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« Previous Page Table of Contents Next Page »organIzación de los partidos genuinamente de– 1TI0cr'tlcos, cuyos programas podrían canalizar en un sentido constructivo las aspiraciones emancipadoras del proletariado).
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No dudamos, por eso, que el comunismo en esta par· te del mundo es mucho más antiamericano que anticapi– talista. Entra, por consiguiente, como es notorio, en colisión, un tanto espúria, con la corriente nacionalista, de acuerdo con Gunnar Myrdal, que expone la idea maestra de los pueblos subdesarrollados como natural aliciente de la orientación progresista. Ahora bien, existirán en
la América Latina fuerzas vivas motrices que puedan contrabalancear el movimiento nacionalista de una fac– ci6n u'1i1ateral, desvirtuada por la referida coalición y en realidad inspirada por 10$ intereses de la política extran– jera del Kremlin? Francamente creemos que no. Se ha– ce sentir en esa región un aflictivo vacío ideológico, con aportaciones originales en esa región para el acervo doc– trinario al pensamiento progresista contemporáneo. Pues bien, a pesar de todas esas deficiencias en 'a defensa de la libertad y de la democracia, es sorprenden. te la inexpresiva contribución de la extrema izquier– da para la revisión espectacular y altamente benéfica del perfil político.constitucional de la América latina, sobre– todo en la América del Sur, durante el curso del último decenio. Esta consistió, en raaliclad, en la eliminación, salvo en unils tres Repúblicas} no solamente de los siste– mas de dictadura tiránica, sino también de los regímenes de "caudillaje", y esto a pesar de 105 dinámicos progra· mas psel,ldo·sociales, y a despecho de haber, a veces, contado con el apoyo de 105 grupos socialmente revolu· cionarios. Lo que dio por resultado la incontestable consolidación de la democracia representativa. Tórnanse cada vez ""ás raros 10$ vietoriosos golpes de estado, sal· va el aislado caso cubano, y cuando aquellos ocurren, son el resultado más bien de la iniciativa de las fuerzas ar– madas -"cuattelazos"-,- Jos que dan acceso a las clases populares en busca de la mejor satisfacción de sus reivin– dicadones sociales.
Debemos señalar también, que hay otras, mucho más violentas, formas perturbadoras del orden social, que .sumen frecuentes conflictos en la agricultura, relaciona– dos con la ocupación ilegal de las tierras, el sistema ¡urldico, a veces incierto y poco consolidado de la propie– dad rural, abre un amplio margen para agudos conflictos de esa índole, en tos que se enfrentan los intereses de va– rios gr"pos de la poblaeión, con frecuente necesidad de la intervellción policial o militar para su solución, inter– vención tan indeseable como inoportuna.
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Lo que tenemos, pues, a la vista y a lo que nos refe· rimos como "revolución social". latinoamericana en nues– tros dlas, no es la situaeión, única en su género, que ha resultado en una pequeña isla de las Antillas, la distor– ción de los principios de la revolución, inicialmente Iiber. tadora y liberal, por las corrientes revolucionarias instiga– das por los centros extra.continentales de 'a sovietocracia, Con la visible intención de debilitar la posici6n de los lstados Unidos en esa región que ha sido considerada, con raz6n o sin elle, como une zona de influencia natural, lino '0$ nuevos rumbos políticos y constitucionales que
del mIsmo modo como estaba aconteciendo en el pasado, parece por regla general, que carece de mayor contenido real de orden social.
Lo que se nos depara, como síntomas típicos de la "revolución social" son fenómenos de índole completa– mente diferente y que se desarrollan en un plano más social que político.
Aumentan en efecto, considerablemente, las presio. nes en los estratos sociales económicamente débiles y so– c.ialmenie dependientes con la consecuente agravación inevitable de la tensión en las relaciones entre el capital y el trabajo.
Las masas de población latinoamericana, en el pasa· do apáticas e indiferentes, antes conformes con su posi– ción precaria económica social, por así decirlo, despiertan de repente buscando ahora alcanzar por todos los me· dios a su alcance, incluso apelando a 105 medios de edu– cación general y vocacional, 105 niveles elevados de ulla existencia dígna. la realidad de este fenómeno salta a la vista en todas partes, si se exceptúa a algunos grupos marginales de población india, en la región andina y cen– troamericana, donde mantienen intactas en sus actitudes pasivas de otrora. Fuera de estos puntos, particularmen– te en los países relativamente más adelantaclos bajo el prisma económico (como por ejemplo, Argentina, Brasil, Uruguay, Chile y México) asistimos a 105 procesos febri· les de ascensión social cuya marcha ya no encuentra más barreras infranqueables en la rígida estructura clasista, peculiar al pasado post-colonial Como se puede fácil. mente imaginar, 105 tales procesos, con menor clarividen– cia, resaltan en el panorama de algunos países económi– camente alrasados y socialmente retrógrados, situados so· bre todo en el istmo centroamericano y en el Caribe, así como en la Costa del Pacífico y en el centro de la Amé· rica del Sur Independientemente de la inmobilidad so· cial que allí prevalece, no es raro encontrar en tales paí– ses algunos vestigios medio disfrazados de trabajo semi– forzado.
La progresiva diversificación de su econofllía, anti· guamente basada en el sistema exclusivo o preponderan– te del monocultivo, mediante la expansión de los secto– res secundarios (industrial) o terciario (comercio o servi– cios), abre prometedoras perspectivas para el adelanto social de los integrantes de las clases de rendimientos ba– jos e inestables. Surgen de un modo particular, no sola– mente nuevas ocupaciones y profesiones, sino también que se constituyen nuevas clases sociales. A$í, en varios países de esa región puede ser considerada como supe– rada la primitiva infra-estructura bifurcada, biclasista: un pequeño grupo de propietarios de la tierra ~ el ápice de la pirámide y abajo la numerosísima camada de proleta–
riado rural, prácticamente sin coexistencia con cualesquie– ra de las otras clases numerosas, merecedoras de mayor atención. Aparese la clase media, con varios 5ubgrupos, incluyendo el funcionalismo público, cuya expansión se fija al creciente estatismo en las realizaciones de la polí. tica económica. Por otra parte, sufre creciente moClifica– ción la clase trabajadora, antiguamente s610 de trabajado. res braceros o simple mano de obra.
Tales movimientos de fuerte movilidad vertical, van siendo, simultáneamente, acompañados por corrientes ex– tremadamente intensas de movilidad horizontal, que mu– cho se contrastan con la acentuada petrificación anterior
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