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« Previous Page Table of Contents Next Page »modificado la composición racial de muchos países ibero· americanos, y ciertamente a favor de los criollos, que úni· camente pudieron afirmarse en el poder mediante su posición social y a menudo sólo por la fuerza y falseando 'las elecciones. Se estima que, de los 200 millones de iberoamericanos, aproximadamenfe una cuarta parte son blancos, una octava indios y negros y, la mitad restante, mestizos, mulatos y zambos Sólo es predominantemente blanca la población al sur de la línea de Sao Paulo.Anto– fagasta, mientras que, en los estados andinos, las repú– blicas de América Central y en México predominan los mestizos e indios, estando, en cambio, las Antillas, las Guayanas y el norte de Brasil pobladas principalmente por negros y mulatos. Aunque en la actual Iberoamérica no hay discriminación de razas, como en los Estados Uni· dos, llama, sin embargo, la atendón el hecho de que en muchos países el analfabetismo coincide casi con la po– blación de color respecto al número total de habitantes. Así liaití, el país más "negro" de Iberoamérica, presenta el mayor número de analfabetos, mientras C!ue Argentina, de raza casi exclusivamente blanca, tiene la ci~ra más re– elucida, solamente un 13,3%.
A pesar de las numerosas revoluciones v cambios, el sistema de latifundios y el résimen agrari~ actual se mantiene en forma casi idéntica a como fue instituido en Iberoamérica en la época colonial. La mitad."mejor de fa– das las tierras útiles siuue en manos de unos pocos lati– fundistas, que cultivan produclos agrarios de exportación (café, caña de azúcar, plátanos o algodón) o se limitan a la cría intensiva de ganado. Cada país de Iberoaméric'l, por otra parte, se concentra en el producto agrario más idóneo por su clima y su suelo: café y algodón elt Bra· sil, caña de azúcar en Cuba, café y plátanos en las repú· blicas de América Central, cacao y plátanos en Ecuadol, etc. COI'l10 es lógico, tal sistema de monocultivos sólo en contados casos resulta suficiente para iJ na poblaci6n que crece a ritmo muy aceleraclo. De momento, sólo Ar– gentina y la Repúblicll Dominicana cubren sus propias necesidades; Venezuela debe importar una cuarta' parte de lo necesario para su subsistencia; Bolivia, Chile y Cu– ba, incluso una fercera parte. En el año pasado, Ibero– américa tuvo que importar de Estados Unidos por valor de quinientos millones de dólares de productos alimenticios, lo cual desequilibró más aún la balanza comercial de pa– gos ele muchos de estos países respecto a aquella nación
Sin embargo, la culpa de ello no debe atribuirse ex– clusivamente a la agricultura con sus atrasados métodos de cultivo, como se afirma a menudo, sino también al hecho de que ésta ha sido de tal modo descuidada en favor de la industria, que actualmente no es capaz: de realizar su verdadera misi6n de alimentar al pueblo, pues los íngre– sos de divisas fruto de la exportaci6n de productos agra– rios aprovechó poco a la agricultura, ya que fueron utili– zados principalmente para financiar la industrializaci6n. A la agricultura, por añadidura, le fue sustraida su mano
de obra en favor de la industria. Sólo en Argentina, duo rante la época de Perón (1946-55) pasaron más de 600.000 personas del campo a la ciudad, sobre todo en las %onas industriales de los alrededores de Buenos Aires y Córdo– ba, por lo cual la superficie apta para el cultivo disminuyó en más de una tercera parte, pasando de 23 millones de hectáreas a 15 millones, pese a que la población de Ar·
gentina habla aumentado entre tanto en 400.000 habitan. tes.
Este descuido de la agricultura y la precipitada industrialización deben atribuirse al afán de librarse del "colonialismo económico", es decir, de la tutela del mer– cado mundial y sus oscilaciones. Como meta de la "independencia económica" anunciada por Per6n y otros jefes se trató por tod9s los medios de lograr la autarcfa económica. De ahi que muchos paises iberoamericanos pusieran toda su ambición e incluso todos sus medios pa. ra construir sus propias fundiciones y, a ser posible, sus propias fábricas de automóviles, sin tener en cuenta si disponian de las materias primas indispensables y de una capacidad adquisitiva suficiente. De hecho, en diez de las veinte repúblicas la renta nacional per capita no llega a un promedio anual de cien dólares, por lo cual el poder adquisitivo de la poblaci6n es limitado. Actualmente, la indusfria automovilistica del Brasil, que en 1960 produjo 210.000 vehículos de todas clases, sufre dificultades de venta, ya que sus productos no pueden ser utilizados en muchas partes del país desprovistas de carreteras firmes. Por este motivo se hicieron equivocadas inversiones muy costosas que consumieron rápidamente las reservas de divisas forzadamente reunidas en la última guerra mundial. S610 Perón en Argentina ha dilapidado sin sen– tido en suntuosos edificios públicos e improductivas em– presas estatales más de 1.300 millones de d61ares en re– servas de oro y divisas, casi exactamente tanto como la República Federal Alemana recibió del plan Marshall pa– ra su reconstrucción. Tales tentativas de autarcía fre– cuentemente se asociaban a la nacion.lindón de todas las riquezas del subsuelo y de los servicios públicos que, cuando se hallaban en manos de sociedades extranjeras, erlln objeto de simple expropiación, sin disponer 11 me– nudo para su funcionamiento posterior ni del capital né.
cesario ni de los conocimientos técnicos imprescindibles. Las sociedades extranjeras retiraron naturalmente, siem– pre que pudieron, sus técnicos y sus capitales, los tuales, en cuanto europeos, eran necesitados para la reconstruc– ción de sus patrias devastadas en la última guerra mun– dial. Así, en Argentina los ferrocarriles británicos, ante· riormente productivos, después de su nacionalización por Perón -celebrada como una vidoria nacional- presen– tan actualmente pérdidas de 23 millones de pesos anua– les, causa principal del défict crónico desde entonces en la balanza de pagos (1950/60: 27.200 millones de pe· sos).
. Tampoco se consiguió con la mencionada industria– lización, como se había esperado, disminuir y menos aún suprimír la dependencia económica de lberoamérica res· pecto de los Estados industriales de gran desarrollo, ano tes bien. la mencionada dependencia quedó todavía incrementada, como se demuestra en un esfudio de la Comisión económica para América Latina (CEPAl) de la ONU, según el cual, no se ha reali%ado el pron6stico de una disminuci6n de las necesidades de importaci6n de Iberoamérica al aumentar la industrialización; al contrario, la CEPAL demostr6, a la vista de los datos, que se regis– traba en loda América Latina un aumento de consumo de un 40% entre 1945 y 1955, pese a que el crecimiento de la población en dicho tiempo alclnzó solamente un 26% y el aumento de producci6n propil un 31 %, de lo cual se desprende que aJl( se consumió más de lo que se produjo
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