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en la distribución de la población en las varias regiones del territorio nacional.

El éxodo rural asume proporciones totalmente igno– radas en el pasado. Cualquiera que fuere el exacto pa– pel atribuible al origen de la fuga maciza de los campos, las fuerzas de expulsión de la zona rural de origen y las fuerzas de atracción de los centros urbanos de empleo, no parece sujeta a la interpretación controvertida de la poderosa contribución para ese fin de 105 obstáculos de avance social que constituye, de acuerdo con la famosa "Ley Goltz", el sistema latifundista de la propiedad de la tierra. En esas condiciones, las presiones sociales de la población rural, encontrando dificultades en sU propia zona, se desparraman en la forma de migración caótica rumbo a las aglomeraciones urbanas. Dada la dificil in. legración de los inmigrantes rurales en la "economía ur– bana" cuyo mercado de trabajo, por regla general, no permite un desnivel de absorción integral de los exce– dentes de población de procedencia rural, tales despla– zamientos no significan, con frecuencia, nada más que una transferencia mecánica del subempleo rural a la ór– bita del subempleo urbano. Aumenta al mismo tiempo. en virtud de la escasez de servicios de utilidad pública en las ciudades y de sus tremendos déficits de viviendas, los barrios de tipico "habitat" rural, automáticamente transferidos del campo a la zona urbana, con las míni· mas condiciones de higiene y confort (las favelas y mo– cambos del Brasil, las barriadas del Perú, los callampos de Chile, los tugurios de Venezuela, las villas miserias de la Argentina, etc., etc.).

Lo que resulta de esos dislocamientos de población es el incremento enorme de los índices de urbanización de la América Latina. La estadística comparada encuen– tra en ese particular considerables dificultades, relacio– nadas sobre todo con los diversos criterios nacionales que rigen la discriminación en zona urbana, suburbana y ru– ral. De acuerdo con los censos demográficos se puede decir que aproximadamente el 41 % de la población laino– americana vive en las zonas urbanas (aunque en la Argen. tina el porcentaje es del 62%; el 60.2% en Chile; el 57% en Cuba; el 53.8% en Venezuela). Debe hacerse notar al mismo tiempo ia fuerte concentración de poblaci6n en ciudades de más de 100.000 habitantes produciendo lo que se conoce por "macrocefalia latino-americana". Todo esto nos lleva a señalar que en la última década la urbanización ha acusado, en la mayoría d'e los países de esa región, un constante ritmo acelerado.

Todos estos fenómenos de creciente ascenso y am– plia eslratificación social de la voluminosa movilidad de la población no solamente vertical sino ta!}lbUm horizon· talmente, constituyen trastornos tan considerables del es– cenario social latinoamericano que nos parece lícitó enca– rarlos como síntomas inequívocos de la prQfunda "revo– lución social". Menos visbles en la superficie que las alteraciones revoluqionarias de orden político-constituciQ– nal, y escapándQse a veces del exacto cómputo estadls. tico, significan el comienzo de una nueva e importante etapa en el desenvolvimiento histórico de esa gran re 9ión.

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Parécenos, por cQnsiguiente, oportuno S0E'leter a un análisis sumario los referidos problemas, apreciados sepa-

radamente, (on relación a la zona rural y urbana de l.

América Latina. En los veinte paises que integran esa región, nótase en realidad, a lo largo de la linea diviso· ria que separa con bastante frecuencia las partes más adelantaclas y atrasadas del territorio nacional, que existe siempre e incondicionalmente un agudo distanciamiento socio-económico entre las zonas urbanas y las rurales. Los problemas que de allí surgen se asemejan mucho "mu. tatis mutandis" a aquellos que resultan en las reladones entre los países subdesarrollados y los plenamente desa– ,rrollados, con la única diferencia que aquellos se desen. vuelven dentro del territorio nacional, sin las trabas del libre intercambio de bienes, capitales y personas, inhe– rentes a la existencia de fronteras políticas.

Es menester evitar cuidadosamente las generaliza. ciones simples en la apreciación de 105 niveles de bienes– tar de las dases populares urbanas pues es exactamente en esa área en la que se verifican las alteraciones ealei-doscópicas de mayor envergadura. ,-

Nos parece legítimo apuntar, como denominador ca– ,mún del panorama de todos los países de esa región, los siguientes elementos:

Los padrones generales de la vida, evidenciados so– bre todo mediante el recurso al cálculo de los rendimien– tos per cápita de los habitantes de las aglomeraciones ur– banas, son considerablemente superiores a los niveles de la población rural.

Los rendimientos de los salarios medios y reales de los trabajadores manifiestan, con el correr del tiempo, una cierta mejoría. Es verdad que están expuestos a la per– manente acción corrosiva de la espiral inflacionaria, neu– tralizada por el frecuente reajuste de sus valores nomi– nales por medio, tanto de la revisión periódica de las ta– llaS de salario mínimo, como por los contratos colectivos de trabajo. Al lado de la remuneración del trabajo, cre– ce mucho el sobre-sueldo, cuyo incremento resulta ya enorme, en parte por la visiblemente excesiva expansión del intervencionismo social estatal, como compensación del sensible atraso del "contrato colectivo", motivado por la consolidación deficiente del sindicalismo laboral y la fata de orientación profesional, independiente de la in– terferencia política de los poderes públicos. La legisla– ción laboral, de previsión y asistencia, está progresando ininterrumpidamente, substituyendo las soluciónes tradi– cionales inspiradas por el pa,ternalismo patronal.

Mejoran, mucho, por consiguiente, dadas las conquis– tas de la medicina sanitaria y asistencial, las condiciones de salud del proletariado urbano, lo que se constata por la baja de los índices de mortalidad, especialmente infan– til.

Se manifiesta asimismo m~rcado progreso en la vi· vienda popular en las ciudades; extremadamente conges· tionadas, y el acceso de las clases trabajadoras a las faci– lidades escolares, lo que lIevCl en sí a la lucha eficaz con– tra el analfabetismo y a la elevación educaéional, general y hasta vocacional. ,'

Seria errada una conclusión precipitada con respecto al panorama social Supuestamente favorable a las áreas urbanas, que ciertamente no se puede pintar con colores excesivamente vivos. To~as las indicaciones estadísti~as

y todas las pesquisas If?anifiestan ia frecuencia en esa área de agudo pauperis¡rio¡ sobretodo en lo que respec· ta a los estratos marginale$, no incorporados, por razones

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