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subjetivas y objQtivas, a las fuerzas de trabajo, cuyos ele–

v~dos contingentes resultan en la existencia bastante co– rriente de casos de mendicidad, vagancia, prostitución y criminalidad. Por consiguiente en esa misma zona se encuentran, sin duda, focos de virtuales disturbios socia– les.

Cualesquiera que fuesen las luces y las sombras del escenario de las aglomelaciones urbanas, la situación em– peora mucho al abordar el examen del panorama rural. Puede $er que el estatuto social de campesinos, el servicio de economía agropecuaria presenten, en los paí– ses de América del Sur donde están establecidos, particu– laridades más lisonjeras. Mas en las regiones restantes el conjunto social evidencia 105 más aflictivos sintomas de miseria, subalimentación, que a veces llega a 105 estados de hambre endémica y de desamparo casi total, higiéni– co, educacional y social del proletariado rural.

Falta, salvo en las regiones arriba mencionadas, el campesinado pequeño y medio. En el sistema de la te· nencia de la tierra prevalece el latifundismo, a veces bajo formas de lo más antieconómicas y socialmente repulsi– vas, acompañado de minifundios pulverizados al extremo que no proporcionan los recursos mínimos de subsisten– cia decente. Es muy difícil, casi imposible, el acceso a la propiedad agraria de los grupos numerosos de la em· pobrecida clase trabajadora rural, que vegeta sin posibi– lidades de satisfacer siquiera las elementales necesidades de vida.

Por otro lado, la falta de distribución equitativa de los recursos, tanto personales, - médicos, etc., • como mOl' teriales, • hospitales, clínicas, eto" • entre ambas zonas del territorio nacional, con el tratamiento particularmente injusto dispensado a la zona rural, el estado de salud de la gran mayorla de los campesinos, es de una alarmante gravedad, evidenciada por 105 elevados y casi estaciona– rios índices de mortalidad, tanto infantil, juvenil y gene· ral, que anula de un modo dramático las consecuencias de los altos índices de natalidad y fecundidad que siem– pre e incondicionalmente caracterizan la población rural, y la peor forma de dinamismo demográfico que se pueda imaginar,

El movimiento sindical de la clase trabajadora rural está, por todas partes, en una fase incipiente

IV

Esta exposlclon sumaria del progreso social en Lati– no América, sería incompleta si no destacásemos las ines– peradas, y considerables, dificultades que se nos enfreno tan en este penoso camino.

La primera de ellas es la catastrófica explosión de la población en la América Latina. Los indices de aumen· to de población anual, como son, por ejemplo, Venezuela, Perú, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Cos– ta Rica, Haití, con Indices cada vez más altos, siendo que de acuerdo con las previsiones conservadoras. deberá al– canzar entre 1960 y 1915 más del 3.0% -lo que pa· rece el máximo fisiológicamente admisible- relega, des· de ahora, a un lugar secundario el crecimiento vegetativo de todos los demás continentes.

Las estadísticas demográficas de las Naciones Uni· das dejan entrevl'r la probabilidad de que los pueblos de

Latino América alcancen en 1975 un total de 303 millo– nes y en el año 2000 nada menos de 592 millones. Esta perspectiva nos parece bastanle desanimadora, a despecho de la falsa euforia que prevalece relacionada con la supuesta baja densidad de población, mediante el uso de la simple técnica del cómputo del número medio de habitantes por kilómetro cuadrado, (asimismo difícil· mente podría escapar la observación atenta a la crecida sobrepoblación de tales países, como por ejemplo, El Sal· vador, República Dominicana, Haití, Cuba, etc.) y es que el aumento de población lleva en sí graves consecuencias tanto económicas como sociales.

V

Para manifestar el impacto de tal "revolución demo. gráfica" bástenos hacer una ligera referencia a ~lIa.

Es difícil o casi imposible el aumento de la renta "per cá pita" de los habitantes de Latinoamérica. El grupo es· tacionario abajo de 15 años estaba fijado en 1960 apro– ximadamente en un 40% (130 millones). Son obvias las consecuencias perjudiciales de esa pirámide estacionaria, en cuanto al creciente desequilibrio entre las clases econó· micamente productivas y las exclusivamente consumidoras de la poblaci6n De este modo, no se pueden fijar la reducción de 105 padrones de bienestar social que fatal– mente resultan de ello.

Será que se puede anticipar el abandono por los paí· ses latinoamericanos de su actitud de total indiferencia con relación a 105 procesos del vertiginoso y desordenado aumento de su población? Por ahora, faltan aun las más cautelosas y modestas medidas relativas a ese aflictivo problema, cuyas repercusiones podrían, a la lar~á, para– lizar todas las conquistas del progreso social.

En cuanfo acusan progresos constantes los proce·

50S de industrialización, no se puede pasar desapercibida la reducción paulatina de 105 índices demostrativos del crecimiento de la producción agraria que no se compagi– na, debidamente, con el ritmo ascensional del aumento de la población. En esas condiciones sería ilusorio espe– rar mayor aumento del índice de bienestar social. Así, nada comprueba que el próspero desenvolvi– miento económico pueda garantizar las condiciones pecu– liares de esa región, o el bienestar de las dases popula. res, pues 105 recesos temporales, más acentuados que los actuales, no facilitarian con certeza los procesos de progre– so social.

La región Latinoamericana se encuentra en una grave encrucijada. Tiene que optar entre la revolución social, violenta, extremada e inspirada por las veleidades polí– ticas de las potencias extracontinentales, con la conse– cuente "Cubanización" de toda la América Latina y la "re· volución social" democrática, progresista y constructiva, alejada t¡mto de los lemas demagógicos revolt,lcionarios como del reaccionarismo social y la inercia conservadora, revolución preconizada por el programa de la Alianza pa– ra el Progreso.

(NOTA: Estanislau Fischlowitz es profesor de la Univer–

sidad Cat·Qlica Pontificia de Rlo de Janeiro,

autor de estudios sociales y económicos)

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