortes y todas las puertos debían permanecer cerradas Para cumplir tan durlJ disposición señaló fas ocho de
la nache p(:JrQ el toqtle de quedo, y encargó de la vigilancia a una pequeña caballería al mondo de un oficial, que' lIevab,an a fa riota dos mLdos, de lomó J(agatio Af que en¡;ontrabcn como trqrJ– seúnte después de lo queda y no Jlevaba permiso especiaf, lo montaban en las mufas y después
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