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« Previous Page Table of Contents Next Page »macanas y todo cuanto era necesario para aquella pobla– ción, todo lo cual el mismo Gobernador había hecho comprar sin reparo alguno de gllstos y de su propio y personal peculio. Se llegó a aquel monte y se hizo alto en el lugar anteriormente señalado, y, como lo había he· cho en las demás poblaciones que por su esfuerzo se le– vantaron en la provincia, tomó una cruz en los hombros y la plantó en nombre de Dios y de Su Majestad, dando nombre a aquel nuevo pueblo, que hizo llamar SAN NI– COLAS DEL VAllE DE SOLlS. y al punto, con particular guslo de aquellos indios, comenzaron a derribar maderas para hacer sus viviendas y principalmente una casa gran– de para descanso y reparo de los pasajeros. El Goberna– dor asistió todo el tiempo necesario a esta población de San Nicolás "para dar calor y ayuda a semejante obra", permaneciendo muchos dlas bajo una humilde choza.
y después de dejar dispuesto un cabildo, se volvió a la ciudad de León. Pero como aquellos indios eran po· bres sin tener nada con que sustentarse, antes les dejó todo lo necesario de maiz y demás legumbres para que pudiesen pasar hasta tanto Se hallasen establecidos en forma y cogiesen sus cosechas, asi como de cuanto nece– sitaban par~ que en adelante fuesen fabricando hasta pOllerse en estado de todo género de viviendas.
Algunos meses más tarde, por agosto del año si· guiente de 1653 e.l pueblo de San Nicolás del despoblado de Nagarote contaba con buen número de avecindados de aquellos indios llegados de diferentes pueblos, viviendo ya allí con sus mujeres y familias los más de ellos, con sus casas y milpas; terminada ya la casa del cabildo. y otra de paja con su corredor y dos aposentos para albergue de los caminantes, y enfrente de ella, en la plaza, una casa grande de paja, embarrada, para la iglesia, con su altar dentro formado por una cruz alta de madera, y a la redonda de aquella plaza seis casas, también pajizas, de vivienda de aquellos indios, y otras cuatro empezadas, con horcones y telares de madera, en que frabajaban.
REALIDAD DE ESTAS POBLACIONES
Ya fallecido el Gobernador Don Andrés de Arbieto, el Presidente de la Audiencia de Guatemala Don Martín Carlos de Meneos, en carta que dirigió a S. M. fechada en
24 de julio de 1660 (19), ponía en tela de juicio la sin– ceridad de aquel gobernador en lo tocante a las mencio– nadas poblaciones. Refería el Presidente que habiendo adquirido noticias sobre el particular, le habían asegurado no haber de cierto en todo ello más que un pueblo de cuatro indios, y asimismo exhibía a Arbieto como sospe– choso de haber antepuesto su propio y personal interés al dar anticipadamente cuenta de aquellas poblaciones, en lo que, decla, no habla tenido este gobernador otra inten· ción que la de lisonjear al Presidente y ministros de la Audiencia, de cuyos apellidos se había valido para bauti·
Z<lr los lugares.
Si no es que se trataba, en la explicable propensión humana, de una actitud de funcionario recién investido, por deslucir la obra de su antecesor, esta vez el Conde de Santiago, no hay ninguna razón conocida para creer que el Presidente Mencos obraba de mala fe al informar .1sí. Pero su dicho aparece un tanto ligero si se toma en
cuenta que no era del resultado de una averiguación for– mul, sino que se fundaba en simples noticias y posible-
mente adquiridas a través de personas en alguna forma interesadas en disminuir el valor de aquellos trabajos de población, aprovechando cierta debilidad que tuviera Ar– bieto al tratar de congraciarse con el Presidente-Goberna_ dor y con algunos señores de la Audiencia.
Tan pronto como aquellas poblaciones estuvieron co. menzadas, el Gobernador Arbieto se aprestó a dar cuenta de ello a S. M., y con carta que escribió en León de Nica– ragua a ) 3 de diciembre de T653 (20), envió a la Corte
(;15 informaciones y testimonios de caso. Entre otras sú– plicas que introducía en ocasión de esto, figuraba la de su pretensión de una prorrogación de su oficio de gober. nador por otros cinco años, que él estimaba necesarios para acabar de poner en toda perfección los pueblos a que habia dado principio. El deseo de Arbieto de continuar al fl ente de la gobernación de la provincia era manifies– to, y aunque pueda ponerse en duda la sinceridad de 10$
motivos que alegaba, se tiene de cierto que contaba con alguna opinión favorable en importantes sectores de la provincia El Cabildo de la ciudi'<d de León en carta de 20 de octubre del mismo año acudla a S M en suplica– ción de la mencionada merced de prórroga para el Go– bernador, haciendo en ella honor a aquellos servicios de Don Andrés de Arbieto por el que todos, decía, habían conocido en la provincia su virtud y celo (21).
De la carta de Arbieto y fe de aquellas poblaciones se conocía en el Consejo de Indias en julio de 1656. Pa– ra esas fechas ya estaba nombrado su sucesor en la Go– bernación, pues Don Sebastián Bravo de Zambrana había sido proveido Gobernador de Nicaragua desde marzo del año anterior (22), y el Consejo estimó, naturalmente, fuera de tiempo la pretensión de Arbieto y mandó a su Vez que al nuevo gobernador se le encargase la conti– nuación y cuidado de aquellas poblaciones (23). Pero Se dio la circunstancia de que Don Sebastián Bravo no llegó a usar de su oficio, muriendo antes de su salida de España, eventualidad que permitió a Arbielo continuar en la gobernación, lo que ocurrió hasta su muerte, acaecida
iI principios o a mediados de ) 659 {24}.
Cuando Arbieto llevaba a cabo sus poblaciones por los dichos años de 1651 y 1652, la Presidencia de la Au– diencia de Guatemala se hallaba vacante a causa de la muerte de Don Diego de Avendaño y por la posterior del llamado a sucederle Don Gerónimo Garcés Carrillo de Mendoza, Conde de Priego, quien falleció en Carfagena de Indias el año de 53 yendo de camino a usar su oficio a Guatemala. Así que, después de una vacante de más de cuatro años el nombrado para suceder a este último en la Presidencia de Guatemala, Don Fernando Altamirano Velasco, Conde de Santiago de Calimaya (México), tomó posesión en 14 de mayo de 1654, fecha ciertamente muy posterior a la data de la carta y testimonios enviados por Arbieto a la Corte en razón de sus poblaciones.
Aunque con inexplicable retraso consla, como se ha visto, que ya para medilldos de 1656 el Consejo cono· cía de las informaciones y testimonios de las poblaciones hechas por Arbielo. En ellos esfe Gobernador hacía re ferencia exactamente a las seis poblaciones, las cuatro de mulatos y las dos de indios nahorías, con los nombre! con que aparecen en este articulo, es decir, de las prime. ras, la de león con el nombre de SAN FELIPE DE AUS· TRIA, la de Granada ton el de SANTA MARIA DE HARO la del Realejo con el de SAl\! ANDRES DE ARBIETO y Ii
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