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« Previous Page Table of Contents Next Page »hablan estado unidos en el Virreinato del Río de la Plata. Incluso una personalidad tan sobresaliente como la de Simón Bolívar no consi$luió retener el primitivo Virreinato de Nueva Granada, transformada por él en Gran Colom– bia desvaneGiéndose su sueño de un gran imperio sur·
am~ricano cuando en 1830 Venezuela y después Ecuador se separaron de Colombia.
En vista de la amenazadora anarquía que reinaba por todas partes, Simón Bolívar sustentó la teoría de que
105 Estados recién fundados debían tener "reyes con el título de presiClente". En Argentina se pensó incluso en restaurar la dinastía de los incas, motivo por el cual aún hoy figura el 501 naciente, como slmbolo de aquélla, en el blasón nacional argentino En México se coronó em– perador el general español Agustín de Itúrbide, y en Bra– sil incluso permaneció la casa de Braganza en el trono imperial, recién instaurado, hasta 1888, aunque James Monroe ya en 1823 en su famosa doctrina declaraba que los Estados Unidos no tolerarían en aquel hemisferio un régimen de gobierno "tan poco americano" Por ello, des– pués de transcurridas unas décadas en la confusión, ha ilcabado por imponerse el sistema presidencialista al esti– lo norteamericano en casi todas las repúblicas iberoame– ricanas, incluso en el Uruguay, donde funciona un régimen
~residencial colegiado de modelo suizo; no se ha impues– to, en cambio, el sistema federal, porque 105 jefes de Es– tado de aquellos países vieron que 105 elementos regio– nales en mútua oposición únicamente podlan permanecer unidos mediante una poderosa fuerza central. Ello expli– ca que sólo cuatro de las veinte repúblicas de Iberoamé– rica (Argentina, Brasil, México y Venezuela) sean, al menos nominalmente, Estados federales.
Aunque la mayor parte de repúblicas iberoamerica– nas, siguiendo el ejemplo de Norteamérica, adoptaran en teorfa el sistema de la democracia representativa, sólo ha sido éste implantado hasta ahora en casos excepcionales
y aun de modo provisional, pues, en general, en muchos de estos países el gobierno lo ejerce una minoría más o menos oligárquica, elegida preferentemente de entre la clase criolla, preocupada principalmente en mantener su monopolio y sus privilegios conseguidos en la época co– lonial. Así, por ejemplo, los liberales y radicales que durante decenios gobernaron Argentina y Venezuela, a pesar de su posición anticlerical e incluso anticristiana, siguieron ejerciendo el derecho de patronato sobre la Igle– sia, en vez de regular mediante un concordato adecuado las relaciones entre el Estado y aquélla, que se habran tornado muy problemáticas.
Pero collio la mayorfa de partidos políticos -a pesar de sus nombres y programas tan prometedores- no se inspiran en ninguna ideología, sino que representan úni– camente los intereses de determinados grupos y clases sociales, cuando no se limitan exclusivamente a seguir a Un caudillo popular, las pocas elecciones libres y auténti– Cas constituyen una farsa, pues su resultado apenas ex– presa la voluntad del pueblo sino sólo las ambiciones de alguna personalidad o de algún grupo. A esto debe aña" dirsa quo el presidente del Estado, sólo con que tenga el necesario apoyo militar, puede pasar por alto el resultado de las elecciones o neutralizar sus consecuencias, anulan– do simplemente con su veto las resoluciones del parla– mento que no sean de su agrado. Pues, aunque la división de poderes está expresamente garantizada por
casi todas las constituciones, no obstante en la mayoría de las mismas el poder ejecutivo tiene la supremacía, es– tando autorizado incluso en casos ordinarios para procla– mar el estado de excepción mediante la supresión de las garantías constitucionales, medio muy cómodo al que acuden a menudo la mayoría de presidentes de Estado iberoamericanos, incluso en trances de poca monta. A pesar de la fuerza estatal tan centralizada y de los grandes poderes de que disponen 105 presidentes de aquellos países que, con frecuencia, abusan de 105 mis– mos, las revoluciones están a la orden del día, si bien la mayoría dS ellas no han sido hasta ahora auténticos levantamiel\fos populares, sino únicamente golpes de Es– tado de algunas camarillas militares o de los grupos inte– resados que se ocultaban tras ellas, y que, en el fondo, no pretenden modificar el estado actual sino apoderarse tan sólo de la administración y de los cargos públicos. Honduras hél batido la marca con sus 101 golpes de Esta– do, seguida por Bolivia que, entre tanto, ha visto ya 81
revoluciones. Por este motivo no son estas revoluciones tomadas demasiado trágicamente por el pueblo, que se muestra completamente pasivo ante ellas, acostumbrado como está a cambiar más frecuentemente de jefe de go– biel no que de camisa, aun cuando no siempre son un mero "deporte naciollal", como las calificó el que fue pre– sidente del Ecúador, Galo Plaza, pues también en ellas h3Y derramamiento de sangre
La perenne intranquilidad en la que han vivido casi toclos estos países desde la proclamación de su indepen– cia ha obstaculizado no sólo la necesaria expansión de su economía, convertida en balón de tos distintos grupos de intereses, sino que también ha hecho desistir a muchos emigrados e industriales europeos del propósito de esta– blecerse allí permanentemente De los 52 millones de europeos que han emigrado hacia América desde 18pO,
solamente 12 millones se han quedado en Iberoamérica y preferentemente en los llamados estados A B e sud– americanos: Argentina, Blasil y Chile, 105 cuales pueden agradecer a la diligencia y al espíritu emprendedor de estos inmigrados su gran preeminencia económica sobre sus países convecinos. La mitlld de dichos inmigrados provenfan de la madre patria ibérica, la tercera parte de Italia. y el resto estaba formado por polacos, alemanes, franceses, suizos, ingleses y europeos del sudeste. Después de la última guerra mundial, ha emigrado
iI Iberoamérica otro millón de europeos, muchos de los cuales se han establecido en Venezuela V el resto, de nuevo en los Estado A B e que, como antés, fueron pre– feridos por la emigración europea hacia la cual por su parte se mostraball más acogedores La inmigración asiática, que cuenta en total aploximadamente un millón de personas, sigue siendo insignificante respecto a !a europea. El contingente mayor corresponde a 105 japo– neses, que preferentemente se establecieron en Brasil, mientras en Perú y Cuba hay colonias chinas ímportantes. En la Guayana británica y en las islas antillanas pertene– cientes al hoy llamado dominio de las Indias Occidentales se han instalado muchos indios Los emigrados de Asia Menor y territorios levantinos del Mediterráneo, común– mente conocidos en lberoamérica como "turcos", se hallan muy diseminados y c;ultivan principalmente el cOITlercio al por menor.
Debido a esta inmigración tan heterogénea, se ha
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