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CRe"oluciólt Social
EN LA AMERICA LATI NA
ESTANISLAU FISCHLOWITZ
Prevalece la opinión, según la cual la América Latina $e encuentra en un proceso completo de "revolución so– ciaí", sin precedentes en el pasado.
Nos parece, realmente, muy acertada tal interpreta– ción de los fenómenos del dinamismo social como princi– pal característica del escenario turbulento de toda esa región: 20 países con más de 205 millones de habitantes. Después de salir del largo período de estagnación post.colonial, esa parte del Hemisferio Occidental -la primera gran región del mundo subdesarrollado en víspe– ras dE! incorporarse plenamente al cielo de la civilización material adelantada- entró, en el período de la post– guerra, en una fase de alteraciones bruscas y febriles que, simultáneamente, comprendieron su estructura política, sus bases económicas, sus fundamentos demográficos, y sobretodo, su panorama social. .
Y, en último análisis, en ese diagnóstico feliz de un factor preponderante, responsable de la actual crisis de la América Latina, que se basa en el Programa de la Alianza para el Progreso, proclamado en Marzo de 1961 por el Presidente John F. Kennedy, que dicho sea de paso, es el programa interamericano más grande y constructivo, debido exclusivamente a la iniciativa del go– bierno de los Estados Unidos.
Ese programa atribuye, como es notorio, énfasis es– pecial a las providencias subordinadas al propósito de facilitar y acelerar el progreso social.
Convendría, inicialmente, indagar lo que exactamen– te entendemos por "revolución social", término ambiva– lente, que se presta, en la realidad, a interpretaciones acentuadamente controversiales.
Sirviéndonos del método eliminatorio nos propone· mos, antes que nada, excluir ciertos conceptos comunes de ese término que, obviamente, no sirven para definir, para los fines de esta exposición, las alteraciones bruscas
y profundas del panorama social que tenemos aquí princi– palmente a la vista.
Así, no nos referiremos a las transformaciones revo– lucionarias de orden social, conseguidas mediante el re– CUrso a los golpes subversivos.
No podemos, ay!, cómo negar que Cuba, entre 1958 Y, 1961 ,nos proporcioria el primer caso de revolución so– Cial propiamente dicha en la historia de un siglo y medio de este Continente. La experiencia del régimen guate– malteco de Jacobo Arbenz (entre 1951 y 1954) no llevó,
a pesar de la opinión evidentemente errada de Reinhold Niebuhr, a ninguna revisión de la estructura social, urba– na y rural, parecida ni de lejos, a las reformas de Fidel Castro. A pesar de las bases ideológicas diferentes y de las peculiaridades propias del sistema constitucional del país en el que fue mantenido el sistema de representación popular, el único de este Hemisferio Occidental, cuyas realizaciones sociales, (nacionalización de la industria 'y radical reforma agraria) podrían ser equiparadas, hasta cierto punto, a la realidad de la "república socialista cu– bana", es el de Bolivia, dentro de su actual régimen, do– minado, desde 1952, por el Movimiento Nacionalista Re– volucionario.
No comprendemos, por lo tanlo, cómo pueden po– nerse en duda las veleidades expansionistas de la revolu– ción castrista vecina al continente emericano, ni, asimis– mo, el fuerte impacto que todo lo que está aconteciendo ahora en la Habana ejerce sobre la paulatina reorientación de la política social de los demás países de esa región, sobretodo en el sector agrario.
Saltan a la vista los resultados de la propaganda so· cial revolucionaria de índole fidelista, incomparablemente superiores a los de acción subversiva comunista, última· mente redoblada, y que se procesa a través de las dos, separadas y autónomas ambas, programática y estratégi– camente cada vez más opuestas, redes organizadas, ins– piradas, respectivamente, por los centros europeos y asiáticos del movimiento comunista mundial, El relativo malogro del movimiento clásico revolucionario de cuño soviético, no puede dejar de causar prosélitos, y esto por dos razones. Por una parte,
a) el enorme material explosivo, acumuladCl con el tiempo, en esa región (hambre, subalimentación¡ pauperismo; desempleo, particularmente gene· ralizado en la zona rural, y, últimamente, au– mentado por algunos síntomas angustiosos de desempleo de varios orígenes; en fin, niveles generales bastante bajos de los rendimientos de la mayoría de las clases trabajadoras y el consu– mo deficiente de los estratos populares, en general, en términos tanto cuantitativos como cualitativos) y, por otra parle,
b) la falta de billuartes, capaces de oponer resis– tencia eficaz a 105 movimientos subversivos (dé– bil Y desorientada organización sindical de los trabajadores, así como deficiente e inestable
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