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En estas pocas páginas en que se llama la atención

nI aspecto crItico de la doctrina del conservatismo no es posible hacer más que afirmar la fe del conservatismo en la totalidad de la experiencia humana como elemento ne– cesario para llegar a juicios que respecta la probable efi– cacia de la acción social pi opuesta. No es posible pre– sentar un alegato completo que algunos demandarían para poder ser convencidos o persuadidos. Ni es tampoco po– sible hacer más que identificar uno de los más importan– tes elementos implícitos en este proceso crítico -uno que no es necesariamente parte de las ideologias opuestas al conservatismo, sino que más bien es expresamente recha– zada por algunas de ellas. Nos referimos a la amalgama de los principios religiosos y las normas de moral y de ética.

El proceso de critica del conservatismo, basado en parte sobre todos los aspeclos de la historia y la totalidad de la conciencia del hombre de sí propio y del mundo a su alrededor, necesariamente trae a colación los principios éticos, morales y religiosos de los que está imbuída la milyor parte de lil humanidad, no importa cuán bulliciosa– menfe griten los seguidores de algunas ideologías, negán– doles la validez de sus fundamentos. Nos parece que uno apenas puede considerarse conservador al menos que crea que el hombre nació, si no con aspiraciones, por lo menos con la disposición a aspirar, y que <fa desintegra. ci6n de su humanidad tiene que ocurrir y que puede pero der su identidad como ser humano si esas aspiraciones, o telldencias, están cubiertas y ahogadas por actitudes so· ciales y acciones que fomentan solamente sus bajas pasio– nes. El conservador, por lo tanto, sostiene que las peo– res condiciones posibles no se compensan por los más al· tos niveles de vida posibles que pueden alcanzarse en una sociedad dominada por técnicos y totalmente dedicada a hazañas materiales cientificas de una mecánica mágica.

Antes por el contrario, el conservatismo, consciente del poder de las debilidades humanas, debe tener siem– pre en mente que más bien es la excepción y no la regla, que un hombre hambriento sea un excelente y eficaz co– laborador. No podemos, ni debemos, hacer caso omiso de la parte importante que el nivel de vida del hombre desempeña necesariamente en sus acciones y reacciones sociales. Debemos hacer obvio que nosotros damos su

justo valor a la necesidad del hombre de satisfacer sus necesidades físicas, al mismo tiempo que afirmamos que sus necesidades físicas no pueden ahogar sus necesidades espirituales.

Hay muchos hombres que serían hombres de éxito si no fueran concupiscentes. El descrédito de los conser– vadores no fuera de tanto detrimento si no tuviera cierta base de verdad Aquellos que están dedicados a recons– truir el conservatismo en una ideología efectiva, creen, por supuesto, que aquel provee la necesaria dirección y el procedimiento para la mejor acción social y la mejor pro– tección a los individuos de una sociedad (y el individua– lismo, la libertad y los goces inherentes a los derechos individuales que se derivan de la autonomía individual, es

uno de los más importantes aspedos del conservatismo);

mas nos damos cuenta que el conservatismo nUnca ha te. nido tarea más vital y más difícil que la que tiene enfrente ahora. Creemos que el sambenito de ciego y reacciona. rio no es justamente aplicable ;11 criticó conservador de

hOYi mas gran parte de nuestro trabájo ahora, a estas al– turas, es el de convencer a otros que los epítetos aplicados a los conservadores son falsos y engañosos. Esta es la primera batalla que debe ganarse para alcanzar la victo. ria.

Para esta batalla debemos desarrollar dentro de nues_ tras propias alianzas una más aguda y coherente percep_ ción de los principios históricos y de las tradiciones de la

humanidad que son esenciales para su bienestar actual y

futuro, y debemos formular un criterio firme con respedo a esos conocimientos que sea válido a pesar de la falta de prueba basada en medidas cuantitativas Luego, debe. mos persuadir a los tibios que las pruebas de la debida acción social tienen mayor pertinencia para un mejor futuro de la humanidad. Pero todos nuestros esfueT2:os serán en vano al menos que persuadamos a los hombres que la razón primordial de la existencia del conservatis– mo es el mejoramiento de las condiciones humanas y que el interés del conservador por el pasado, su deseo de conservar ciertos elementos del pasado, está relacionado únicamente a aquella razón primordial. En fin, nosotros los conservadores sabemos que nuestro primordial interés es el bienestar de toda la humanidad; mas gran número de nuestros seguidores son escépticos y debemos remover ese excepticismo para que el conservatismo pueda tener éxito.

Así, una gran parte de la tarea del conservatismo hoy es ganar la confianza de los hombres, en general, -con· fianza que se ha perdido debido, en gran pilrte, porque el conservatismo, por mucho tiempo, ha dejado de ser lo suficientemente crítico, y en parte también, porque nues– tras ideologías opuestas han capitalizado sobre nuestrDS más pequeños errores y bulliciosamente proclaman ser los absolutos dueños de todas las virtudes sociales.

Ellos nos presentan como d6sltumanizadas reliquias! del pasado que es mejor olvidar si el hombre ha de alean I

zar un futuro mejor. Mas, sin los preceptos del conser·

I

vatismo -preceptos que ligan, no sólo en forlna mecánica todo el pasado de la humanidad con su futuro-- la hv

manidad no puede ser de hombres y mujeres en el sentido humilnista en que nosotros los tomamos. No debemol permitir que el conservatismo y la preservación de la hu· I

manidad sean hundidos por la falta de construcción de ¡

esos principios, o por su abandono.

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Debemos mantener el conservatismo vivo y crecien',' te, y para hacer esto, debemos mantenerlo, persuasivo Y ,

con un crítico discernimiento.

¡

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(NOTA: Dean Terrill es Vice-Presidente y Consejero Ge- !

neral de la Kerr Me Gee Oi/ Corp y uno de Jos; Directores del Instituto de Estudios Filosóficos e ,

Históricos, ele Estados Unidos).

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